Empecemos por el final: la UE será cristiana o no será. Así de simple. Sólo tenemos que pensar en los orígenes: los países que iniciaron la Unión eran seis, con seis idiomas diferentes, distintos en todo, pero con algo común con la suficiente fuerza para unirles: su fe cristiana: Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo e Italia. Pero en 2024 nos encontramos con una Europa muy distinta a la de 1950. No sólo descristianizada sino unida, esta vez, bajo el consenso del Nuevo Orden Mundial y la Blasfemia contra el Espíritu Santo, en una inversión de valores en la que el mal es pintado de bien y el bien de mal.       

En esa Europa de los cincuenta el Partido Popular Europeo era democristiano, que se distinguía de los conservadores -por ejemplo de los tories británicos- en que a los políticos el PPE les preocupaban 'los valores', que no eran otros que los valores cristianos. Por ejemplo, los derechos fundamentales, los de la primera generación de derechos, es decir, el derecho a la vida y la familia natural. Por ejemplo, la subsidiariedad. Por ejemplo, la libertad religiosa. 

En otras palabras, se llamaba democracia cristiana porque defendía los derechos cristianos y la democracia. Los conservadores lo único que defendían era el poder de los mercados y, quizás, del nacionalismo, noble o venenoso. 

Pero los populares, los que ahora representan la nueva democracia cristiana, son como los conservadores de antaño: buenos para gestionar pero incapaces de entusiasmar con un ideal. ¿El motivo? Tratan de dejar claro que su fe en Cristo nada tiene que ver su acción política, vamos unos auténticos esquizofrénicos: en la iglesia son católicos y en la calle demócratas, todo en pro del progresismo y el centrismo. 

Por lo que podemos asegurar que los partidos confesionales han desaparecido, han orillado su fe con tal de ser centrados y progres. ¿Resultado? Han surgido partidos a su derecha, los conocidos como ‘la extrema derecha’. Le Pen en Francia, los polacos de Paz y Justicia, en Hungría Orbán, en Italia Meloni, en España Vox, en Holanda una derecha atea, en Austria, Eslovenia, Eslovaquia, algunos son católicos, o al menos tiene un ala católica, otros directamente son derecha. 

Pero ojo, porque estos partidos no han surgido porque sí, sino una vez la democracia ha traicionado sus principios cristianos. Nadie quiere ser llamado ni identificado como socialdemocracia cristiana, eso puede ser ultra, y ningún europeísta moderno quiere relacionarse con la ultraderecha. Pero claro, cuando llegan líderes políticos sin complejos y exponen sus ideas, al público le gusta. ¿El problema? Corremos el riesgo de que esos líderes no sean cristianos, sino verdaderos conservadores sin valores cristianos. 

A lo mejor tendríamos que volver a la democracia cristiana.