Este texto forma parte del ensayo Restauración, de Pablo de Benavides, autor también de Señales del fin y que ofrecemos en exclusiva y por adelantado a nuestros lectores, para entender mejor lo que nos pasa y nos pasará.

La última semana muchos se han sobresaltado al escuchar a los políticos de Europa advertir del riesgo de guerra contra Rusia, por lo cual se nos recomienda disponer de una mochila de emergencia para 3 días (72h). Esta misma semana, Pedro Sánchez ha defendido en el Congreso la ampliación del presupuesto de defensa, lo que evidencia una vez más que existe una agenda por encima suyo a la que obedece sin rechistar.

Tendremos guerra. No porque Rusia esté tramando una invasión del continente como sugieren nuestros dirigentes europeos, sino porque nuestras élites están preparando algún evento que obligará a Rusia a dar el salto al vacío. El presupuesto de 800.000 millones de euros y la mochila de supervivencia son, como se dice ahora, parte del relato que los pirómanos están construyendo de forma gradual para que, cuando estalle la guerra, les demos las gracias por habernos advertido de una guerra de la que son culpables.

¿Están planificando un magnicidio como adelanté en Señales del fin allá por 2023? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que la guerra estallará y la lógica indica a quien entiende la relación de Rusia con la OTAN (que aquí se presenta de forma resumida), que será porque Rusia se verá acorralada. Lo sabemos porque ha sido revelado a numerosos videntes, incluidas unas niñas españolas en los 60’, las videntes de Garabandal como veremos al final.

Rusia invadirá Europa. Y no será como lo ha planteado ni la OTAN en sus juegos de guerra ni la Rand Corporation, donde un encontronazo entre ambas potencias apenas afectaría más que a los países bálticos. No, los tanques rusos llegarán hasta París y Roma, tras haber arrollado Alemania y Polonia a su paso. Sucederá en los próximos años, más pronto que tarde. El resultado será un desastre total. En su desarrollo temporal, primero lo será a nivel económico y después a nivel humanitario por la utilización de armamento nuclear táctico y estratégico. Pasará incluso a pesar de los esfuerzos de Trump por alcanzar la paz e iniciar una nueva etapa de colaboración entre Estados Unidos y Rusia, bien al final de su mandato o antes, si es asesinado.

En febrero de 2022 el presidente Biden avisó que no entraría en funcionamiento esa infraestructura y meses después, en septiembre, el Nord Stream II fue volado. Quien avisa no es traidor. Durante meses, nos dieron la matraca los medios de comunicación occidentales con que Rusia se había auto-inflingido el ataque

Una guerra con Rusia tendría varias consecuencias inevitables. Por un lado, el corte de suministro de combustibles. Nadie podrá ir libremente a la gasolinera a llenar el depósito, porque el combustible disponible será racionado por el gobierno, con lo que tendremos un nuevo confinamiento. Las cadenas de suministros mundiales colapsarán, en particular en Europa. Todo el tráfico de mercancías del Canal de Suez quedará paralizado. El nerviosismo llevará a la gente a acaparar todo tipo de alimentos. Se instaurará posiblemente un sistema de racionamiento y en la siguiente primavera, el bloqueo de la producción y exportación de fertilizantes (Rusia exporta casi el 20%) llevará a una gran caída de la producción alimentaria.

El pánico llevará a medidas que superarán las vistas durante el COVID. Salir a hacer la compra será una odisea. Habrá fuertes restricciones a la circulación de capitales, puede que incluso sea difícil conseguir dinero en efectivo y pagar con tarjeta. Durante algunos meses, nuestras supuestas democracias se convertirán en estados policiales de planificación centralizada, la vuelta del comunismo.

El inicio de las hostilidades conllevará un crack bursátil no menor que el de 1929, las primas de riesgo de Europa se dispararán a niveles de países africanos. Esto quiere decir que quien hoy tenga un millón de euros en acciones y fondos de inversión de renta variable, puede que pierda en pocas semanas más de 500.000€. Pérdidas que seguirán elevándose hasta alcanzar cifras cercanas a los 900.000€, tal y como sucedió a los inversores medios del Dow Jones Industrial tras el crack del 29. Eso si no es más. A los inversores en deuda pública y de grandes empresas, no les irá mucho mejor. Tendrán que hacer frente a pérdidas elevadas, con una situación en la que Alemania, el emisor público más seguro del mundo, entrará en bancarrota. Las primas de riesgo que se alcanzaron en los países del sur de Europa como resultado de la crisis financiera allá por el 2012, quedarán en nada al lado de esta nueva crisis. Quienes sólo tienen algunos ahorros en su banco, también sufrirán pérdidas, puesto que el maremoto financiero se llevará por delante bancos y aseguradoras, en una espiral que se llevará casi todo por delante. Quiebras y paro galopante serán el corolario.

La guerra que nadie espera supondrá verdaderamente el colapso de Europa y detrás de ella, el colapso económico de muchas naciones. Sólo hay un camino para evitarlo y la humanidad no quiere seguirlo: someterse al yugo suave de Cristo (Mt 11, 29). Hemos sido alertados pero nadie escucha al Cielo.

