El presidente de EEUU Donald Trump está librando una batalla geoestratégica, fundamentalmente económica, con China. Una batalla en la que está utilizando la herramienta de los aranceles.
La última decisión que ha tomado la Casa Blanca al respecto ha sido elevar los aranceles a los productos chinos nada menos que hasta el 145%.
Mientras que con Europa, Trump ha decidido dar tres meses de plazo para la entrada en vigor de aranceles, a lo que Bruselas ha respondido que también congela sus decisiones al respecto para los productos estadounidenses porque "queremos dar una oportunidad a las negociaciones”, aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen.
Pero, en el fondo, Trump lo que quiere es unir a EEUU y Europa (incluyendo al Reino Unido) en esa batalla contra China, en la que los tres actores representan nada menos que dos tercios del comercio mundial.
España y China celebran este año el 20 aniversario de su asociación estratégica integral.
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) April 11, 2025
Con el presidente Xi Jinping, he abordado el nuevo impulso que hoy damos a esa asociación, con la mirada puesta en el desarrollo de unas relaciones equilibradas y mutuamente beneficiosas y… pic.twitter.com/TG3r1KLBxm
Y en ese contexto, al presidente del Gobierno español se le ocurrió la brillante idea de viajar a China, y declarar que España "es un país profundamente europeísta que ve a China como socio de la Unión Europea (UE)".
Es decir, que Sánchez se estaría convirtiendo en el ariete de China para romper la unidad dentro de la UE. De ahí, la airada respuesta del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, quien señaló que el acercamiento de Madrid a Pekín "sería como cortarse el cuello”.
Pero ya sabemos que en la personalidad de Sánchez uno de sus rasgos principales es la egolatría, por eso, ha seguido erre que erre tratando de desempeñar una especie de papel de mediador entre la UE y China. Tan es así que ha asegurado desde Pekín que "España siempre trabajará para favorecer unas relaciones sólidas y equilibradas entre China y la UE (...). Una Europa fuerte contribuye también a la estabilidad y a la prosperidad mundial".
Sánchez ahondó más en ese supuesto papel de mediador, acorde con su megalomanía, aconsejando a Washington y Pekín que dialoguen: “Que tanto China como Estados Unidos hablen".
Y, cómo no, en sus declaraciones desde el gigante asiático salió a relucir uno de las obsesiones sanchistas, el alarmismo e integrismo climático, asegurando que China es "un socio imprescindible para hacer frente a los desafíos globales como el cambio climático y la lucha contra la desigualdad".
Y esto tiene su gracia porque todo el mundo sabe que a los comunistas chinos lo del cambio climático les da absolutamente igual -son los que más contaminan del mundo- y la lucha contra la desigualdad ni te cuento, porque tienen a esclavos trabajando en sus fábricas, en ese modelo que combina lo peor del comunismo y del capitalismo…
Así que, una vez más: Sánchez te has lucido y has hecho el ridículo mundial.