Sánchez ya no suma, resta. Ahora, sólo hay que encontrar a alguien capaz de decírselo
Las sesiones de control al Gobierno se han convertido en algo de lo más previsible. Vox apagado y sin ideas, ha perdido su ímpetu renovador. Podemos insiste en sus salvajadas/mamarrachadas y el PP solemniza la obviedad -ejemplo, habla de la división del Gobierno- pero se muestra incapaz de ir al fondo de las cuestiones. Queda el PSOE -lo peor de todo, porque dirige el Gobierno-, rabioso contra el PP y servil ante sus colegas nacionalistas, separatistas, comunistas y pro-terroristas, que de todos ellos, no de algunos, depende la continuidad de Sánchez en La Moncloa.
Cada día que pasa, más demagogo: el PP ha pasado de ser el partido más corrupto de Europa al ser el partido de la banca y las eléctricas
Por su parte, en Moncloa el ambiente es de histeria: demasiadas, todas, la encuestas, anuncian que si no cambian las cosas, Sánchez está fuera. Y así, cada día sus pesadísimos discursos, interminables, suenan más a huecos y su constante presencia ante las cámaras de TV empieza a molestar. De hecho, en sus comparecencias parlamentarias, Sánchez ya no mira a la cámara, sino a las cámaras de TV.
Por primera vez en cuatro años, Pedro Sánchez no suma, resta... pero nadie se atreve a decírselo al jefe. Les podría pasar lo mismo que a José Luis Ábalos o que a Iván Redondo.
Pero el runrún continúa y el señor presidente anda al borde de un ataque de nervios. Naturalmente, ha decretado movilización general hasta las elecciones, con una sola consigna: destruir a Núñez Feijóo. Éste ha respondido con mucha moderación centro-reformista, que, en el caso del gallego, suele ir unida a mediocridad, otro concepto que también empieza por "m", pero la táctica le está proporcionando buenos réditos: no gana Feijóo, pierde Sánchez.
Feijóo es mediocre pero de Pedro Sánchez puede decirse lo mismo que sentenciaba Tomás Moro del demonio: lo único que no puede sufrir es que se rían de él, que no le tomen en serio
Al PP le basta: con un bagaje tan escuálido vencen a la inconmensurable egolatría y al imbatible narcisismo de un Pedro Sánchez a quien, como decía Tomás Moro del demonio: lo único que no puede sufrir es que se rían de él, que le tomen a broma.
Y su discurso resulta, cada día que pasa, más demagógico: el PP ha pasado de ser el partido más corrupto de Europa a ser el partido de la banca y las eléctricas mientras que el PSOE es el partido "de la mayoría social", otra neologismo político que nadie sabe lo que es pero suena a unanimidad: ¿mayoría social de qué y en qué?
En cualquier caso, Sánchez le ha visto las orejas al lobo y ha decretado movilización general: la campaña electoral para unos comicios que a lo mejor se celebran en diciembre del 23 o incluso enero del 24, ya ha comenzado. A partir de ahora, no se harán prisioneros.