Rusia, el amigo de clase que no fue invitado a la fiesta. Vladimir Putin, convertido para muchos europeos hoy en una reencarnación de Hitler gracias a los medios de manipulación de masas, puso todos sus esfuerzos durante sus primeros años de mandato en ser aceptado en el club europeo. En 2000 se alzó con el poder en Rusia y desde entonces la tiene bajo su control absoluto. En 2002, abrió delegación diplomática en Bruselas desde la que intentó una aproximación mayor mientras desarrollaban conjuntamente colaboraciones en lucha contra el terrorismo, cooperación militar, cooperación contra la producción de drogas y contra el tráfico de armas. Un esfuerzo que continuaba la senda marcada por su predecesor, quien intentó en la década de los noventa la asociación de Rusia con la OTAN.

Sólo 5 años después de la apertura de la delegación de Rusia ante la OTAN, en la Conferencia de Seguridad de Munich de 2007, Putin condenó los esfuerzos de Estados Unidos por construir un mundo unipolar, donde EE.UU. se autoproclamaba guardián de un orden internacional supuestamente basado en reglas. Este orden basado en reglas, en realidad ni ha existido nunca ni es viable según sus críticos, tanto por la oposición interna en los países que lo promueven capciosamente, como externa, fundamentalmente la oposición de China y Rusia, que están promoviendo de forma acelerada lo que han dado en llamar un sistema multipolar. En aquella famosa conferencia, Putin criticó el acercamiento de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, criticó la configuración del sistema internacional basado en un falso sistema de derecho y alertó de la carrera armamentística que se estaba iniciando por la inseguridad provocada por las acciones unilaterales de EE.UU. en diversos países. Fue un aviso claro a los líderes occidentales. Entre líneas alertó de las consecuencias de pretender arrinconar a Rusia en la escena internacional. “Debemos reflexionar seriamente sobre la arquitectura de la seguridad mundial y buscar un equilibrio razonable entre los intereses de todos.”

Occidente hizo oídos sordos. Hoy las consecuencias saltan a la vista.

Como resultado de los ataques con misiles ATACMS a territorio ruso el 19 de noviembre de 2024, Rusia lanzó por primera vez en la historia un ataque con misiles balísticos ICBM (distancia intercontinental) e IRBM (distancia regional), misiles que avanzan a 3km/s con capacidad nuclear, contra los cuales la OTAN no dispone de ningún sistema defensivo. Rusia ya ha ordenado la fabricación industrial de estos misiles habiendo anunciado un ritmo de fabricación de 30 unidades/mes, lo que dotaría a Rusia desde mediados de 2025 de capacidad para hundir toda la flota estadounidense, incluso con previo aviso. Parece que no están consiguiendo avanzar tan rápido, pero en cualquier caso, este verano Rusia dispondrá de suficientes misiles balísticos como para comenzar una guerra relámpago

Un año más tarde, en su Cumbre de Bucarest, la OTAN dio un paso más al ver con buenos ojos la incorporación futura en la Alianza de Georgia y Ucrania y al decidir implantar defensas antimisiles en Polonia y en la República Checa, estrechando así más el lazo invisible sobre Rusia. Pocos meses después, Rusia tomaba cartas en el asunto interviniendo militarmente, cuando una Georgia envalentonada atacó la provincia separatista de Osetia del Sur.

Rusia, el eterno enemigo. En efecto, el país de mayor extensión y el que cuenta con las mayores reservas minerales y energéticas del mundo, aunque con una población de sólo ciento cuarenta y cuatro millones de habitantes, menos de la mitad de la de Estados Unidos o Europa, siguió siendo considerado como un enemigo a batir tras la disolución de la URSS.

Tras la caída de la URSS, la OTAN perdía su sentido parcialmente. La OTAN apostó por mantener a Rusia como enemigo. Poco a poco, al contrario de lo que se le había prometido en los noventa a Rusia, tal y como numerosas fuentes autorizadas han reconocido, se fue extendiendo la Alianza hacia el Este, cerrando cada vez más el cerco sobre Rusia, mientras un sector más realista, con Kissinger como voz más autorizada, alertaba del grave riesgo que conllevaba el avance hacia Ucrania. Esta opinión era compartida por muchos otros reputados analistas, diplomáticos y expertos en política internacional, como George Kennan, un afamado diplomático y estratega norteamericano experto en Rusia, que definió esta estrategia como “el error más fatídico de la política exterior de EE.UU. desde el final de la Guerra Fría. (…) La ampliación de la OTAN dañaría irreparablemente los esfuerzos de EE.UU. por transformar a Rusia de enemigo en socio.”

Ambos sectores estaban de acuerdo en el fondo: Ucrania era la pieza más sensible del sistema de defensa ruso. Ucrania era para Rusia como Cuba para EE.UU., el patio trasero en el que no podía dejar establecerse a su enemigo.

