José Joly (AMI), Eduardo Olano (UTECA), Miguel Ángel Noceda (FAPE) y María Rey (APM)
Ya sorprende el colaboracionismo de la patronal de editores AMI, presidida por José Joly, o de televisiones privadas, UTECA (Eduardo Olano), con el Gobierno de Pedro Sanchez en su imposición de una férrea censura al periodismo independiente de Internet.
Pero se entiende, aunque no se pueda comprender: si algo molesta a los grandes editores son los pequeños editores, pero los señores de la prensa y de las teles deberían recordar que todo proceso liberticida empieza liquidando al pequeño ante el silencio del grande pero, una vez fagocitado el pequeño, el grande también se convierte en objetivo.
Por de pronto, el Gobierno, aliado con la colaboración de grandes compañías, continúa elaborando listas negras de periodistas y de medios independientes, contra todos los "sacos de mierda" que se atreven a criticarles. Esas listas señalarán a los anunciantes qué medios deben asfixiar económicamente
Ahora bien, aún sorprende más que los 'sindicatos' de la profesión, los curritos, es decir, las asociaciones de periodistas, empezando por la FAPE, presidida por Miguel Ángel Noceda y siguiendo por la antaño prestigiosa asociación de la Prensa de Madrid (APM), de la que soy miembro desde hace casi cuarenta años, presidida por María Rey, no hayan saltado como un muelle desde que, recién regresado de su espirituoso retiro de cinco días, el presidente del Gobierno amenazara con una normativa contra la libertad de prensa. Perdón, contra los pseudomedios.
Tanto es así, que don Pedro no se corta un pelo y, por de pronto, será él quien decida quién es periodista y quién no lo es, quién escribe en un periódico y quién en un pseudoperiódico.
En este sentido el silencio de patronales de editores y de sindicatos de periodistas, un silencio cobarde, de alineamiento con el poder, da miedo.
Y es que la prensa, tanto editores como periodistas han perdido su espíritu de contrapoder. Es decir, han perdido su esencia... y esa pérdida tiene su importancia.
El problema no está en el Gobierno sino en que las dos profesiones, editores y periodistas, han perdido su espíritu de contrapoder, a cambio de la comodidad de un periodismo intrascendente. Todo muy profesional
El hecho es que Moncloa prepara una normativa bolivariana para liquidar de forma definitiva la libertad de prensa. Luego irán a por la libertad de expresión, objetivo más difícil, al que hay liquidar con la estafa de los delitos de odio en la mano.
Pero entiéndalo: lo de la normativa no es más que una excusa institucional para el verdadero objetivo: que nadie se atreve a criticar a Moncloa. Así, el Ejecutivo continúa elaborando listas negras de periodistas y medios independientes, ya saben, todos los "sacos de mierda" que se atrevan a cuestionarles. Esas listas indicarán a los anunciantes a qué medios deben asfixiar económicamente. Y hay empresas que, para ganarse el favor del Gobierno, están colaborando en el señalamiento de 'los malos'.
Ahora bien, el problema no está en el Gobierno sino en que las dos profesiones, editores y periodistas, han perdido su espíritu de contrapoder, a cambio de la comodidad de un periodismo intrascendente. Todo muy profesional.
Aun más grave que el ataque a la justicia es el ataque a la prensa. Por el primero, el Sanchismo quiere controlar el poder judicial, pero le será más difícil controlar la justicia. Pero con la censura, o autocensura, de los periodistas, consigues controlar los contenidos e instaurar algo parecido al pensamiento único
Y cuidado: aún más grave que el ataque a la justicia es el ataque a la prensa. Por el primero, el Sanchismo pretende controlar el poder judicial, pero le será más difícil controlar la justicia, es decir, la labor cotidiana de los jueces y magistrados enfrentados a una demanda concreta. Pero con la censura, o autocensura, de los periodistas, consigues controlar los contenidos, de forma directa o, al menos, intentarlo e instaurar el pensamiento único.
Ciertamente, no lo lograrán pero insisto: el silencio cómplice de grandes editores y de las instituciones de representación periodística, da miedo. Al menos, yo, en casi 45 años de profesión, no recuerdo haber vivido algo parecido.
Y sí, luego irán a por la libertad de expresión, objetivo más difícil, al que hay liquidar mediante la estafa de los delitos de odio en la mano. La cosa consistirá, no en controlar a una profesión, sino en controlar a una sociedad entera -bajo el imperio de la ley, -'of course'-, porque todo aquel que se atreva a expresar una opinión políticamente incorrecta, será un odiador, que podrá ser condenado hasta a 4 años de prisión según el artículo 510 del Código Penal.