En Venezuela, el dictador Nicolás Maduro acaba de tomar una medida que habla bien a las claras de la ineficacia del chavismo: ha reducido la jornada laboral semanal a 13,5 horas, desde las 40 establecidas. De esta forma, la atención en las oficinas estatales se reduce a tres días a la semana, con jornadas de cuatro horas y media.
La excusa que ha puesto el tirano ha sido que se necesita ahorrar energía para poder enfrentarse a las consecuencias de la sequía. Pero lo ha hecho acudiendo a los tópicos progres de la «emergencia climática».
«Producto de la emergencia climática que ha conllevado al aumento de temperaturas a escala mundial, estamos haciendo frente a un evento climatológico que afecta el nivel de agua de los embalses que generan la energía eléctrica en la región andina», explica el régimen en su comunicado.
Decíamos ineficacia del chavismo porque lleva gobernando el país desde 1999, con Hugo Chávez, que tras su muerte fue sustituido por su delfín Nicolás Maduro. Y en estos 26 años no han sido capaces de construir infraestructuras eléctricas capaces de convertir en energía las enormes reservas de petróleo que alberga su suelo, una de las mayores del mundo.
Pero Maduro sigue a lo suyo y anuncia que, pese a todo, sanciones económicas de EEUU incluidas, el régimen -y él, claro- resistirán.