La violencia de los manifestantes propalestinos ha ido in crescendo y se está convertido en un quebradero de cabeza para el presidente Joe Biden y los demócratas
Como hemos venido contando en Hispanidad, la violencia de los manifestantes propalestinos ha ido in crescendo y se está convertido en un quebradero de cabeza para el presidente Joe Biden y los demócratas.
No obstante, no es más que un nuevo capítulo de la ola de crimen, violencia y delincuencia que sufre Estados Unidos. El origen estuvo en las pasadas elecciones presidenciales de 2020, donde el movimiento marxista Black Lives Matter y el grupo anarquista Antifa, ejercieron de guerrilla callejera contra el entonces presidente Donald Trump, aupados bajo el manto del candidato presidencial del Partido Demócrata, Joe Biden, y de su formación política, que impulsó en el plano legislativo el movimiento “defund the police”, logrando que muchas de las principales ciudades del país con ejecutivo demócrata adoptaran medidas para eliminar la dotación y recursos de las fuerzas y cuerpos policiales.
Chicago, bastión demócrata y de la delincuencia
Sin embargo, parece que las tornas han cambiado, y quedando apenas seis meses para las elecciones presidenciales, es real el temor entre los demócratas a que el caldo de cultivo que ellos mismos han creado se les pueda volver en contra.
El caos en la cena de corresponsales, con los activistas propalestinos de extrema izquierda acosando a los invitados en pleno centro de la capital federal Washington DC, y la imagen de las fuerzas de seguridad impotentes e incapaces de contener a los radicales dio la vuelta al mundo. Del mismo modo, las imágenes de los mismos grupos radicales ocupando los campus de prestigiosas universidades como Columbia en Nueva York o UCLA en Los Ángeles, así como en muchos otros centros universitarios del país, han revelado el caos que han generado las políticas de Biden, que no es capaz de controlar a los propios movimientos radicales que su partido ha tolerado y promovido.
Como ocurrió en 1968 (Vietnam), en 2024 los miembros del Partido Demócrata están siendo devorados por sus propios radicales
Sorprende ver al progresista alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, exigiendo a los manifestantes cesar de inmediato las protestas y defendiendo la actuación policial en el campus de la prestigiosa universidad neoyorquina perteneciente al Ivy League o al propio presidente Biden afirmando que “existe el derecho a protestar, pero no el derecho al caos”. Solo le faltó apelar a ley y el orden del expresidente Trump.
Sin embargo, influyentes sectores del partido siguen apoyando a estos radicales, no hay más que ver a la congresista federal por Nueva York, Alexandria Ocasio Cortez, icono entre los jóvenes demócratas estadounidenses, arremetiendo contra la policía de Nueva York, que ha desalojado a los radicales del campus de Columbia asegurando que estas actuaciones policiales “ponen en peligro la seguridad pública”.
Entre los demócratas ha despertado el fantasma de 1968, año en que precisamente la Convención Nacional Demócrata al igual que en el presente 2024 tenía lugar en la ciudad de Chicago, y donde los activistas radicales contrarios a la Guerra de Vietnam generaron el caos…hasta el punto que el entonces presidente demócrata Lyndon Johnson no pudo ni acercarse a la convención de su propio partido ni visitar campus universitarios, dado que el Servicio Secreto no podía garantizar la seguridad del presidente. La imagen de fragilidad de los demócratas, que fueron devorados por el propio caldo de cultivo radical que habían creado tuvo su efecto en la urnas aquel año. El republicano Richard Nixon venció al vicepresidente y candidato demócrata Hubert Humphrey, y se convirtió en presidente de Estados Unidos, al segundo intento, dado que en 1960 había sido derrotado por el demócrata JFK.
Algunos demócratas se plantean si la elección de Chicago ha sido acertada, porque si bien la tercera ciudad más poblada del país es uno de los grandes feudos demócratas, también es una de las ciudades que está sufriendo especialmente la ola de violencia y delincuencia que asola el país. Y el temor es cierto, Biden sabe que no puede permitirse un escenario en que los propios activistas que él mismo ha protegido, generen el caos en su proclamación como candidato a la reelección y, al mismo tiempo, es consciente que sin un apoyo abrumador entre los jóvenes de 18 a 30 años, el principal granero de voto demócrata, no podrá mantenerse en la Casa Blanca.