El viernes 17 ha prometido su cargo como presidente del Gobierno Pedro Sánchez Pérez-Castejón: ha prometido por su conciencia y honor cumplir las obligaciones de su cargo con lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Constitución

Si algún día España sale del desastre en que nos está metiendo este no español, habrá que cambiar la fórmula y ponerla expresamente en la Constitución. Hay que jurar, nada de prometer, debía ser:

Juro, poniendo por testigos al soberano pueblo español, al Rey y la Constitución Española; ser leal al Rey, cumpliendo y haciendo cumplir la Constitución y las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, y guardar las deliberaciones del Consejo de Ministros. Si así fuere, se me premie y si no, se me demande.

Las promesas de personas, como al que hemos visto prometer el viernes, no comprometen a nada, son actualmente superficiales; pues al igual que de la mentira, podemos argüir que no mentimos, que cambiamos de opinión; con la promesa sobre todo si no se tiene ni conciencia ni honor ¡Qué es eso del honor! ¡Qué es la conciencia! Si están ya trasnochados.

Hay que jurar, que lo que está penado es el perjurio, y en el caso de cargos de la relevancia del que nos ocupa, ante el Presidente del Supremo, no ante un ministro/tra de Justicia, que además está cesada y, en consecuencia, en funciones. Y los demás ante un juez.

Ha prometido el cargo una persona que lo había prometido anteriormente por dos veces consecutivas. Que ha ejercido el cargo casi seis años. Y que en ese periodo no ha cumplido lo prometido. Ha faltado no una sino numerosas veces tanto a la lealtad al Rey como a la Constitución. Hay pruebas. Pero ha sido una promesa no un juramento ¡cómo vamos a acusarle de perjuro! Una persona cuya palabra, la ha arrastrado por el polvo del camino. Que a los efectos para los españoles, en una mayoría absoluta, no es creíble. Y que se ha permitido burlarse en sede parlamentaria y reírse de otro que por su honor no ha cedido al chantaje por el cual Pedro Sánchez Pérez-Castejón es presidente y él no.

¡Qué vergüenza! ¡Que dolor! Hoy 850 españoles se remueven en sus tumbas y otros 200 también, y miles  de heridos, y millones de españoles lloramos y preguntamos: ¿Majestad por qué tuvo que proponer, y en nombre de que Dios, a éste hombre para una investidura que ni se merecía, ni era digno de ella? No quiso ponerse colorado y se tendrá que poner rojo. Se lo advertí, como en su día a su Augusto Padre. Los españoles de bien no le vamos a echar pero podemos no defenderle, si Usted Señor no nos defiende.