Ursula Von der Leyen podrá imponer el pensamiento único en materia de aborto, familia, etc... Y con el dinero de todos
Se consumó la felonía: el Tribunal de Justicia de la UE ha decidido que Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, puede multar a los gobiernos de Budapest y Varsovia si no se comportan según lo que doña Ursula llama los valores de la Unión Europea, y que no es otra cosa que la ideología de género que se ha impuesto en la Unión a golpe de directiva.
Por pura casualidad, los gobiernos de Mateusz Morawiecki y de Victor Orban son los dos únicos ejecutivos que defiendes los valores no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Pues bien, como Hungría y Polonia se niegan a aceptar como valor europeo, por ejemplo, el aborto, restrictivo en ambos países, doña Ursula ha decidido multarles con el dinero de todos. Es decir, quitándoles dinero que les correspondía de parte los fondos europeos, financiados a escote por todos los países miembros.
En Hungría empieza a crecer el movimiento Brexit, Polonia prefiera dar la batalla desde dentro
Las excusas son de lo más variopintas. Por ejemplo, en el caso polaco, la reforma judicial que pretendía finiquitar la judicatura de la era soviética. Por ejemplo, en el caso húngaro, la negativa del gobierno Orban a promocionar la homosexualidad en el país.
Lo cierto es que un huracán totalitario parece recorrer Europa. Como ejemplo, las amenazas de la comisionada de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Dunja Mijatovic (tiene bemoles que sea precisamente la comisionada de Derechos Humanos), que como hemos informado en esta misma edición, a Malta no sólo a legalizar el aborto sino a terminar con la objeción de conciencia de los médicos, que se niegan a perpetrar abortos.
Y otra consecuencia negativa. Hartos del totalitarismo de Bruselas tanto en Polonia como en Hungría empieza a surgir un movimiento de desafección hacia el proyecto europeo. Es el sentimiento Brexit trasladado al centro de Europa. Especialmente este sentimiento empieza a ser muy perceptible en Hungría, no tanto en Polonia. Los polacos prefieren cambiar Europa desde dentro, como afirmara su primer Ministro, Morawiecki. Pero el cabreo cunde.