La chulísima reforma laboral y el Gobierno venden su lucha contra la temporalidad, pero se olvidan de la estacionalidad propia de sectores como la agricultura, la construcción y el turismo
Les contábamos en Hispanidad hace unas semanas que los datos de paro y de afiliación a la Seguridad Social correspondientes al mes de abril habían sido publicados por los ministerios de Seguridad Social y Trabajo: el paro bajó en 86.260 personas (-2,77%). El número de afiliados se situó en 20.019.080 cotizantes, tras aumentar en el último mes en 184.577. Y que el Gobierno nos vendía que la contratación indefinida seguía creciendo, hasta, cómo no, máximos históricos.
El Gobierno miente mucho, pero exhibe dos mentiras predilectas en cuanto a empleo se refiere.
Por un lado, siempre las comparativas con la serie histórica, es decir, nos comparamos con nosotros mismos, para ser el menos malo de los peores. E insistimos, la comparativa pertinente no es esa, sino con la OCDE, Europa y Eurozona. Y es que España es el país de la OCDE con mayor nivel de desempleo: el 13,5%, por delante del 12,9% de Grecia y del 8,3% de Italia, como recogió Hispanidad. Además, según datos de Eurostat, la tasa de Paro de la eurozona se situó el pasado mes de marzo en el 6,8%, y la de España en el 13,5%, es decir, casi doblamos.
Vamos con la segunda proclama que más les gusta repetir desde Moncloa, la reforma laboral acaba con la precariedad laboral porque los contratos indefinidos crecen y los temporales bajan. Pero si se analizan los datos, se observa que el aumento de los contratos indefinidos está estrictamente relacionado a dos hechos. Primero: prácticamente no dejan contratar de otra forma, y segundo, el auge de los contratos fijos-discontinuos.
Los contratos fijos-discontinuos se utilizan para trabajos que son estables, pero que se desarrollan de forma intermitente en el tiempo. Se trata de un contrato con fecha de inicio pero no de finalización, así se trabaja unos meses, aquellos en los que se concentra el empleo en su sector, y cuando se terminan van al paro, aunque figurarán como demandantes de empleo no desempleados.
Y es que sí, los empleos temporales han caído pero no todos se han convertido en estables, muchos de ellos se han transformado en ese fijo-discontinuo, que cuenta como fijo pero que es igual de precario o más que un contrato temporal. Si en abril de 2018, cuando Sánchez se hizo con el poder, se firmaron 22.300 nuevos contratos fijos discontinuos, en el mismo mes de 2022 se han suscrito 238.700. Los datos también muestran que más de la mitad del empleo indefinido creado en abril, un 51%, es a tiempo parcial o fijos-discontinuos.
Y es que la chulísima reforma laboral y el Gobierno venden su lucha contra la temporalidad, pero se olvidan de la estacionalidad propia de sectores como la agricultura, la construcción y el turismo. En resumen, se trata de quitar burocracida y reducir el mapa laboral a un sólo contrato, indefinido, con indemnización pactada de antemano y de suprimir las cuotas sociales, que es lo que provoca la economía sumergida.