Más que al Supremo, Sánchez y Conde Pumpido temen no poder manipular al Tribunal Europeo (TJUE), es menos manipulable que el Tribunal Constitucional (TC)
Dejemos a un lado el caso Koldo, porque, aunque es cierto que la denuncia de la corrupción sirve para muy poco, dado que la justicia es lentísima y dado que cada político exagera los casos de corrupción del adversario hasta otra mentira, entramos en la semana de la Ley de Amnistía, que debería ser aprobada antes del próximo viernes.
El asunto se ha judicializado pero sí hay algo que no debe hacer la justicia humana es lo que sólo está reservado a la justicia divina: juzgar intenciones. Así que tenemos que conformarnos con los hechos. Sólo hay que contemplar la estampa de los implicados -el señor Koldo o la señora Armengol- y la de sus defensores -el señor Óscar Puente o Patxi López, mismamente- para una conclusión rápida y casi definitiva: ¿les compraría usted a alguno de ellos un coche usado?
Pero como no podemos juzgar intenciones, el asunto se vuelve más difícil. Tenemos que acogernos a lo que tenemos, a los hechos.
Lo que tenemos es que Carlos Puigdemont, alias 'Puchi', no sólo no se arrepiente de nada, ni de la declaración unilateral de Independencia (DUI, no DIU) ni del referéndum, sino que, además, asegura, como todos los suyos, tan enloquecidos como él, que lo volvería a hacer.
Y ojo, a Moncloa y Cándido Conde-Pumpido, jurista de reconocido prestigio y presidente del Tribunal Constitucional (TC), no les preocupa que el Tribunal Supremo juzgue a Puchi por terrorismo. Lo que les preocupa es que cualquier juez español, o el propio Tribuunal Supremo, o el propio García-Castellón, presente ante la Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) una cuestión de prejudicialidad. Más que por lo que puede decir el Tribunal de Luxemburgo, en el que deposito una confianza muy menguada, porque ello dilate el proceso. Si hay algo que Sánchez no puede permitirse ahora es perder el tiempo. Además, el TJUE no tiene que tragar con ruedas de molino. Una sentencia suya -insisto, no me gusta casi ninguna- no puede ser manipulada por Moncloa, como por ejemplo, se ha hecho con el dictamen de la Comisión Venecia.
A Sánchez no le asustan los fracasos porque vive pagado de sí mismo, lo que le asustan son los fracasos que no puede ocultar, que no puede convertir en éxitos a través de la mentira.
La amnistía es una gran mentira, no sólo porque estás amnistiando a quien no se arrepiente de nada y asegura que volverá a hacerlo, sino por que la Ley de Amnistía, como bien ha quedado registrado en las hemerotecas, no se ha redactado como instrumento de concordia nacional, sino porque, para continuar en Moncloa, Sánchez necesita siete votos pervertidos, los siete diputados disparatados de Junts. O sea, como diría un pedante, por motivos espurios.
Y una cosa más; el mejor equipo de propaganda que existe en España, el que se arracima alrededor de la figura de Pedro Sánchez, allá en Moncloa, empieza a temer que la credibilidad -el crédito, como dicen ellos- de Sánchez, empieza a resquebrajarse.
El señor presidente ha cruzado tantas líneas rojas, ha practicado la impunidad de tal modo, que incluso le cuesta mantener el voto contra alguien y no a favor de nadie, que es lo que le ha permitido seguir en el poder durante casi seis años. Eso sería terrible, dicen en Moncloa.
¿Qué pasará esta semana de la amnistía? En principio, nada: Moncloa sigue anunciando un acuerdo con Junts y la aprobación del proyecto de Ley de Amnistía. Pero la batalla jurídica se presenta larga y no se sabe si Puchi, tendrá la paciencia necesaria para espera a poder pasear por la Diagonal (aunque seguirá residiendo en Bélgica). Pero el caso es que la imagen de Sánchez ha quedado muy tocada hasta para sus más acérrimos partidarios ¿Qué significa esto? No tengo ni idea pero sus asesores dicen que nada bueno... para el presidente del Gobierno.