Acabo de escuchar los pomposos discursos de Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y de José Borrell, "ministro de Asuntos Exteriores" europeo: "Le dije a Putin que no vamos a cambiar derechos humanos por gas". Ridículo. Mire usted, señor Borrell, no se eche faroles: han abandonado a los ucranianos en las fauces del lobo ruso. No se han planteado el colocar tropas europeas frente al Ejército de Putin, antes de que invadieran.

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El problema de Borrell es que es un tipo listo. Por 'listo', concepto tirando a equívoco, entiendo que es un señor que no se engaña a sí mismo: lo de Ucrania es grave y lo es desde antes de los bombardeos rusos. 

Y el problema de Borrell es que es muy listo pero no es ni la mitad de listo de lo que él se cree. El ilerdense es de los que piensa que con el diagnóstico viene la terapia pero no se atreve a afrontar terapias agresivas para problemas agresivos. Cuando se declara un cáncer, Borrell no se engaña, sabe que es un tumor, pero no se atreve a administrar quimio.

Borrell es de los listos que son más amigos de la clarividencia que de la eficacia y como no confían en nadie -ni tan siquiera en el Dios en el que no creen-, el titular de Exteriores de la Union Europea ha soltado una frase marmórea que refleja tanto su impotencia como su desesperación: "Nos enfrentamos a la peste y la guerra, como en tiempos bíblicos, y esto no acaba".

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He aquí la 'evidencia científica' de cómo un hombre inteligente puede describir una situación apuntando bien y disparando mal, fallando en la segunda premisa y, por tanto, en la conclusión.

¿Que Occidente, empezando por el señor Borrell, ha menospreciado a Putin? Por supuesto. Occidente, como dijera Machado de Castilla, "envuelto en sus harapos desprecia cuanto ignora". Ahora bien, para rememorar la peste y la guerra -segunda premisa- no hace falta retrotraerse a tiempos bíblicos. Esto es una chorrada. El siglo XX ha sido, y el XXI lo está siendo, siglos homicidas, mucho más que los bíblicos, caracterizados, además, por una obsesión por el ensañamiento con el más débil -la marca de violencia de nuestra era no es la guerra sino el aborto- inexistente en los tiempos antiguos, mucho más civilizados. Al hombre bíblico las cosas le entraban por el corazón, al moderno sólo le entran por los ojos y confunde la realidad con una pantalla de móvil.

Vladimir Putin es otro problema pero nada tiene que ver con Borrell. El problema de Putin es el determinismo, que siempre degenera en fatalismo, el principal problema de la atormentada alma rusa. Putin sí cree en algo mientras Occidente, al menos nuestros dirigentes, no creen en nada. Y claro, el ateísmo es débil y está lleno de miedos, mientras el agnosticismo es impotente. Putin es un personaje inteligentísimo, más que Borrell, porque Putin sí cree en algo... e insisto, para presumir de agnóstico hay que ser muy tonto. De ateo, no digamos. 

Pero ahora Vladimir se ha equivocado. Se ha encontrado con una resistencia heroica por parte de los ucranianos que no se esperaba porque en su soberbia fatalista les ha menospreciado. Ha acertado al presumir que Occidente se quedaría cruzada de brazos porque Occidente no sabe defender sus valores... dado que se ha dado a la defensa de los contravalores y de estupideces como la ideología de género, pero se ha equivocado en pensar que la antigua república exsoviética se había occidentalizado tanto que no sabría defender lo suyo. Sí que sabe. Y ahora Putin amenaza con armamento nuclear, el armamento de los cobardes, donde para invadir otro país no arriesgas la vida de los tuyos sino que aprietas un botón y les aniquilas a cientos de kilómetros de distancia, cómodamente, mientras te bebes una cerveza.

El problema de Putin es el determinismo, que siempre degenera en fatalismo, el principal problema de la atormentada alma rusa. Putin sí cree en algo mientras Occidente, al menos nuestros dirigentes, no creen en nada

Dicho sea de paso, ¿me tomo a broma la amenaza nuclear putinesca? No, me la tomo muy en serio porque tengo en cuenta dos cosas:

Putin es un fatalista. Un personaje de lo más inteligente y capaz, mucho más que Borrell, arquetipo triste del nuevo Occidente desesperanzado, pero, insisto, es un fatalista. Un personaje muy capaz de hacerse el planteamiento letal: si me hundo que el mundo se hunda conmigo.

Respecto a Borrell, a Sánchez, a Biden, a Von der Leyen, a Macron, a Scholz, a Prodi, a los líderes occidentales... la verdad es que no espero mucho de ellos pero lo que tenían que haber hecho, y aún deberían hacer ahora, es mostrarle a Putin lo único que teme: un Occidente, que es tanto como decir una Europa, que regrese a sus orígenes, a sus orígenes cristianos. Traducido: si Putin situó 100.000 soldados ante la frontera de Ucrania, Occidente debió situar otros 100.000 en la frontera ucraniana, mirando a Rusia. ¿Para hacer la Guerra? No, para evitarla.

¿Pero eso ya no es posible? Sí que lo es. Por ejemplo, las amenazadas Suecia y Finlandia deberían entrar en la OTAN ya mismo, ahora, no mañana. Y a Ucrania hay que ayudarla con tropas, sí con tropas ahora, no mañana. Pero, para ser firme, que no violento, hay que creer en algo y estar dispuestos a arriesgar la vida por ello. Así se combate a Putin, no con quejumbrosas imágenes bíblicas como hace Borrell. ¿Y Biden y Sánchez? Esos dos son peores que Borrell. Tienen la misma cobardía, el mismo y viscoso agnosticismo que don Pepe y encima, se engañan a sí mismos. 

Recuerden: todo el que miente sobre la realidad acaba loco, pues la demencia consiste en eso: en negarse a ver la realidad.