Se iniciaba, en resumen, la era de Satán, con aquel capricho -de la casualidad, sin duda, pero recuerden que la casualidad es divina, la coincidencia humana- que dibujó la imagen 'artística' del jefe de los diablos en el humo provocado por la destrucción de una de las Torres Gemelas
Hace 23 años con un George Bush junior casi recién estrenado en la Casa Blanca, el amigo Bin Laden encargó a algunos de sus más fanáticos seguidores que secuestraran aviones y los lanzaran contra el corazón de Washington y de Nueva York. Varios de los intentos tuvieron éxito y consiguieron asesinar a casi 3.000 inocentes. Se iniciaba así el siglo XXI, la era de Satán, que se presenta en sociedad como el inicio del fin de la civilización cristiana occidental y de la III Guerra Mundial.
Hablo de fenómeno de nuestros días que, en un rasgo de genialidad porteña, el Papa Francisco ha definido como la III Guerra mundial por etapas. Se iniciaba, en resumen, la era de Satán, con aquel capricho -de la casualidad, sin duda, pero recuerden que la casualidad es divina, la coincidencia humana- que dibujó la imagen 'artística' del jefe de los diablos en el humo provocado por la destrucción de una de las Torres Gemelas.
Ahora bien, se trataba de un atentado islámico. El islamismo no es más que una mezcla imposible, de ahí sus contradicciones, entre cristianismo occidental y panteísmo oriental y el Islam, desde Avicena y Averroes, siempre ha constituido una superación del animismo pero con tendencia al panteísmo hindú, de suyo ateo.
George Bush no supo reaccionar sino a cañonazos y lo del ateo Barack Obama y su primavera árabe fue mucho peor: su pedestre chulería progresista relanzó el fanatismo islámico y el mundo BRICS
Lo que quiero decir es que los atentados del 11-S no sólo han sido un éxito como hecho terrorista y salvaje sino un éxito en el mundo del pensamiento. Sucedió en un momento en que Occidente había renunciado a sus principios cristianos y en él reinaba un relativismo ya muy acendrado, tanto, que había dado lugar aun nueva etapa: la era de Satán, es decir, la blasfemia contra el Espíritu Santo, ese pecado que no se perdonará ni en este mundo ni en el venidero.
En 2001 ya estábamos pasando del relativismo del "nada es verdad ni nada es mentira", todo depende del color del cristal con que se mira, lo propio de Europa desde el Mayo francés y la escuela de Francfort y como consecuencia lógica del modernismo (o de la modernidad, si lo prefieren) y entrábamos en la era de la adoración a la bestia, donde al mal se le llama bien y al bien, mal; a la verdad mentira y a la mentira, verdad; a la belleza fealdad y a la fealdad, belleza.
Mientras había caído el comunismo, gracias a un personaje llamado Karol Wojtyla, a quien los organizadores del 11-S también quisieron asesinar y entonces el leninismo tuvo que reconvertirse en democracia -¡Qué cosas!- y sobrevivir con otros nombres en una nueva etapa caracterizada por la lucha, ya abierta y descarada, ente el bien y el mal.
En cualquier caso, el presidente norteamericano George Bush no supo reaccionar sino a cañonazos y lo del ateo Barack Obama y su primavera árabe fue mucho peor: su absurda chulería progresista relanzó el fanatismo islámico, bajo la denominación de Califato Islámico, ISIS o como se le quiera llamar y disparó la histórica lucha ente sunitas y chiítas, con el pueblo elegido, los judíos, como enemigo común de ambos. La primavera árabe se convirtió en el infierno islámico.
La consecuencia quizás más peligrosa fue la orientalización del Occidente cristiano. Las nuevas formas de panteísmo, sobre todo el woke, inundaron la civilización cristiana y hoy constituyen el canon de Occidente
Dicho de otra forma, la idiotez de Obama, un hombre pendiente de si mismo y muy sensible al halago de los medios, creo asimismo el mundo BRICS (Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica), otro refugio del viejo marxismo con un único objetivo común: acabar con la civilización cristiano-occidental.
Pero insisto: Occidente es invencible siempre que sea fiel a sus principios cristianos, siempre, en resumen, que ande en verdad, porque su cosmovisión es la única que se corresponde con la realidad.
Desgraciadamente, el 11 de septiembre de 2001 la fidelidad de los países occidentales a esos principios era muy reducida. Y así, la consecuencia más peligrosa fue la orientalización del Occidente cristiano... sin necesidad de conflicto armado, aunque afectado -Armenia, el Sahel, Ucrania e Israel- por esa III Guerra Mundial por etapas o por trozos. Y tocado, el propio Occidente, Europa más pero también Estados Unidos, por las nuevas formas de panteísmo, sobre todo el woke, que han inundado la antigua civilización cristiana.
Sí, el 11-S de 2011 se inició la era de Satán. Tranquilos, está condenado a perderla... como siempre.