El jueves se vivió cierta conmoción en Ferraz. El vodevil de la votación por la renovación, parcial, del Tribunal Constitucional, con Odón Elorza rasgándose las vestiduras y convertido en el guardián de las esencias... el mismo Odón Elorza que ni se inmutó cuando ETA asesinó a su jefe de la oposición en San Sebastián, el teniente de alcalde, del PP, Gregorio Ordóñez... pues hombre, da que pensar.

Pero el Sanchismo no es un partido, es una maquinaria de poder que habla mucho de ideología porque la necesita para mantener sus votantes. ¿O es que alguien cree que Pedro Sánchez cree en algo? El presidente del Gobierno sólo cree en alguien: en él mismo... pero necesita de lo que él llama 'consensos globales' y que son las barbaridades del nuevo paradigma global, como la ideología de género.

En tiempos de tribulación no hacer mudanzas: Sánchez prefiere seguir con el Gobierno Frankenstein y ensayar acuerdos parlamentarios, como el del jueves 11, con Pablo Casado

Pues a lo nuestro: el PSOE ha caído ayer de la burra. A pesar de los votos disidentes, se supone que 11, tres de ellos del PSOE y el resto de Podemos, lo cierto es que tras un acuerdo con el Partido Popular de Pablo Casado se renovó, parcialmente, el Tribunal Constitucional, y ahora irán detrás el Tribunal de cuentas, el Defensor del Pueblo, etc.

En resumen, se ha demostrado que el esquema de Iván Redondo tiene alternativa. No lo olvidemos, que fue Redondo quien llevó a Sánchez a La Moncloa pero su planteamiento no tiene por qué ser eterno. Iván convenció a Pedro de que tenía que llevar a los comunistas al Gobierno y prescindir de la derecha. Pero esa barbaridad, dos años después, ya sabemos dónde acaba. Ahora, de buena gana, Sánchez rompería con Yolanda Díaz, Ione Belarra, Alberto Garzón e Irene Montero. Todos ellos le tienes hasta las narices pero no se atreve a institucionalizar lo que el jueves ocurrió en el Congreso: es decir: un gobierno solitario del PSOE con apoyos parlamentarios del Partido Popular.

Lo que une a socialistas, comunistas y separatistas vascos o catalanes, es decir, a quienes para nuestras desgracia gobiernan España es la cristianofobia

En ese 'club TC' figuran la vicepresidente primera, Nadia Calviño, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, el titular de Exteriores, José Manuel Albares y Marisú Montero, titular de Hacienda. Todos ellos están hasta el gorro de los podemitas y, sobre todo, de la no podemita Yolanda Díaz, cuyo ego siempre da la vuelta a la esquina, bastante antes que ella.

En cualquier caso, los precitados piensan que otra política es posible: quieren que el presidente rompa con el Gobierno de coalición de Podemos.

Sánchez (PSOE) no es menos radical que Pablo Iglesias (Podemos) y es incluso más cristófobo: lo que ocurre es que viste corbata

No lo tienen fácil, porque Sánchez cree, como San Ignacio de Loyola, del que es fiel seguidor, por supuesto, que en tiempos de tribulación no hacer mudanzas: Sánchez prefiere seguir con el Gobierno Frankenstein y ensayar acuerdos parlamentarios, como el del jueves, con Pablo Casado. Entre uno y otro esquema se queda con los dos. Además, no olvidemos lo que siempre he dicho: lo que une a socialistas, comunistas y separatistas vascos o catalanes, es decir, a quienes para nuestras desgracia gobiernan España es la cristianofobia. Sánchez (PSOE) no es menos radical que Pablo Iglesias (Podemos) y es incluso más cristófobo: lo que ocurre es que viste corbata.

La estrategia de Ferraz pasa por romper el PP: tibios contra progres, derecha pagana contra derecha cristiana y socialdemócratas contra liberales. Todo con el fenómeno Ayuso por bandera. Y lo está consiguiendo, gracias a ese ser ideológicamente acuoso, llamado Pablo Casado.