El sector del complejo militar-industrial estadounidense que a larga se consiguió imponer, teorizaba desde hacía tiempo sobre cómo trocear Rusia en varios países, lo que constituiría su destrucción como potencia internacional y evitaría de una vez por todas que pudiera alguna vez hacerle frente en la región euroasiática. La Rand Corporation, en 2019, bastante antes de la invasión rusa de Ucrania, estudiaba el coste de imponer distintas medidas contra Rusia, porque “sigue siendo un país poderoso que se las arregla para ser un competidor de la talla de EE.UU. en algunos ámbitos clave.”

Veamos ahora lo que teorizaba este lobby del complejo militar-industrial de EE.UU. unos cuantos años antes de la guerra de Ucrania.

Proporcionar ayuda letal a Ucrania explotaría el mayor punto de vulnerabilidad exterior de Rusia. Pero cualquier aumento de las armas y el asesoramiento militar de Estados Unidos a Ucrania tendría que calibrarse cuidadosamente para aumentar los costes que supondría para Rusia mantener su compromiso actual sin provocar un conflicto mucho más amplio en el que Rusia, por proximidad, tendría importantes ventajas.

Uno de los escenarios analizados, con beneficios moderados según los analistas y riesgos elevados era el siguiente:

Incrementar las fuerzas de EE.UU. en Europa, aumentar las capacidades terrestres de los miembros europeos de la OTAN y desplegar un gran número de fuerzas de la OTAN en la frontera rusa probablemente sólo tendrían efectos limitados sobre la extensión de Rusia. Todas las opciones aumentarían la disuasión, pero los riesgos varían. Un incremento general de las capacidades de las fuerzas terrestres de la OTAN en Europa -incluyendo el cierre de las brechas de preparación de los miembros europeos de la OTAN y el aumento del número de fuerzas estadounidenses estacionadas en lugares tradicionales de Europa Occidental- tendría riesgos limitados. Pero los despliegues a gran escala en las fronteras rusas aumentarían el riesgo de conflicto con Rusia, sobre todo si se percibiera como un desafío a la posición rusa en el este de Ucrania, Bielorrusia o el Cáucaso.

Los polacos tienen un presidente que a diferencia del nuestro, parece que le interesa la geopolítica y se informa de los trabajos de los think-tank de la OTAN. Por eso, este deseo expuesto en numerosos estudios pero no confesado por las élites políticas, fue abiertamente reconocido por el presidente polaco Duda, a quien se le fue la lengua con el tema, manifestando el deseo de vencer a Rusia para partirla en hasta 200 trocitos. La evidencia de que fue un desliz es que hoy es muy difícil encontrar noticias de medios de comunicación importantes con estas declaraciones, aunque por internet circulan los videos con las declaraciones, para quien quiera buscarlas.

Así pues, que Occidente (o al menos una parte de sus dirigentes) quiere desmembrar Rusia no es un invento de los líderes rusos por generar tensión y reforzar la unidad del pueblo ruso entorno a su presidente, sino una lamentable realidad. Y esto Trump no lo va a frenar, porque el trumpismo no tiene continuidad sin Trump.

Quien conozca un poco de historia y política europea, sabrá que la obsesión de Gran Bretaña siempre ha sido evitar una gran potencia en el continente. Fue precisamente un inglés, un tal Mackinder, quien en 1904 teorizó sobre la importancia de controlar Europa del Este. Lo saben los ingleses desde el s. XIX y los estadounidenses desde que se convirtieron en primera potencia mundial tras la Gran Guerra, que así es como conocieron la I Guerra Mundial quienes la vivieron. Y lo saben los rusos, principales interesados en mantener su posición en la región. Mackinder lo sintetizó así:

Quien gobierne en Europa del Este, dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland, dominará la isla mundial; quien gobierne la isla mundial controlará el mundo.

Para los intereses angloamericanos, el acercamiento entre Rusia y Alemania iniciado con Schröder y continuado por Merkel era un problema. Si continuaba esa alianza, la bicentenaria estrategia angloamericana podía venirse abajo. Ya no era sólo deseable un conflicto indirecto con Rusia, era necesario para la estrategia nacional.

Rusia, la eterna provocación

Pasaron los años. En Ucrania, un conflicto larvado entre el este pro-ruso y el oeste pro-occidental estaba a punto de salirse de madre. En 2012, el gobierno Ucraniano intenta cerrar un acuerdo con la Unión Europea. Rusia interviene y fuerza al gobierno a Ucraniano a elegir bando: mantener la relación con su principal socio comercial o romper relaciones. La balanza muestra claramente las consecuencias de seguir con el plan de aproximación a la UE y el presidente Yanukovich da marcha atrás. En Kiev, grupos organizados pro-occidentales comienzan el Euromaidán. Estamos a finales de 2013 y la larga sombra de las cloacas de EE.UU. cubre Ucrania. Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta y responsable de Estados Unidos para Europa, estaba muy interesada en lo que pasaba en Kiev, porque allí estaba comenzando a andar una nueva operación encubierta de EE.UU. para desestabilizar gobiernos, como las que tuvieron lugar en el norte de África un par de años antes y englobadas bajo el bonito nombre de Primaveras Árabes. En una conversación de Nuland con el embajador de Washington en Kiev, Geoffrey Pyatt, la diplomática dejó para la posteridad esta frase: “que se joda la Unión Europea.”  

