Una de las obras de caridad más excelentes que pueden ejercitarse en el siglo XXI consiste en desmontar -creo que lo moderno es hablar de deconstrucción- mentiras aceptadas, lo que siempre conocimos como tópicos o lugares comunes. Vamos allá:

Acabamos de celebrar, es un decir, el Día Internacional de la Brecha Salarial entre hombres y mujeres. La mujer cobra menos que el varón por el mismo trabajo: falso. Todos los salarios, todos los puestos, todos los cargos, están prefijados, o bien fijados por ley o bien inducidos por el mercado. 

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A medida que la mujer, o el hombre, va subiendo en la escala laboral va cobrando más, lo que ocurre es que el hombre lleva más tiempo haciéndolo y está dispuesto a trabajar más horas. Pero salvo injusticia flagrante, recurrible ante los tribunales hombre y mujer cobran lo mismo por un mismo esfuerzo.

Es decir, la brecha salarial no existe, y cuando existe es porque es ilegal y recurrible ante un tribunal, como si habláramos de un robo o un estafa. 

Ahora bien, sí que existe una discriminación, natural, de la mujer respecto al hombre, no producto del machismo sino producto de la naturaleza: se llama maternidad. Durante el periodo de fertilidad, es cuando la persona se asienta en su profesión y va ascendiendo hasta, como diría el Principio de Peter alcanzar su grado de incompetencia. Esta es la edad, los treinta y los cuarenta, cuando la mujer tiene hijos y, por tanto, el varón le adelanta en la carrera por la consolidación laboral. Pero que quede claro que la marginada no es la mujer, sino la madre, 

Al mismo tiempo, la maternidad es una gloria, ¿verdad? 

En cualquier caso, la tontuna de la conciliación no va a arreglar esa marginación natural de la mujer. Que el padre disponga de cuatro meses de permiso paternal y días de lactancia (que tiene su coña) no mejora la imagen ni los cálculos de la empresa frente sus trabajadoras: sólo empeora la del hombre. Algo así como si para solidarizarnos con los cojos nos cortamos la pierna.  

Lo que debería existir para compensar a la mujer por la marginación laboral que supone la maternidad es un salario maternal. Porque, en efecto, por mucho que se empeñen las cretinas del Ministerio de Igualdad, en la maternidad la mujer siempre pone y expone más que el varón, no porque lo imponga el machismo, lo impone la naturaleza.  

Por tanto, dado que la mujer aporta a la sociedad aquello que la sociedad más necesita, hijos, es de justicia que por cada hijo que tenga la mujer reciba una compensación económica: el salario maternal.

La brecha salarial no existe. Si existe en algunos casos, siempre pocos, es ilegal, excepcional y recurrible. Y la única marginación laboral de la mujer respecto al varón es la maternidad, que es algo espléndido pero salarialmente marginador y, por tanto, debe ser recompensado por la sociedad.

¿Y por qué las feministas no hablan de salario maternal? Porque las feministas odian la maternidad.

Desmontando mentiras...