El Sahel es esa franja de terreno, desde el Atlántico al Índico, al sur del desierto del Sahara, frontera entre el África musulmana del Magreb y el África negra, que recorre, de oeste a este, Mauritania, con Senegal justo debajo, Mali, Burkina Faso, Niger, Chad, Sudán y Etiopía, con el Estado fallido de Somalia, a un lado. Un África pobre pero, hasta ahora, con alguna que otra excepción, serena.

Ahora la tranquilidad se acabó, los conflictos se suceden. De los disturbios ocasionales de Etiopía hemos pasado a una sangrienta lucha en el Sudán. Ahora, golpe de Estado en Níger y encarcelamiento del opositor en Senegal, el puerto desde donde salen los cayucos hasta las Islas Canarias y a quien Europa paga... para que no salgan demasiados. Si el Magreb era un polvorín, ahora el Sahel lo es más si cabe. Mientras, actúan los musulmanes, verdaderos desestabilizadores históricos de todo el norte de África, que, de Egipto para abajo, consideran que es lo más parecido a un mercado de esclavos. 

Francia, tras muchas amenazas a los golpistas de Níger, se dispone a evacuar a sus ciudadanos de Níger. O sea que ha perdido. Lo mismo harán Italia y España, tras el ridículo del ministro José Manuel Albares exigiendo la reposición en el gobierno del presidente. Primero estalló al Magreb, luego el Sahel, la cosa parece caminar hacia el sur pero, por eso mismo, del norte y del centro de África, cristianos y animistas huyen hacia Europa.