Poco tiempo después, el 22 de febrero de 2014, el presidente de Ucrania abandonaba el país y daba paso a la formación de un nuevo gobierno. Rusia calificó de golpe de Estado el Euromaidán. No sólo ellos. El CATO Institute, un think-tank liberal nada sospechoso de apoyar los intereses rusos, comentando la hipocresía estadounidense respecto de la guerra de Ucrania llegó a reconocer que Yanukovich había llegado al poder a través de unas elecciones razonablemente libres, y por tanto:

Un respeto decente por las instituciones y los procedimientos democráticos significaba que debía poder cumplir su legítimo mandato como presidente hasta el fin de su mandato en 2016.

Ese mismo mes, diputados del este de Ucrania y Crimea pedían resistir el Euromaidán, lo que llevaría justo después a la anexión de Crimea por parte de Rusia, por ser el enclave de la flota rusa con salida al Mediterráneo. En septiembre de dicho año, Rusia y Ucrania, firmaban los Acuerdos de Minsk, para garantizar el mantenimiento de la paz en el este de Ucrania.

A algunos les parecía necesario reforzar la posición ucraniana. Así fue como en los años siguientes, Ucrania se reforzó con ayuda de países de la OTAN, rearmándose y volviendo a la carga con las políticas internas que se había comprometido a abandonar en Minsk. Por declaraciones de Merkel, parece ser que todo aquello formaba parte de un plan acordado por algunos países de la OTAN. Así, Minsk sólo fue una manera de ganar tiempo, un engaño a Rusia.

A principios de los años sesenta, la Virgen reveló a las videntes cántabras de Garabandal que Rusia invadiría Europa antes del Aviso y que el Papa viajará a Moscú, posiblemente para tratar de evitar la desastrosa guerra que se nos viene encima

A principios de 2022 ya era evidente para todos que los Acuerdos de Minsk eran papel mojado. Las hostilidades crecían en las regiones pro-rusas del este de Ucrania, donde una guerra no reconocida continuaba. A mediados de 2021, tanto Rusia como Ucrania, comenzaron a concentrar operativos cerca de la frontera, culpándose mutuamente de la situación. En febrero de 2022, las regiones de Donetsk y de Lugansk declaran su independencia unilateralmente. Acto seguido, Rusia reconoció a las dos repúblicas y aprobó el uso de la fuerza militar para defender a las dos nuevas repúblicas, movilizando tropas al interior de Ucrania, dando así comienzo a la guerra de Ucrania.

La propaganda de la OTAN ha estado trabajando a tope en Europa estos últimos años y con un alto éxito, hay que reconocerlo. En España, el relato pro-OTAN no tiene apenas oposición y quien ha osado hablar del tema ha sido acusado de trabajar al servicio de Putin. En cambio, quien haya seguido a personajes importantes de EE.UU., como John Mearsheimer, aclamado profesor de la Universidad de Chicago o Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia, sabe que la guerra de Ucrania ha sido un ataque deliberado de EE.UU. y que en realidad esa guerra no enfrenta a Rusia con Ucrania sino con la OTAN. No sólo es su opinión a toro pasado, sino que ya en 2015 en una conferencia John Mearsheimer apuntó lo que sucedería si EE.UU. daba ese salto al vacío. La gestión de Trump dejando a Europa y a Ucrania al margen para iniciar conversaciones de paz es otra muestra de ello.

La guerra comenzó por deseo inequívoco de EE.UU. y del mismo modo, por deseo inequívoco de EE.UU., se voló el Nord Stream II para evitar que entrara en funcionamiento una obra que aseguraba el acceso de Alemania al gas barato de Rusia. En febrero de 2022 el presidente Biden avisó que no entraría en funcionamiento esa infraestructura y meses después, en septiembre, el Nord Stream II fue volado. Quien avisa no es traidor. Durante meses, nos dieron la matraca los medios de comunicación occidentales con que Rusia se había auto-inflingido el ataque.

Así lo creyeron los de siempre, a pesar de que la lógica decía sin probabilidad de error que el sabotaje venía de un supuesto aliado de Alemania. La mayoría creyó a pies puntillas la verdad oficial y señaló como conspiranoicos o putinejos a quienes decíamos lo que era evidente. Casi dos años después, en agosto de 2024, el Wall Street Journal publicaba un artículo en el que se contaba la “verdadera” historia del sabotaje, supuestamente realizado por Ucrania con conocimiento de los socios de la OTAN. Historia que era una verdad a medias, puesto que la verdadera autoría intelectual sólo cabe asignársela a EE.UU. Así funciona la propaganda de la OTAN, durante dos años ponen a caer de un burro a los que osábamos discutir la versión oficial y al final no les queda más remedio que inventarse una historia que desvíe la atención sobre el autor real del atentado.

