Un informe reciente del Grupo Cicero y el Instituto Americano del Petróleo, determinó que, frente a lo defendido por el presidente Biden, solo 2 de cada 18 puestos de trabajo del sector del petróleo y gas pueden adaptarse a las energías renovables
Lo verde resulta caro. Una de las máximas de este diario digital, que no solo se aplica a la política enérgetica del gobierno español, sino a todo el orbe occidental, que en las últimas décadas se ha apuntado al ecologismo radical. Ahora también EEUU, que durante la Administración Trump retornó a la senda de la cordura energética, vuelve a caer en el mismo error, con el progresismo que emana desde el Despacho Oval.
El presidente Biden habla alegramente acerca de la transición energética, como si fuera algo barato, y ha llegado a afirmar que “Cuando pienso en la lucha contra el cambio climático, pienso en nuevos puestos de trabajo”. Guiado bajo el progresismo radical, Biden ha apuntado al fin de la industria del gas y el petróleo y la apuesta por las energías renovables, como el culmen de su política energética.
Los líderes de la industria del gas y el petróleo tratan de contrarrestar el ecologismo agresivo de la Casa Blanca y su intento de acabar, a toda costa, con los combustibles fósiles. Sostienen que los combustibles fósiles seguirán siendo indispensables para la economía global por muchos años y que son imprescindibles para garantizar millones de puestos de trabajo, que sencillamente no pueden reconvertirse en trabajos de energía alternativa. Y no les falta razón.
Los combustibles fósiles seguirán siendo indispensables para la economía global por muchos años y que son imprescindibles para garantizar millones de puestos de trabajo
No obstante, los más asustados por la política energética de Biden son los propios trabajadores de la industria energética estadounidense y los sindicatos. Escuchemos las palabras de Shawn Steffee, representante de Boilersmakers Local 154, sindicato de Pittsburgh, en Pensilvania. Steffee afirma que los trabajadores que integran su colectivo son operadores de equipo, soldadores industriales y otros trabajadores de construcción pesada, que están especializados en la construcción y mantenimiento de plantas petroquímicas y gasísticas, y no en plantas solares o eólicas. Steffee defiende que se trata de buenos puestos de trabajo que afectan a muchos Estados, como la propia Pensilvania, pero también Ohio y Virginia Occidental y afirma que sus trabajadores son “hombres y mujeres muy especializados, que no tienen nada que ver con la industria solar o eólica”. En esencia, considera que la transición ecológica forzosa que pretende la Casa Blanca hará peligrar muchos puestos de trabajo de calidad y que la política energética de Biden es pura ideología, por cuanto recuerda que los trabajadores de estas industrias podrían contribuir a reducir la emisión de gases de efecto invernadero -que Biden pretende que se reduzcan en un 50% para 2030-, si se promoviesen procedimientos de captura de carbono, tecnología para la que recuerda que sus trabajadores sí están preparados.
Un informe reciente del Grupo Cicero y el Instituto Americano del Petróleo determinó que, frente a lo defendido por el presidente Biden, solo 2 de cada 18 puestos de trabajo del sector del petróleo y gas pueden adaptarse a las energías renovables, en gran parte, porque las granjas solares y eólicas requieren trabajadores menos especializados, en comparación con el sector de los hidrocarburos.
Shawn Steffee, del sindicato Boilersmakers Local 154, considera que la transición ecológica forzosa que pretende la Casa Blanca hará peligrar muchos puestos de trabajo de calidad y que la política energética de Biden es pura ideología
Pero no solo es que sean sectores positivos para el empleo, sino también para la economía general. Marc Marmo, CEO de Zelienople, una empresa de Pensilvania de fractura hidráulica ha advertido que, precisamente, en la segunda mitad del 2021, ha incrementado notablemente la demanda de producción de gas y petróleo y que han estado a mayor rendimiento que nunca, lo cual ha supuesto 500 nuevos puestos de trabajo, en palabras del directivo. Marmo recuerda que el sector es imprescindible para la región, y que miles de familias dependen del mismo directamente y también indirectamente, por cuanto ha favorecido el desarrollo de múltiples negocios complementarios en la zona. Marmo recordó también los difíciles años de la crisis de la industria en el Medio Oeste estadounidense, el denominado “Cinturón del Óxido” y que, gracias al sector de los hidrocarburos, la región pudo superar las penurias económicas y crecer a buen ritmo, teniendo en cuenta que ha sido una zona tradicionalmente deprimida económicamente. Y ha terminado ironizando que “empresas como Amazon no suelen tener planes de invertir en el Oeste de Pensilvania”.
Otro ejemplo del buen estado de salud del sector al que Biden pretende atacar es el de Deep Well Services, contratista de grandes compañías como ExxonMobil y Chevron, que ha contratado este año a 330 personas.
Mientras tanto, en el Senado la propuesta está paralizada. Biden sabe que necesita el voto unánime de sus legisladores demócratas, para así conseguir un empate 50-50 en la Cámara Alta y poder recurrir al voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris, en su condición de presidenta del Senado, y romper el empate. ¿Y cómo lo quieren conseguir? Con una de las grandes técnicas políticas características de la progresía demócrata, el acoso y derribo contra el que piensa diferente, en este caso, el senador demócrata por Virginia Occidental, Joe Manchin, que afirma que sería mejor que la Casa Blanca dejara de centrarse en las previsiones climáticas, para que apoye el proyecto estrella de Biden “Build Back Better” (“Reconstruir Mejor”), que recoge un gasto social de 1,7 trillones. Es decir, o Biden saca de su plan las medidas abusivas en lo relativo al cambio climático, o Manchin seguirá diciendo no, puesto que el Estado al que representa sería uno de los más afectados por los planes ecologistas de su jefe de filas.
Repetimos, lo verde sale caro.