Como hemos publicado en Hispanidad, en México, la nueva presidenta, la ultraizquerdista Claudia Sheinbaum, está superando los récords de ineficacia de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador (cuyo Gobierno registró 199.621 homicidios, el nivel más alto en la historia moderna del país), en su lucha contra la violencia y la delincuencia organizada.

Y es precisamente lo que denunció recientemente el cardenal Felipe Arizmendi, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, quien, en Aciprensa, aseguró que “hay hechos que confirman que en México gobierna el crimen organizado”. El purpurado aseguró disponer de “datos de primera mano” que confirman que las narcobandas "imponen el precio de casi todo, desde la tortilla y el huevo, hasta los materiales de construcción. Esto encarece todo, y no hay quien lo pueda evitar y controlar".

Un ejemplo reciente de ese horror de la violencia en México tenía lugar con el descubrimiento de una fosa en la que se encontraban restos de cuerpos humanos quemados por el grupo criminal mexicano Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), dedicado, entre otras cosas, a adiestrar a jóvenes secuestrados para pelear entre sí hasta la muerte, para divertimento de los jefes criminales.

En este contexto, esta semana, madres de hijos asesinados por estos métodos, le gritaron a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum: “Estamos hasta la madre del narco-Estado".

No es exagerado por tanto, decir, que en zonas de México, el Estado ha desaparecido, es decir, es un Estado fallido, donde las que imponen su ley -valgan la paradoja y el contrasentido- son las bandas criminales.