El 5 de noviembre de 2024, Trump se alzó con la victoria de las elecciones presidenciales de EE.UU. Tan sólo dos semanas después, la Administración saliente de Biden, autorizó el uso de misiles estadounidenses de largo alcance contra objetivos situados en territorio ruso, algo a lo que se había negado en reiteradas ocasiones porque supone incrementar el nivel de tensión con Rusia, quien ha alertado también en numerosas ocasiones que eso supondría la entrada en la guerra de la OTAN y por tanto, Rusia se vería obligada a fijar objetivos en territorio OTAN, como aseguró en agosto de 2024. Para cualquiera que siga sin apasionamiento esta guerra a través de fuentes de EE.UU., queda claro que el lobby militar vinculado al Partido Demócrata, el Deep State, estaba forzando la maquinaria para que escalase la guerra y dificultar los planes de paz de Trump.

Como resultado de los ataques con misiles ATACMS a territorio ruso el 19 de noviembre de 2024, Rusia lanzó por primera vez en la historia un ataque con misiles balísticos ICBM (distancia intercontinental) e IRBM (distancia regional), misiles que avanzan a 3km/s con capacidad nuclear, contra los cuales la OTAN no dispone de ningún sistema defensivo. Rusia ya ha ordenado la fabricación industrial de estos misiles habiendo anunciado un ritmo de fabricación de 30 unidades/mes, lo que dotaría a Rusia desde mediados de 2025 de capacidad para hundir toda la flota estadounidense, incluso con previo aviso. Parece que no están consiguiendo avanzar tan rápido, pero en cualquier caso, este verano Rusia dispondrá de suficientes misiles balísticos como para comenzar una guerra relámpago. Un aviso a navegantes que no parece que nuestros gobernantes se estén tomando en serio. Sólo Trump, que acto seguido citó al secretario general de la OTAN en su residencia de Florida para hablar de seguridad internacional y que llevará a cabo el acuerdo de paz si no se lo impiden.

Las provocaciones a Rusia han sido varias, entre las que destacan el ataque con drones sobre suelo ruso, las acusaciones de haber cometido crímenes de guerra de los que no se han aportado pruebas de que hayan sido los rusos, etc. De hecho, la matanza de Bucha tiene toda la pinta de haber sido provocada por Ucrania, quien no ha hecho ningún esfuerzo por clarificar lo ocurrido teniendo el control de la zona durante años y se ha negado a permitir una investigación internacional. Como con el Nord Stream, la falta de investigación es sinónimo de una mentira de la propaganda de la OTAN. Rusia ha sabido contenerse hasta la fecha y todo parece indicar que va a seguir haciéndolo puesto que en su opinión el tiempo juega en su favor y las medidas de Occidente contra Rusia, lejos de haberles postrado económicamente, les han reforzado.

Si Putin o Trump son víctimas de un magnicidio, la guerra a gran escala estará garantizada.

La doctrina militar rusa. La mayoría piensa que Rusia no tiene capacidad para entrar en una guerra frontal en Europa. Lo hacen nuestros gobernantes y la inmensa mayoría de mandos militares de la OTAN. Ven la guerra de Ucrania y piensan que si Rusia no puede hacer más, cómo va a poder algún día lanzar un ataque contra el corazón de Europa. Concluyen, por tanto, que esta explicación que escribí en noviembre de 2024 y revisé para este ensayo, es una completa alucinación, imposible de producirse. Y lo piensan porque no entienden la doctrina militar rusa ni la de la Alianza Atlántica y porque están bajo el exitoso efecto de la propaganda OTAN.

Rusia, a diferencia de lo que ha hecho EE.UU. y la OTAN en los conflictos de las últimas décadas, no arrasa infraestructuras civiles y menos, en Ucrania, un pueblo al que los rusos consideran hermano. Para muestra, el último ataque con el ICBM sobre Dniéper, que es la mayor ciudad cercana al frente y donde es imposible salir a cenar en fin de semana sin reservar previamente, algo completamente inimaginable si el agresor fuera EE.UU. quien nos tiene acostumbrados en sus numerosas guerras a ver su fuerza aérea bombardeando sin parar el país enemigo y a lanzar un rápido ataque por tierra cuando las defensas ya están aniquiladas. Es lo que hizo la OTAN en Sarajevo, como le recordó Jeffrey Sachs en una entrevista con Tucker Carlson. Durante días se bombardeó una ciudad llena de población civil para romper Serbia en dos y crear un nuevo estado, Kosovo, en el que la OTAN estableció posteriormente su mayor base militar en el sureste de Europa, acto vergonzoso que supuso un crimen de guerra sin lugar a duda y que, como eso del orden internacional basado en reglas es una farsa, quedó impune.

La doctrina militar de la OTAN se apoya en la superioridad de la fuerza aérea. Nuestra estrategia se basa en el control del espacio aéreo. Eso que es válido y se ha visto en las últimas guerras de invasión, lo es también en caso de defensa. Por el contrario, Rusia lo apuesta todo a la fuerza sobre el terreno. Por eso, Rusia tiene la mayor flota de tanques de combate del mundo, casi quince mil, mientras que entre España, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, no llegamos a mil trescientos.

Por otra parte, Rusia tiene el mayor arsenal nuclear del mundo, con armamento táctico que no tenemos en los países de la OTAN. Su doctrina nuclear acaba de ser revisada para hacer frente a las nuevas amenazas.

