El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, es un gran amigo del primer ministro belga Alexander De Croo (el cual se dio un batacazo electoral en junio y lleva cuatro meses en funciones porque los partidos belgas no se ponen de  acuerdo para elegir a su sucesor). 

En noviembre del año pasado, ambos, Sánchez y De Croo, protagonizaron un viaje conjunto a Israel en el que al presidente israelí, Isaac Herzog, le pidieron que su país cumpliese con la legislación internacional y protegiese a los civiles de Gaza. Herzog entonces les mostró un vídeo con escenas "muy duras" del ataque yihadista del 7 de octubre del que hoy mismo se cumple un año.

Además de eso, Alexander De Croo es un ultraprogre, seguidor del Nuevo Orden Mundial, empeñado en implantar políticas contrarias a la ley natural, como la ideología de género o el aborto. 

En ese contexto, el Papa Francisco visitó Bélgica la semana pasada, donde, en la tumba del Rey Balduino -que en 1990 abdicó durante unas horas para no verse obligado a firmar la ley del aborto aprobada por el parlamento belga-, se refirió a esa ley belga como "asesina", añadiendo que, como ahora, "las leyes criminales se abren paso". 

Y es que, en este momento, el legislativo belga tramita una ley para ampliar el plazo del aborto legal de las 12 a las 18 semanas. 

Luego, en el viaje de vuelta, en su habitual rueda de prensa en el avión, se refirió así al rey Balduino de Bélgica y al aborto: "El rey fue valiente porque, ante una ley de muerte, él no firmó y dimitió. ¡Hay que ser valiente! Se necesita un político “con pantalones” para hacer esto, hace falta coraje. Esta es una situación especial y él con esto también dio un mensaje. Y él también lo hizo porque era un santo. Ese hombre es santo y el proceso de beatificación continuará, porque me ha dado pruebas de ello. Las mujeres. Las mujeres tienen derecho a la vida: a su vida, a la vida de sus hijos. No olvidemos decir esto: un aborto es un asesinato. La ciencia dice que ya a un mes de la concepción están todos los órganos. Se mata a un ser humano, se mata a un ser humano. Y los médicos que se prestan a esto son -permíteme la palabra- sicarios. Son sicarios. Y esto no se puede discutir. Se mata una vida humana. Y las mujeres tienen derecho a proteger la vida. Otra cosa son los métodos anticonceptivos, eso es otra cosa. No hay que confundir. Ahora sólo hablo del aborto. Y eso no se puede discutir. Lo siento, pero es la verdad".

Pues bien: las palabras del Santo Padre sobre el aborto han provocado un seísmo en la clase política progre de Bélgica. Durante la sesión de control al Gobierno, fueron consideradas "una provocación" y "una injerencia" por la diputada ecologista Sarah Schlitz, y "retrógradas" y "patriarcales" por la socialista Caroline Désir.

A lo que el primer ministro en funciones se sumó con agrado porque De Croo opinó que las palabras del Papa "no son aceptables", sobre todo la calificación de los médicos que ejecutan abortos como "sicarios" y de la ley de 1990 como "ley de muerte": "No tenemos ninguna lección que recibir sobre la forma en la que nuestros parlamentarios votan democráticamente las leyes. El tiempo en el que la Iglesia dictaba la ley en nuestro país ha quedado felizmente muy atrás", recoge Religión en Libertad. 

Además, De Croo explicó que ha llamado al nuncio apostólico en Bruselas, monseñor Franco Coppola, para entrevistarse con él y decirle que "lo que ha pasado es inaceptable".

Es decir, que el Gobierno belga invita a un jefe de Estado a visitar el país e inmediatamente después de abandonarlo le pone "como no digan dueñas". Una actitud diplomática, la del Gobierno belga, la del primer ministro Alexander De Croo y la de los políticos belgas implicados, auténticamente vergonzosa...  

¿Le hubieran hecho lo mismo a Joe Biden o incluso a Emmnanuel Macron?