La derrota de Liz Cheney supone el punto final del neoconservadurismo en el Partido Republicano y una victoria para el trumpismo
Nuevo revés para la progresía mediática y el sector antitrumpista del Partido Republicano. Su principal representante, Liz Cheney, ha sido derrotada en las primarias republicanas de Wyoming, con lo que no podrá revalidar su cargo como congresista.
La derrota de Cheney supone el punto final del neoconservadurismo en el Partido Republicano.
El odio que Cheney profesaba a Donald Trump hizo que la progresía mediática la convirtiera en una suerte de heroína, si bien el único mérito de Liz era ser la hija de quien en otros tiempos fue uno de los hombres más poderosos del establishment histórico del Partido Republicano: Dick Cheney, que sirvió como alto cargo con tres presidentes republicanos. Primero como jefe de gabinete de la Casa Blanca con Gerald Ford, posteriormente como secretario de Defensa con George Bush padre y por último, como vicepresidente de Estados Unidos durante la presidencia de George Bush hijo. Con él, el neoconservadurismo se convirtió en la fuerza dominante entre los republicanos, un movimiento ideológico que se caracterizaba por su postura agresiva e intervencionista en política exterior de consuno y con el progresismo en materia social, con apoyo entusiasta del aborto, el matrimonio gay y la ideología de género. Fue el propio Cheney, junto con otros iconos neocon como Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice o Colin Powell, el arquitecto intelectual de las guerras de Afganistán e Iraq, que además de ser un desastre para la primera potencia mundial, convirtieron a George Bush hijo en uno de los peores presidentes conservadores de la historia estadounidense, abandonando la Casa Blanca con unos lamentables datos de popularidad. Con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, el neoconservadurismo fue desplazado, y los conservadores americanos recuperaron sus valores tradicionales cristianos, fijando como pilares fundamentales del partido la defensa de la vida y la familia tradicional, la independencia energética frente al ecologismo radical, la rebaja de impuestos y la protección de la libertad económica y la ausencia de intervencionismo en política exterior, poniendo fin a las absurdas contiendas bélicas incoadas por los neocon y apoyadas también por los demócratas.
Con la llegada de Trump a la presidencia de EEUU, los conservadores americanos recuperaron sus valores tradicionales cristianos, fijando como pilares fundamentales del partido la defensa de la vida y la familia tradicional, la independencia energética frente al ecologismo radical, la rebaja de impuestos y la protección de la libertad económica y la ausencia de intervencionismo en política exterior
Liz Cheney se labró el descrédito entre el electorado republicano, por su papel protagonista en la farsa del Comité de Investigación del Asalto al Capitolio. Una comisión que, desde su nacimiento estuvo viciada de irregularidades. El año pasado, cuando tuvo lugar su constitución, el líder republicano en el Congreso, Kevin McCarthy, designó una serie de congresistas republicanos para formar parte de la comisión. Sin embargo, la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, los vetó afirmando que “sería ridículo que congresistas favorables a Trump formaran parte de la Comisión”. McCarthy cargó contra Pelosi señalando que, la elección de los integrantes de la comisión se había realizado en base a que todos ellos compartían la misma narrativa preconcebida por los demócratas.
La postura de Pelosi supuso la censura de la práctica totalidad de los republicanos, dado que la inmensa mayoría de los congresistas republicanos son trumpistas, al igual que lo son las bases del partido. De hecho, en el segundo impeachment a Trump que, precisamente era por los hechos ocurridos en el Capitolio, 197 congresistas republicanos votaron en contra y solo 10 a favor, resultando nuevamente declarado inocente el expresidente Trump. A pesar de ello, Pelosi vetó a todos los republicanos designados por McCarthy, y sólo admitió a dos republicanos: Adam Kinzinger y Liz Cheney, “casualmente” de esa minoría de 10 congresistas que votaron en contra de Trump. Cheney, no solo aceptó formar parte de ese fraude, sino que además fue elegida como vicepresidenta del Comité, y utilizó el mismo como un altavoz para erosionar al expresidente Trump.
La derrota de Cheney es especialmente dura para la progresía mediática, no solo porque Cheney era la legisladora republicana que más se había enfrentado públicamente a Trump, sino que se había erigido en líder y portavoz del sector antitrumpista republicano, que con esta derrota confirma que su papel en el partido es absolutamente irrelevante.
Y Cheney no solo ha sido derrotada, sino que ha sido vapuleada por la candidata Harriet Hageman, avalada por el Partido Republicano del Estado y por el expresidente Trump. Así, Hageman ha obtenido el 66,3% de los votos de los electores republicanos de Wyoming, por apenas un 28,9% que ha apoyado a Cheney.
Cheney era la legisladora republicana que más se había enfrentado públicamente a Trump y se había erigido en líder y portavoz del sector antitrumpista republicano, que con esta derrota confirma que su papel en el partido es absolutamente irrelevante
Tras meses de sufrir insultos y descalificaciones por parte de Liz Cheney, Donald Trump le ha dedicado un recado, tras ser derrotada masivamente en las urnas, recordándole su lamentable papel como aliada de la progresía mediática de la farsa del Comité de Investigación del Asalto al Capitolio:
“Felicitaciones a Harriet Hageman por su gran y decisivo triunfo en Wyoming. Es un resultado maravilloso para Estados Unidos y una completa represalia contra el Comité de Políticos Matones y Vendidos. Liz Cheney debería avergonzarse de sí misma, de la forma en que actuó y de sus palabras y acciones rencorosas hacia los demás. Ahora puede al fin desaparecer en las profundidades del olvido político donde, estoy seguro, será mucho más feliz de lo que es ahora. ¡Gracias, Wyoming!”.
Cheney, imbuida de una soberbia que solo puede alcanzar alguien que por cuna se cree con derecho a obtener todo lo que le plazca, no ha hecho autocrítica alguna pese a haber sido aniquilada por los electores republicanos en las urnas y se ha limitado a señalar que “esta elección primaria ha terminado, pero el trabajo real comienza ahora”. Dejando entrever así, una posible candidatura presidencial de cara a las primarias presidenciales republicanas de 2024. No sabemos bien con qué apoyos internos pretende impulsar su candidatura, dado que como analizamos en Hispanidad, los sondeos reflejan que el trumpismo es la corriente hegemónica en el partido, hasta el punto de que como reflejan los sondeos, Trump es el candidato preferido por las bases republicanas, y solo a gran distancia y en defecto de Trump, el único candidato alternativo sería el gobernador de Florida y líder del trumpismo a nivel institucional, Ron DeSantis. Llama la atención la osadía de Cheney, quien el mismo día que ha sido borrada en las urnas por sus compañeros republicanos, pretenda ser candidata presidencial republicana.
Y el camino de Cheney, también lo han seguido la gran mayoría de los congresistas antitrumpistas. De los diez congresistas republicanos que votaron a favor del segundo impeachment al expresidente Donald Trump, cuatro de ellos -Adam Kinzinger, Anthony Gonzalez, Fred Upton y John Katko- ni siquiera se han presentado a la reelección dadas las nulas opciones que tendrían de ser elegidos como candidatos por los propios republicanos; cuatro se presentaron y fueron derrotados en las primarias republicanas por candidatos trumpistas, este ha sido el caso de los congresistas Jaime Herrera Beutler, Tom Rice, Peter Meijer y la propia Liz Cheney;y solo dos, David Valadao y Dan Newhouse, han logrado salir airosos y serán candidatos a la reelección.