Rusia conoce su capacidad. Se sabe amenazada por la OTAN y está preparándose para la guerra. De entrada, es el único país del continente con un ejército con experiencia real en combate. Si entra en guerra abierta será a todo o nada, una cuestión de supervivencia. Por tanto, si hay guerra, será una guerra total en la que Rusia irá a ganar. Y eso, sólo lo puede hacer de una forma.

Cómo será el ataque

Si la estrategia militar rusa pivota sobre la fuerza terrestre y la europea sobre la fuerza aérea, Rusia deberá ser capaz de paralizar la fuerza de los países de la OTAN en Europa antes de adentrarse con sus tanques. Por tanto, Rusia comenzará su ataque con armamento nuclear táctico. Con bombas de pulso electromagnético, capaces de dejar inoperativo cualquier sistema electrónico en todo el continente europeo. A quien le interese, puede buscar en Wikipedia “ataque de pulso electromagnético” o “bomba arco iris”. De ese modo, la fuerza defensiva de la OTAN en el continente quedaría reducida a unas pocas unidades de aviones salvadas del ataque por estar resguardadas en hangares, pero que serían presa fácil de la aviación rusa en las siguientes jornadas. En cualquier caso, es posible que Rusia lance primero un ataque sobre Polonia para que la OTAN comience en territorio europeo su movilización, con lo cual, cualquier ataque con misiles balísticos a las grandes bases militares de Alemania tendría un mayor efecto.

El segundo paso del ejército ruso será entrar en Europa con la máxima cantidad posible de carros de combate. El ejército ruso podría adentrarse por el continente con tres brazos siguiendo tres rutas diferentes para doblegar rápidamente al enemigo, cada uno de ellos con entre tres y seis mil carros de combate abriendo el camino a varios millones de soldados. En total, un ejército invasor con hasta diez millones de soldados. Mantener un ejército así en orden de batalla requerirá de una capacidad logística sin precedentes, con líneas de suministros de miles de kilómetros. Ese será su punto débil.

El tercer paso será el control de los países invadidos sin contemplaciones. Todas las infraestructuras pasarán a estar bajo control directo de avanzadillas rusas que no se pararán a hacer presos. Si es necesario, se lanzarán ataques por adelantado con misiles de largo alcance. Hay que pensar que tras el ataque con bombas arco iris, media Europa estará sin internet y por tanto, sin posibilidad de comunicación y de pagar con medios electrónicos. Así que, querido lector, plantéate tener varios miles de euros en efectivo para poder manejarte en este escenario. En España, por la distancia, puede que nos libremos de estos efectos sobre las infraestructuras de telecomunicaciones y bancarias.

La peor parte se la llevará Alemania, que se convertirá en un erial. Polonia no tendrá nada que hacer, será aniquilada y después le tocará el turno de Alemania, Francia e Italia. Pero la distancia a los centros rusos ya comenzará a ser un problema y allí el ejército ruso perderá empuje. Sin embargo, la sorpresa habrá jugado a favor del lado ruso y sus tanques habrán llegado a París y Roma. El ejército ruso no tendrá capacidad de llegar a España. Demasiados kilómetros y los Pirineos de por medio. Francia estará herida pero no muerta y plantará cara a los rusos. Si nuestro presidente es inteligente, desoirá las voces de la oposición que le reclamen mandar soldados al frente, prometerá y no dará, cosa a la que nos tiene muy acostumbrados y que en esta ocasión, nos puede librar de una buena.

Llegado ese momento, si Francia consigue reorganizarse y plantar con éxito cara al ejército ruso, no es de extrañar que Rusia utilice armamento nuclear estratégico que podría arrasar las grandes capitales europeas, con Paris y Londres como principales objetivos.

¿Y EE.UU.?

Del 28 de junio de 1914, fecha en fue asesinado el archiduque de Austria Francisco Fernando y que dio comienzo la I Guerra Mundial, al 7 de mayo de 1915, día del hundimiento del Lusitania que activó la entrada de EE.UU. en la guerra pasaron poco menos de once meses. Por otra parte, de la invasión de Polonia por el ejército alemán, el 1 de septiembre de 1939, al ataque de Pearl Harbour, el 7 de diciembre 1941, fecha de la entrada de EE.UU. en la II Guerra Mundial, pasaron 26 meses.

EE.UU. no activará un ataque nuclear en caso de que Rusia haga uso de armamento nuclear táctico en el Viejo Continente, pues eso significaría la aniquilación mutua, de la que no tiene nada que sacar. Lo que podrá hacer es enviar sus aviones y buques de guerra hacia Europa, pero tendrá que evitar que sean víctima de un nuevo ataque con armamento nuclear táctico. En todo caso, no es cosa de un día para otro.

Además, debemos pensar que si Rusia lanza un ataque semejante, Corea del Norte, China e Irán no se quedarán mirando. EE.UU. tendría que elegir entre salvar a sus socios europeos o defender sus intereses en el Pacífico, porque China aprovechará para completar su collar de perlas tomando el control de Taiwán. Claramente, los intereses estadounidenses pivotarán al frente del Pacífico.

