
El último Eurobarómetro ha proporcionado una alegría a Ursula von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea: por primera vez desde 2007, más de la mitad de los encuestados confían en Europa y, además, aseguran que el continente debe engrosar su presupuesto en defensa… y defenderse de Moscú. Justo lo que esta pidiendo la presidenta de la Comisión Europea, no porque tema que Rusia nos invada -una verdadera estupidez- sino porque es el miedo o el odio común a Rusia lo que vuelve a reverdecer el proyecto europeo, que cada día contaba con menos adeptos.
Curiosamente, los españoles nos desviamos del nuevo del sentir común europeo, pero no en el abandono de nuestras raíces cristianas -ese mal esta muy extendido por todo el continente- sino en la urgencia por la defensa y la seguridad.
Pero España queda muy lejos de Rusia y los españoles según el Eurobarómetro, creémos que esto de la defensa común no es prioritario, que lo que importa es la educación y la sanidad. Se trata del habitual complejo de superioridad moral de la izquierda progre española, dominada por una historial tan irritable como pacifista y tan rimbombante como indolente.
Ahora bien, en Europa hay dos tipos de belicismos: el que pretende reforzar la política de defensa, en la cual participa el Gobierno español para que nuevas empresas de defensa, tipo Indra o Navantia, no se queden descolgadas, y el que pretende restaurar el servicio militar obligatorio, con los países bálticos a la cabeza. ¿Acaso no ha dicho Trump que los europeos deben defenderse por sí mismos? ¿Quién se defiende mejor a sí mismo, el que dispone de tecnología punta en materia armamentista o el que posee ciudadanos convencidos de que la defensa de la patria común es cosa de todos? Pues para lograr esto segundo, lo más eficaz no es reforzar el bazar de las armas sino reinstaurar la mili en toda Europa.
Ahora bien, recordemos que el debate sobres rearme frente a Putin en España está viciado en origen. Aquí discutimos, incluso en el seno del Gobierno, si debemos aumentar el gasto en defensa desde el actual 1,2% del PIB al 2% en 2030, cuando Europa nos ha pedido, y lo estamos silenciando en España, mucho más: el 3% del PIB y para antes de 2030. Y encima, el ministro Óscar Puente, nuestro Churchill, natural de Valladolid, asegura que las nuevas vías del AVE y los nuevos trenes de Renfe pueden ser considerados gasto militar. Hombre, en Bruselas son un poco tontos pero no tanto.
Por su parte, a Pedro Sánchez le es igual Europa que España, lo que le preocupa es seguir en Moncloa. Por ello, se aferra al Eurobarómetro y al sentimiento beatíficamente pacifista de los españoles. Ni hablar de re-instaurar la mili y vamos a regatearle a Europa la inversión en rearme con unas excusas tan peregrinas que la progresía de izquierdas don Pedro está acabando con la paciencia de su hasta ahora amiga, la progre de derechas, doña Ursula.
En cualquier caso, algo sí puede darse por certificado: Europa ha abjurado de sus raíces cristianas, es decir, ha abandonado a su amigo Cristo, y se ha entregado en manos de la unidad que le proporciona el tener un enemigo común: Vladimir Putin. De entrada eso supone cambiar a Dios por un gitano, y nunca mejor dicho, al menos en la primera parte de la proposición y sin ánimo de ofender a los gitanos.
Desde luego, es una táctica equivocada porque ya hemos dicho que Putin forma parte del Occidente cristiano -aunque sea una poco bestia- y hay que atraérselo a la civilización cristiana occidental, tal y como intenta Trump, y no pelear con él, pero, antes que eso, lo cierto es que las naciones se han forjado alrededor de un ideal común, no de un enemigo común.
En cualquier caso, los españoles no deberíamos seguir escondiendo la cabeza en la tierra de la educación, la sanidad la investigación y otras cuestiones muy importantes, sí, pero que no dependen del erario público sino del talento privado. Ahora hay que regenerar Europa, que está enferma. En primer lugar, recristianizándonos. No hablo de rezar mucho -que también podría hablar de eso- sino de volver a la ‘cultura cristiana’ como base de la convivencia social, lo que implica prescindir del venenoso progresismo 'gender’ y woke.
En segundo lugar, sentir que debes defender a tu patria y tus valores, si es necesario con la vida. En tercer lugar, convencernos de que el enemigo no es Moscú, sino Pekín, Nueva Delhi y, en el mundo islámico, gentuza como Erdogan, Ben Salman, Mohamed VI o Hamas y Hezbolá. Putin no: Vladimir, que es un poco bestia, es cristiano y occidental pero, de eso, al parecer, sólo se ha enterado Donald Trump.