En estas estamos cuando Pedro Sánchez se nos va a Mauritania, Gambia y Senegal, países mafiosos, que han establecido sus nuevos mercados de esclavos consistentes en cobrarles a los africanos un pastizal por arriesgar su vida en el mar camino de Canarias. Son verdaderas mafias que el Gobierno de turno podría eliminar en días... si no fueran los controladores de esas mafias.    

Y entonces va el presidente de Vox, Santiago Abascal, y escandaliza con la evidencia, que es lo más escandaloso de todo: “Llegará un momento en que los españoles tendrán que aprender a defenderse por sí mismos”.

Así nació el mercado de armas ciudadano de Estados Unidos. Si el Estado no cumple con la función que le otorga su monopolio de la violencia, mal vamos. Y conste que aquí estoy a favor de los demócratas

Oiga, así nació el mercado de armas ciudadano de Estados Unidos. Está clarísimo: si el Estado no cumple con la función que le otorga su monopolio de la violencia, mal vamos. Las armas de fuego tienen la desventaja de que matan a distancia, es decir, es un arma de cobardes, pero tienen la ventaja de que con ellas un hombre débil puede defenderse de un hombre fuerte, porque todos sabemos apretar un gatillo. 

Conste que aquí estoy a favor de los demócratas, quienes aceptan ese principio pero no el de la libre posesión de armas automáticas, que no son armas defensivas y con las que puedes matar a mucha gente en cuestión de segundos.

En cualquier caso, sí: hay que recibir al refugiado y al pobre con los brazos abiertos, hay que ayudarle... pero también hay que exigirle que respete al país de acogida, su fe, su cultura y sus tradiciones.

La mentira nunca conduce a ningún sitio: sí, hay una relación directa entre inmigración y delincuencia, como no podía ser otro modo. Entonces, ¿hay que terminar con la inmigración? No, hay que terminar con la delincuencia y con la prepotencia de algunos inmigrantes

La mentira nunca conduce a ningún sitio: sí, hay una relación directa entre inmigración y delincuencia, como no podía ser otro modo. Si sueltas al inmigrante en las calles de una ciudad, sin enseñarle el idioma, sin darle de comer, sin nada que hacer... pues no es de extrañar que comience a robar, y luego a violar, y más tarde, a matar. Entonces, ¿hay que terminar con la inmigración? No, hay que terminar con la delincuencia y con la prepotencia de algunos inmigrantes, hay que integrarles, proceso caro y costoso... y no hay que mentir diciendo que no existe relación alguna entre migración y delincuencia: la hay.

Naturalmente, nada de esto hubiera ocurrido si Europa siguiera siendo cristiana. El problema es que ya no lo es. Y si has dejado de creer en tus principios, ¿cómo no van a imponerte los suyos, aunque sean aberrantes? Es más, si no crees en nada, ¿de qué y cómo vas a defenderte? 

Naturalmente, nada de esto hubiera ocurrido si Europa siguiera siendo cristiana. El problema es que ya no lo es. Y si has dejado creer en tus principios, ¿cómo no van a imponerte los suyos, aunque sean aberrantes? Es más, si no crees en nada, ¿de qué y cómo vas a defenderte? 

A ver si nos damos cuenta de que, fuera del cristianismo, sea islam, paganismo occidental, hinduismo, budismo o animismo, el hombre vale poco. Sólo el cristianismo reconoce que cada hombre es hijo de Dios, por tanto, sujeto de derechos. Las conclusiones son tan obvias como para extenderme en su explicación.

Dado el punto al que hemos llegado, Santiago Abascal tiene razón: tendremos que aprender nosotros solitos a defendernos, como en Estados Unidos. Porque Sánchez seguirá a lo suyo: negar la evidencia.