El presidente estadounidense y su homólogo chino, Xi Jinping, vuelven a encontrarse cara a cara en la cumbre de Cooperación Económica Asia Pacífico
Desde hace tiempo en Hispanidad hemos advertido sobre la peligrosa influencia que el régimen comunista chino tiene en la Casa Blanca de Joe Biden. Nuevamente, este pernicioso influjo se puede observar en la guerra entre Israel y el grupo terrorista islámico Hamás.
Desde el comienzo del conflicto armado, China, a pesar de proyectar a nivel mundial su imagen como mediador, no ha sido imparcial y ha asegurado que Israel ha ido más allá de la autodefensa con respecto a los ataques terroristas de Hamás, no condenando con la misma rotundidad los salvajes asesinatos cometidos por los radicales islámicos.
Llegados a este punto, los analistas se preguntan si esta influencia del régimen comunista chino es el motivo por el que el presidente estadounidense Joe Biden envía señales contradictorias en este conflicto. Al mismo tiempo que manifiesta su supuesto apoyo a Israel y envía tropas estadounidenses a la zona, emite declaraciones contradictorias asegurando que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, no debe precipitarse a la hora de atacar a los islamistas en Gaza.
Una postura que, por otra parte, es conforme a la posición de su partido, dado que, como contamos en Hispanidad, los demócratas no condenaron de forma unánime los salvajes atentados de Hamás, e incluso destacados líderes del partido como la congresista Rashida Tlaib se negaron a valorar los salvajes actos terroristas del grupo fanático islámico, y aseguraron que Israel es un Estado que cometía un apartheid contra los palestinos. Una posición avalada por el movimiento marxista Black Lives Matter, protegido por los demócratas, que ha apoyado los salvajes atentados de Hamás, asegurando que se trata de un acto de autodefensa. Otro ejemplo lo tenemos en los campus universitarios estadounidenses, uno de los principales feudos demócratas y epicentro de la izquierda radical, donde la hostilidad hacia Israel es un hecho. Nada más y nada menos que en la célebre Universidad de Harvard, asociaciones estudiantiles mostraron su apoyo a Hamás y culparon a Israel de lo ocurrido. Todo ello pasando por el intento de asalto al Capitolio, por manifestantes radicales propalestinos.
Otros líderes del partido de Biden como las congresistas Alexandria Ocasio Cortez o Ilhan Omar también han mostrado condenas ambiguas de los hechos, centrando sus mensajes en pedir un “alto el fuego entre las partes”.
Un discurso ambiguo que ha sido adoptado por el propio jefe de filas demócrata, dado que el presidente Biden esta semana ha llamado “a una pausa en el conflicto”.
Sorprende también que en pleno conflicto armado, que se ha iniciado por los salvajes ataques de Hamás, y que han supuesto la muerte de un incontable número de inocentes, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, ha presentado la nueva estrategia nacional para combatir la islamofobia en Estados Unidos. Muy apropiado, sin duda, para el momento actual.
Todo esto se conoce la misma semana, en que la investigación sobre la corrupción del clan Biden que efectúa la Cámara de Representantes ha revelado un nuevo episodio. Así, según un memorando publicado el miércoles por el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, el presidente Biden recibió 40.000 dólares en fondos de CEFC China Energy, una empresa vinculada al Gobierno chino.