Además, todo esto suponiendo que EE.UU. esté en situación de prestar apoyo a sus socios, porque podemos pensar que si Rusia lanza semejante ataque, puede que sea por aprovechar una situación de debilidad de su archienemigo, situación que podría deberse a un cataclismo natural o a un conflicto social causado por un hipotético asesinato de Trump, por pensar en algo que podría llevar al país a una pseudo-guerra civil, tal y como muchos analistas han teorizado.

Las profecías

En 1989, en una reunión de servicios de inteligencia de la OTAN, el general español D. José María Sánchez de Toca dijo que “el Muro de Berlín en breve no será más que un montón de escombros.” Ante las preguntas sobre sus fuentes, ni corto ni perezoso, respondió:mis fuentes se basan en las apariciones de la Virgen María y profecías de santos, así como de fieles de reconocida piedad.” El 9 de noviembre de ese mismo año, las palabras del general español se hacían realidad.

Este general estuvo destinado en Alemania en el servicio de inteligencia de la Armada durante la guerra fría. Explica el mismo en su libro Los profetas del bosque, que cuando Rusia invadió Afganistán todos los servicios secretos de la OTAN se dedicaban a generar escenarios para analizar si aquello podía hacer estallar la III Guerra Mundial. Él descubrió que había una tradición multisecular de videntes en Centroeuropa que hablaban de tres grandes guerras. El libro recoge sus estudios al respecto. Contiene decenas de profecías que se han cumplido, relativas a las guerras napoleónicas y a las dos guerras mundiales, entre otras. Algunas sorprenden porque encajan a la perfección con el devenir de los intensos casi ciento cincuenta años que mediaron entre Napoleón y el inicio de la Guerra Fría.

Sánchez de Toca da numerosas referencias sobre una tercera guerra, como la del doncel ciego de Praga, del s. XIV, de la que se tiene constancia fehaciente existe una copia de 1602. El autor transcribe esta tradición a partir de una edición de 1972. habla de la historia de Europa desde tiempos de Francisco José, con referencias a la IGM y a la IIGM y a una nueva guerra que no se ha verificado todavía:

Estallará una nueva guerra que será la más corta.

El pueblo de Bohemia será aniquilado.

No habrá paz en Europa antes de que Praga sea un montón de escombros.

Otra tradición, la del Stormberger, que se remonta a 1706 y de la que se han conservado numerosas versiones del s. XIX, entre otras una de 1842 que transcribe Sánchez de Toca, dice:

Dos o tres décadas después de la primera guerra vendrá una segunda, aún mayor, que envolverá a casi todas las naciones del mundo. Millones de hombres morirán aunque no sean soldados. Del cielo caerá fuego y muchas ciudades estarán destruidas. Y después de la segunda guerra vendrá una tercera conflagración universal que lo determinará todo. Habrá armas totalmente nuevas. Morirán en un solo día más hombres que en todas las guerras anteriores juntas.

Otras profecías más modernas referidas por este general español, atribuidas al vidente bávaro Alois Irlmaier en 1950 y al hermano Adam, de Wurzburgo en 1949, dicen respectivamente que «los tanques vendrán del este y se dirigirán con gran velocidad hacia el Oeste. Las tropas rusas llegarán hasta el Rin» y que «una parte del ejército ruso avanzará subiendo desde Prusia, Sajonia y Turingia hacia el Rin, para alcanzar Calais y tomar el control de la costa»

Por último, el autor referencia unas Cartas del frente, obra de 1941, de un tal Andreas Rill de Untermülhausen, que transcriben las declaraciones de un preso francés de Alsacia. La segunda carta, fechada el 30 de agosto de 1914 dice:

Está en el número de años 4 y 5, entonces Alemania estará oprimida por todas partes y el segundo acontecimiento mundial toca a su fin (cumplida en 1945, año que terminó la Segunda Guerra Mundial).

El tercer acontecimiento mundial (…) Rusia invadirá el sur de Alemania y a los hombres corrompidos se les mostrará que hay un Dios que pone fin a este Acontecimiento (el Aviso anunciado en Garabandal pone fin a esta tercera guerra para evitar un desastre nuclear).

En el tercer acontecimiento, Rusia debe invadir Alemania, concretamente por el sur hasta Chiemgau y los montes escupirán fuego y los rusos se volverán dejando todos sus aparatos bélicos detrás. Todo el suelo hasta el Danubio y el Inn quedará arrasado y aniquilado. Los ríos estarán tan secos que no hará falta puentes para pasarlos. (…) En Rusia los que tienen el poder estarán todos aniquilados.

Hay más, las del padre Gregorio Findelen de 1946, o las de Alois Irlmaier, de las décadas de 1940-1950:

Cuando estalle la tercera guerra mundial, el mes de marzo será tal que los labradores ya cultivarán la avena (…) en el sudeste, dos hombres matan al tercer alto cargo (…) después del asesinato del tercero, la guerra se desencadena de noche (…) el enemigo viene en tres columnas desde el este para irrumpir en Alemania.

Todas apuntan a lo mismo: Rusia invadirá Europa.

