La última, pero mañana será la penúltima, es que Vladimir Putin quiere quedarse con Crimea y con todo el territorio hasta la actual línea del frente, es decir, con todo el este de Ucrania, mientras que Trump aceptaría quedarse con la península de Crimea, que ya se había anexionado antes de la guerra. Lo cierto es que lo que Putin reclama es la zona donde la población rusa es mayoritaria, lo que ha conquistado hasta el momento. 

Ahora bien, en Hispanidad hemos insistido en que la paz no saldrá de un reparto del territorio ucraniano. La paz entre Moscú y Occidente llegará cuando Occidente logre atraerse a Moscú, cuando Putin se integre en la civilización cristiana occidental y prescinda de China. No se trata de firmar la paz con Rusia sino de la integración de Rusia.

¿Qué eso es más difícil de conseguir? ¡Hombre, pues claro! Pero no deja de ser la única forma de lograr una paz duradera, de ir al fondo de la cuestión. De otra forma, antes o después, Rusia intentará invadir Europa con una guerra nuclear táctica. 

Un curioso fatalismo se ha instalado en Ucrania. Putin parece haber olvidado que el objetivo final no es ganar la guerra de Ucrania. El peligro real estriba en que Rusia se aleje de China y los  deseable es que la primera reingrese en el Occidente cristiano, del que nunca debía salir

En cualquier caso, la Administración Trump, en concreto por boca del secretario de Estado, Marco Rubio, ha empleado una ironía: asegura que no percibe "entusiasmo", ni en Ucrania ni en Rusia, por la firma de un acuerdo de paz y que, por tanto, Estados Unidos, que no es combatiente sino mediador, amenaza con retirarse. Y todo el mundo sabe que si Estados Unidos se retira de la mesa de diálogo, no habrá paz. La amenaza de la Casa Blanca, por tanto, no es baladí. 

Y lo que es peor: Vladimir Putin parece haber olvidado que el objetivo no es la paz con Ucrania sino con el conjunto de Occidente, de la civilización cristiana. El objetivo es que Rusia deje a China y se pase al Occidente cristiano, del que nunca debió salir. 

Si, por el contrario, el Kremlin se empeña en revivir el histórico fatalismo ruso, Putin se verá casi obligado a invadir Europa. 

¡Eso es imposible! Bueno, una invasión terrestre, con guerra clásica sí que lo es. Una invasión que conlleve nuevos ataques sobre misiles nucleares tácticos, es decir que destruyen las fuerzas enemigas y a millones de civiles, sí que lo es. En guerra nuclear táctica, limitada, aunque los adjetivos nuclear y limitada casen mal, Moscú es una gran potencia. 

Y si no se llega a una paz en Ucrania, entonces todo eso puede suceder, por que lo que Moscú, no Kiev, es el que no puede aguantar indefinidamente, una guerra de desgaste como la actual, donde las armas las pone Occidente y los muertos Ucrania... y también Rusia.

Además, su prestigio militar está por los suelos: Putin, no amenaces al mundo cuando eres incapaz de conquistar Ucrania. Aún así, se ha puesto arrogante y, sin atacar directamente a Donald Trump, no le hace ni caso.

Cuando consideras inevitable la destrucción global tampoco te importan las destrucciones e injusticias parciales, en el presente

Al Papa, el otro mediador posible, ni le atiendieron. Nadie le hizo caso porque el Papado ha perdido toda autoridad moral sobre los cristianos rusos. Y la Unión Europea... bueno la UE es un ente de ficción, con 27 países miembros enfrentados entre sí, cada uno con un ideario, a veces tan enloquecido como el woke de Pedro Sánchez, pues el peligro de que la situación se descontrole, no en Ucrania, sino en el conjunto de Europa, es algo más que una posibilidad remota.

Mucho ojo con la guerra nuclear porque el fatalismo frente a la guerra nuclear global empieza a imponerse tanto en Occidente como en Oriente, una guerra que muchos consideran inevitable... pero no lo es. Convendría que Estados Unidos no tirara la toalla y que Putin dejara de engañar a Occidente con altos el fuego que utiliza para atacar a Ucrania donde más le duele: en sus civiles... como convendría que Zelenski controlara mejor a sus mandos militares.

Hablo de fatalismo determinista porque, cuando consideras inevitable la destrucción global, como una cuestión de futuro ineludible, tampoco te importan las destrucciones e injusticias parciales, ahora, también en el presente.