Contábamos en Hispanidad que Francisco Martín, delegado del Gobierno en Madrid, antiguo colaborador de Pedro Sánchez en Moncloa, ordenó a la policía disolver a peligrosos activistas: rezaban el rosario en la calle Ferraz. 

Ante este acto, José Andrés Calderón, el convocante del rezo del Santo Rosario, presentó una demanda contra la resolución de la Delegación del Gobierno, por prohibir las concentraciones al entender que se estaba vulnerando el derecho fundamental de reunión, recogido en el artículo 21 de la Constitución Española. 

La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Madrid ha contestado, desestimando el recurso presentado por Calderón. 

Según se lee en el escrito que presentó Calderón, a la que ha tenido acceso ACI Prensa, se argumentó que “prohibir reunirse a unas pocas decenas de personas a rezar, pacíficamente, sin entorpecer el tránsito de personas y vehículos, no es una medida necesaria, en el sentido del juicio de indispensabilidad, para asegurar el orden público, y mucho menos proporcional en sentido estricto”. 

La sentencia del TSJ que da por buena la decisión de la Delegación del Gobierno es firme y no cabe contra ella ningún tipo de recurso. Desde el Tribunal se motiva la decisión en el incumplimiento en los requisitos de forma, sin entrar en el fondo del asunto.  

Es decir, el fallo se fundamenta en que los convocantes no comunicaron con el tiempo necesario la reunión, requisito necesario al ser más de 20 personas las que se encontraron en Ferraz, pero no prejuzga el fondo del asunto y deja abierta la puerta de que, en el caso de cumplir los requisitos, se pueda celebrar el Rezo del Rosario, ¿seguro?

Pero al ver el fuerte y desmedido dispositivo policial desplegado en Ferraz, bien parece que lo que preocupa, o incluso molesta, no son los requisitos de forma, sino el fondo de la cuestión: que se rece en la calle.

En cualquier caso, no hay que 'facilitar' el trabajo a Marlaska y darle excusas para que prohíba la concentración pacífica: hay que convocar en tiempo y forma, aunque sea para todos los días y sine die.

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