Son muchas más las revelaciones privadas que hablan de esta guerra que nos acecha, algunas de las cuales aparecen mencionadas en Señales del fin. En el s. XII, Santa Hildegarda von Bingen, doctora de la Iglesia, profetizó que

La gran nación al otro lado del océano que está habitada por pueblos de diferentes tribus y linajes será devastada por un terremoto, huracanes y olas marinas. Será dividida, y en gran parte sumergida. Esa nación también tendrá muchas desgracias en el mar y perderá sus colonias en el Este a causa de un Tigre y un León.

La gran nación es Estados Unidos y las dos naciones representadas como un Tigre y un León hacen referencia con casi total seguridad a China y a Rusia.

A sor Elena Aïello, en 1954 le fue revelado de lo alto que:

Rusia luchará contra América y devastará Europa. El Rin rebosará de cadáveres y de sangre. También Italia será trastornada por una gran revolución (…) Rusia marchará sobre todas las naciones de Europa, en especial sobre Italia, y su bandera hondeará sobre la cúpula de San Pedro.

A principios de los años sesenta, la Virgen reveló a las videntes cántabras de Garabandal que Rusia invadiría Europa antes del Aviso y que el Papa viajará a Moscú, posiblemente para tratar de evitar la desastrosa guerra que se nos viene encima.

Por último, que tal guerra será nuclear, no sólo lo dice el sentido común a quien analiza cómo podrá darse esta guerra, sino que también fue revelado por la Virgen a los videntes de la familia Gregori en los años noventa en Civitavecchia, Italia:

Estáis por entrar en una guerra nuclear.

No son sólo las revelaciones privadas. La Biblia nos habla también de esta guerra que se cierne sobre nuestras cabezas y que nuestros gobernantes no sólo no hacen nada por evitar, sino que nos conducen a ella ciegamente. El profeta Ezequiel, allá por el S. VI a.C.  habló de esta misma guerra. Es la guerra de Gog y Magog. Gog es un pueblo del extremo norte que se ha identificado siempre con Rusia.

Aquel día, cuando Gog avance contra el suelo de Israel - oráculo del Señor Yahveh - estallará mi furor (Ez 38, 18)

Una guerra que involucra también a Persia, actual Irán, que se unirá en alianza a Rusia contra Israel. El profeta Zacarías dice:

Levanté los ojos de nuevo y vi un libro volando, de unos diez metros de largo y unos cinco de ancho (Zac 5, 1-2)

Libro es la traducción que se ha dado a rollo, que era su equivalente en tiempos de la redacción de esta profecía. La imagen de un rollo volador así encaja bastante bien con la de un misil de nuestros días como los ICBM rusos y otros misiles que Corea del Norte e Irán pasean en sus desfiles militares. Ese rollo volador es un misil, pero no un misil cualquiera:

Es la maldición que se extiende sobre toda la Tierra. (…) Lo que sale es un recipiente. Y añadió: es la perversidad de toda la tierra. Entonces se levantó una tapadera de plomo y había una mujer sentada en el recipiente. Me dijo: «Es la maldad.» La empujó dentro del recipiente y puso la tapadera de plomo (Zac 5, 3; 6-8)

Todo apunta a que ese rollo volador es un misil con cabezas nucleares. Si se calienta la guerra entre Israel e Irán, un contendiente lanzará una bomba nuclear. Ese contendiente, de acuerdo con la misma profecía, ataca a Sinar, el territorio bíblico asociado a la llanura fluvial situada en el valle formado por los ríos Tigris y Éufrates, lo que es consistente con el contenido de una carta enviada por santa Bernardita Soubirus, vidente de Lourdes, al papa León XIII, donde se dice que “una gran bomba caerá sobre una ciudad de Persia.”

Como vemos, las dos guerras abiertas de Israel y Rusia encajan a la perfección con las profecías. De todas formas, recordemos que éstas son profecías condicionales: la Virgen siempre nos recuerda que con oración y sacrificios, muchas de estas profecías se pueden anular o reducir. Pueden quedar en stand-by con los esfuerzos de Trump, pero volverán a reabrirse en cualquier caso sin Trump.

Quien lea todo esto antes de que se concentren los nubarrones para descargar su tormenta puede que se ría del autor. Pero cuando los tanques rusos avancen sobre Europa, los europeos no se reirán ni buscarán protección en sus actuales gobernantes. Nuevos líderes naturales, que no están hoy en política, se alzarán con el poder. La desgracia será tan tremenda que el miedo y la histeria colectiva se adueñarán de nuestras clases dirigentes, gobierno y oposición. Sólo unos pocos conservarán la calma y estarán en disposición de tomar las riendas. Sólo quienes nos estamos preparando psicológicamente para esta guerra atómica y quienes aguardamos con esperanza cristiana el cumplimiento de las profecías, mantendremos la calma y atraeremos sobre nosotros la atención de todos. De este ahora muy reducido grupo de conspiranoicos saldrán los líderes naturales que dirigirán la Restauración, que no se hará sin sufrimientos, puesto que la destrucción será de un nivel inimaginable.