El ocaso de los neocon. Liz Cheney es cesada
Liz Cheney, congresista por Wyoming desde 2017, es la hija del exvicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, quien ocupó el cargo durante los ocho años de presidencia de George W. Bush. Liz, al igual que su padre, es una distinguida integrante de la cada vez más residual corriente neocon del Partido Republicano. Dicho movimiento se caracteriza por su postura agresiva e intervencionista en política exterior de consumo con el progresismo en materia social (ya saben, aborto e ideología LGTBI). Los neocon fueron la base ideológica de la errática presidencia de Bush hijo y sus principales integrantes Colin Powell, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y sobre todo el exvicepresidente Dick Cheney, quienes fueron los arquitectos de la injusta e ilegítima guerra de Iraq.
Liz, un auténtico calco ideológico de su padre, se distinguió por su oposición a Donald Trump entre las filas republicanas, cuya Administración desarrolló una política totalmente opuesta al pensamiento neocon, al establecer la defensa de la vida y la familia como uno de sus pilares fundamentales, junto con una ausencia total de intervencionismo en política exterior. Hasta el punto, de haber sido Trump el único presidente estadounidense en la historia reciente en no iniciar ningún conflicto bélico durante su mandato y haber conseguido históricos acuerdos de paz y reconocimiento mutuo entre Israel y diversas naciones árabes.
Liz votó a favor de condenar al presidente Trump en el segundo impeachment. Una postura que resultó un fracaso, dado que solo 10 congresistas republicanos votaron a favor de tal condena, por 197 en contra. Precisamente por ello, fue censurada por los propios republicanos de su Estado, Wyoming.
El cese de Cheney supone el ocaso de los neocons, lo cual es una gran noticia para EEUU y en particular para el Partido Republicano.
Sin embargo, la progresía mediática ha salido en defensa de Cheney. El odio a Trump genera sorprendentes alianzas, nunca imaginé que el progresismo que tanto martilleaba a la Administración Bush, acabaría ensalzando al clan Cheney.
Prácticamente ningún republicano ha salido en apoyo de Cheney. Aunque siempre hay alguna excepción, ¿A qué lo adivinan? Efectivamente, el senador por Utah Mitt Romney, quien, si cabe, odia todavía más a Trump que Cheney. Romney debería ir pensando en revisar sus postulados o bien abandonar el partido, dado el escaso cariño que le profesan los líderes y bases republicanas. La última muestra de afecto la recibió la semana pasada en la propia Convención de su partido en Utah, donde fue abucheado por los compromisarios republicanos.
La amplia mayoría de los congresistas republicanos, abiertamente trumpistas, han votado a favor de destituir a Cheney. El sentir mayoritario ha sido expresado por el congresista y presidente del Comité de Estudios del partido en el Congreso, Jim Banks, quien ha recordado que “todo el partido está unido en la oposición a la agenda radical de Biden, con la excepción de Liz Cheney”.
Una buena síntesis de la situación, dado que, tras su cese, Cheney ha afirmado “que trabajará para que Trump nunca vuelva a la Casa Blanca”. Quizás debería centrar sus esfuerzos en que no repitieran en la Casa Blanca Joe Biden y Kamala Harris.
Pero no sólo los legisladores republicanos aplauden el cese de Cheney, también las bases. En una encuesta publicada por The Economist, se refleja que el 61% de los republicanos suspendían la gestión de Cheney, por tan sólo un 18% que tenía una visión favorable de la misma.
Tras la marcha de Cheney, se perfila como su sucesora la joven congresista por Nueva York, Elise Stefanik, de apenas 36 años, una de las legisladoras que impulsó las demandas contra el fraude electoral en las elecciones presidenciales y reconocida trumpista. Es una de las nuevas estrellas emergentes del Partido Republicano y ha recibido el apoyo del líder de los republicanos en el Congreso, Kevin McCarthy, para ocupar la vacante.