Ocurrió en Cuenca, no en la cuenca española sino en la cuenca de Ecuador, el pasado viernes 15: allí se produjo la ruptura definitiva del Rey Felipe VI con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Se celebraba la vigésimo novena Cumbre Iberoamericana de Naciones. La más deslucida de toda la historia de estas convocatorias, un proceso que comenzó en 1991 y que, en su día, tras convertirse la reunión en institución y crearse la Comunidad Iberoamericana de Naciones, con sede en Madrid, Paseo de Recoletos, tal pareciera que iba renacer la comunidad hispanoamericana, abandonada en España durante esta Transición democrática como si hubiera sido Franco quien descubrió América.

Sin embargo, la cumbre de Ecuador resultó desvaída, sobre todo por sus notables ausencias. La más sonada la del propio presidente español, porque no se puede resucitar la Hispanidad, uno de los mayores logros de la historia universal, si España no coadyuva. Como dirían los adolescentes españoles de 2024, a Cuenca paréntesis Ecuador no fue ni Peter.

Mismamente, no fue Lula da Silva que hoy inicia la cumbre del G20 (muy importante: acudirá Begoña Gómez). Tampoco acudió a Cuenca el señor Sánchez. Estaba muy ocupado viajando a Azerbaiyán, un país crisol de la democracia y la ecología para la COP 29. recuerden que para ello utilizó dos aviones, nada menos.

Felipe VI rompió definitivamente con Sánchez en Paiporta cuando, el presidente, ridiculizado por su cobardía, reprochó al Rey no haber huido con él, de la muy comprensible ira de los valencianos

Y no, en Bakú, donde sí estuvo, Sánchez no exigió a la comunidad internacional una respuesta a la ingeniería social perpetrada por los musulmanes de Azerbaiyán, con apoyo del fundamentalista turco Erdogan, contra los cristianos armenios. El genocidio armenio exigía una respuesta de Occidente pero Sánchez, cristófobo como el que más, no estaba allí para eso sino para, atención, ir a combatir el cambio climático. Y que los negacionistas del Partido Popular  y de Vox también eran culpables de DANA porque negaban las 'evidencias científicas' de don Pedro.

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Resumen: don Pedro dejó solo a don Felipe en Ecuador y el rey de España tuvo que lidiar representando a España en la deslucida cumbre ecuatoriana, con ausencia, digo, ninguno de los preclaros indigenistas que hoy pululan por la degradada Hispanoamérica: el colombiano Petro, la mexicana Sheinbaum, el vengativo progresista, precitado Lula da Silva y un Javier Milei que se equivoca al confiar tanto en Estados Unidos y tan poco en España. Le comprendemos, dolido como está con los insultos de Pedro Sánchez pero se equivoca. Argentina tiene que venirse con España.

Nuestro Pedro creó el silencio alrededor de la Cumbre donde participaba el Rey de la forma más simple: las cámaras de RTVE apenas cubrieron el evento. Radiotelevisión española es un ejército de propaganda al servicio de Pedro Sánchez y allá donde no va él, simplemente RTVE apenas parece y el evento deja de existir. Es como las hambrunas en África; cuando las cámaras de TV no acuden el hambre deja de existir lejos de Occidente.

Y ahí surgió la sorpresa. Ante un Sánchez ausente, el Rey toma la iniciativa y asume en Ecuador la organización de la trigésima Cumbre de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, en España, en 2026. A partir de ahora, el ministro Albares intentará poner sordina a la convocatoria regia.

¿Significa esto que el Rey de España recupera el espíritu evangelizador de Isabel la Católica, la clave de la Hispanidad? Ni mucho menos, pero una cosa es evitar el enfrentamiento con el Nuevo Orden Mundial (NOM) y otra someterse a sus dictados, sin tan siquiera expresar criterio propio

No se engañen, el rey de España no ha recuperado el espíritu de evangelización que creó la Hispanidad, el legado de Isabel I de Castilla. Pero, al menos, no está dispuesto a colaborar en la degradación hispanoamericana que pretende Pedro Sánchez, y mucho menos  arropado en esa leyenda negra renacida por el indigenismo americano, y capitaneada por el majadero de López Obrador, ahora por la majadera de Claudia Sheinbaum, y por el vengativo majadero mayor de los BRICS: el brasileño Lula Da Silva. La lista de majaderos ejemplares pueden ustedes ampliarla a capricho. hay muchos.

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En cualquier caso, estamos hablando de un distanciamiento cada vez mayor entre Zarzuela y Moncloa, entre Felipe VI y Pedro Sánchez, entre Jefatura del Estado y Presidencia del Gobierno.

Punto central de la ruptura: Felipe VI rompió con Sánchez en Paiporta, cuando el de Moncloa, escocido por el ridículo televisado al que su cobardía -hablo de su cobardía física-, ridiculizado por esa cobardía, ante toda España, reprochó al Rey no haber huido con él de la ira de los vecinos. Sí, la egolatría del personaje es capaz de eso y de mucho más. Los Reyes se quedaron, el huyó, llevado en volandas por sus guardaespaldas, como un juguete roto, pero en su soberbia infinita aún tuvo fuerzas para, de vuelta a la base, rodeado por su ejercicio de guardaespaldas, reprocharle al monarca el no haber huido con él.

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Así, si Felipe VI se hubiera marchado también con el rabo entre las piernas, la imagen de Sánchez no se hubiera deteriorado tanto.

En cualquier caso, ¿significa todo esto que el Rey de España recupera el espíritu evangelizador de Isabel la Católica, la clave de la Hispanidad? Ni mucho menos, pero una cosa es evitar el enfrentamiento con el Nuevo Orden Mundial (NOM) y otra someterse a sus dictados sin criterio propio. El Rey ha dado un puñetazo encima de la mesa. No bastará, pero tampoco es mala noticia.