Como buen progre, Lula no admite que ganó por la mínima.
Lo único que hay que recordar de las elecciones brasileñas del pasado domingo es que Lula de Silva, un radical de izquierdas, ha vencido por la mínima, por tan solo dos puntos de diferencia. Y Brasil, con más de 200 millones de habitantes, era el único gigante que le quedaba por conquistar al Nuevo Orden Mundial (NOM) en Iberoamérica, tras tomar el poder, con intención de no dejarlo nunca, en Colombia, Argentina, Chile, Perú o, el más peligroso de todos, México.
Mientras se mantenga en la justicia social, el mandatario brasileño triunfará... pero recuerden que eso no le gusta al Nuevo Orden Mundial (NOM), cuyo enemigo no es la pobreza, sino Cristo
Y todo ello con el habitual apoyo entusiasta del Nuevo Orden Mundial progresista, es decir, Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea... y al mismo tiempo, con el beneplácito de los BRICS: China, Rusia y Sudáfrica... se supone que enemigos de los anteriores.
A ver, Lula, has ganado por un apurado 51/49, así que tiende la mano a Jair Bolsonaro y gobierna en rojo, que no en progre. Mucho me temo que, ahora mismo, con el cadáver aún caliente, ya no piensas hacerlo, pero al menos, no vengas con la milonga de que luchas por los pobres y vulnerables.
Hispanoamérica vive un momento crítico, similar al de la teología de la liberación durante los años ochenta del pasado siglo: los tiranos progres, antes rojos, se multiplican.
Bolsonaro cederá el poder, a pesar de haber perdido por la mínima ante un ultra de izquierdas
Mientras Lula se mantenga en la justicia social, al que por cierto, el periodo un poquito liberal de Bolsonaro, ha contribuido más que todas las subvenciones de Lula da Silva durante su periodo, el mandatario Lula no llevará a Brasil al desastre. Pero recuerden que, al Nuevo Orden Mundial (NOM), la pobreza le tiene sin cuidado. El enemigo del NOM no es la miseria, sino el cristianismo.
Y a pesar de toda la novelería lanzada por los medios, por ejemplo, por RTVE, Bolsonaro cederá el poder pacíficamente, a pesar de haber perdido por la mínima ante un ultra de izquierdas.
Lo que no está tan claro es que Lula da Silva gobierne para todos, tal y como ha prometido. Entre otras cosas, porque si lo pretende así -sería muy loable- serán los suyos quienes se le echen encima.