Sean ustedes comprensivos con Pablo Iglesias. Tras su humillante derrota frente a Isabel Díaz Ayuso, abandonó, con el rabo entre las piernas, la política a lo Charles de Gaulle, convencido de que le iban a llamar, si no las masas, al menos sí su propia formación. Y entonces descubrió que las mujeres despechadas y cosificadas -y no hablo sólo de Irene Montero- no son afines a la gratitud -¿por qué habrían de serlo?- y que el pueblo no le amaba, sino que se dividía en dos: aquellos que no le sufren y aquellos que se divierten contemplando su deambular por la escena pública.

En cualquier caso, nadie le ha llamado y él permanece en su retiro.

Y entonces vino aquello. El lunes 11 de julio se convirtió en un vodevil de lo más divertido. Una tele, no precisamente podemita, asegura que el periodista Ferreras, de La Sexta, precisamente el que más pábulo otorgaba a don Pablo triunfador, había publicado, según Iglesias, una mentira, a cuenta de la utilización de paraísos fiscales por parte de Iglesias: "Sabe que es mentira porque se lo dije yo", aseguró el exvicepresidente, como si el mero hecho de que lo diga él, precisamente él, fuera una garantía definitiva de veracidad. Sólo un ególatra puede afirmar tal cosa.

Iglesias decidió que Yolanda Díaz, que no era de Podemos, fuera su sucesora, pero no podía prever que ejerciera como tal, ni el hundimiento de Podemos. Y Sánchez está feliz

En cualquier caso, RTVE se apresta al paripé y ya habla de que el periodista dio pábulo a un falsedad a sabiendas y ofrece la prueba de una conversación de Ferreras con Villarejo, otro maestro de la verdad.

En resumen, el desterrado Iglesias trata de volver al proscenio político de la misma forma embustera como trató de vencer a Ayuso: inventándose un atentado -esta vez mediático- contra su persona, ¿Se acuerdan de aquellas balas enviadas en un sobre de las que nunca más se supo y que sirvieron a don Pablo para montar el numerito antifascista en los medios y en los estudios centrales de la Cadena SER? Pues eso.

Para mí que el problema de Iglesias comenzó siendo de egolatría y ha acabado por ser un problema pinochetista. O sea, no de Pinochet, sino de Pinocho. Vamos, que su palabra tiene tanto crédito como su persona: ninguno... y que se ha sumido en el ridículo.

Esta vez se ha montado otro atentado, no violento, sino mediático y contra su periodista de cabecera, García Ferreras.

Iglesias es como el viejo chiste: nadie le escribe, nadie le llama... y se ve obligado a forzar un nuevo atentado contra su persona. Esta vez, atentado mediático.

Me da una pena...

¿Y cuál es la explicación política de toda esta macedonia? Sencillo: Iglesias decidió que Yolanda Díaz, que no era de Podemos, fuera su sucesora, pero no podía prever que ejerciera como tal ni podía prever el hundimiento de Podemos... por su culpa.

Y ahora, Pedro Sánchez, que no le soporta, está feliz.