La glándula tiroides tiene forma de mariposa y se sitúa en la cara anterior del cuello. Tiene como misión sintetizar las hormonas tiroideas y liberarlas a la sangre, de forma que llegan a todos los tejidos del cuerpo. A veces se inflama, dando lugar a lo que se conoce como ‘bocio’, si bien la presencia de este no necesariamente implica que el tiroides esté funcionando mal.

La doctora María Luisa de Mingo, jefa de servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital La Luz de Madrid resalta que el bocio es más frecuente en mujeres, quizás por la mayor prevalencia de enfermedades autoinmunes, el aumento de las necesidades de yodo en el embarazo, y de los estrógenos durante la adolescencia

“Puede ser difuso o presentar nódulos. Puede acompañarse de una función tiroidea normal (‘bocio no tóxico’), o bien de una alteración de la función tiroidea (si aparece hipertiroidismo hablaremos de ‘bocio tóxico’)”, detalla la especialista del Hospital La Luz.

Pueden provocar una sensación de compresión de las estructuras que se encuentran cercanas a la tiroides

En concreto, indica que ‘el bocio difuso o nodular no tóxico, es decir, con función tiroidea normal, puede ser: ‘esporádico’ (idiopático), con prevalencia del 4-7%, y con una proporción mujer/hombre de 7-13/1; o bien ‘endémico’, es decir, causado por déficit yodo, especialmente en las zonas montañosas, y llegando a afectar a más del 5% de los jóvenes y de los niños.

¿Por qué aparece?

La experta argumenta en este sentido que la aparición del bocio puede deberse a varios factores: déficit de yodo, inflamación (tiroiditis, o infecciones, por ejemplo), enfermedades autoinmunes (Hashimoto, Enfermedad de Graves…), neoplasias benignas y malignas, enfermedades infiltrativas (hemocromatosis,amiloidosis…)

Desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición apuntan que entre las casusas más frecuentes se encontrarían: el déficit de yodo, causa más frecuente de bocio en todo el mundo; el embarazo; los tumores benignos, pero también los malignos; por anticuerpos generados por el propio cuerpo contra el tiroides en el caso por ejemplo de la tiroiditis crónica autoinmune, o en la enfermedad de Graves-Basedow; o bien por inflamaciones producidas tras infecciones sobre todo víricas o tratamientos con radioyodo, por ejemplo; aparte de otras causas menos frecuentes como la infiltración de la glándula tiroides por diversas sustancias, o defectos genéticos en la síntesis de hormonas tiroideas, entre otras.

Pueden ser asintomáticos o bien ocasionar dolor

En cuanto a los posibles síntomas que pueda provocar el bocio, la doctora de Mingo resalta que, en el caso del bocio difuso o nodular no tóxico, este genera síntomas por su tamaño y por su localización (compresión de órganos adyacentes: disnea (es el síntoma más frecuente y aparece con diámetros traqueales inferiores a 8 milímetros), así como disfagia, estridor respiratorio, o opresión cervical, entre otros.

Pueden provocar una sensación de compresión de las estructuras que se encuentran cercanas a la tiroides, que generalmente están provocadas por bocios benignos de tamaño grande o bien por cáncer de tiroides, llegando a afectar al esófago y dando lugar a una disfagia o dificultad para tragar; al nervio laríngeo y ocasionando una disfonía o ronquera persistente; o bien llegando a comprimir la tráquea, dando lugar a disnea o dificultad para respirar, según explican desde la SEEN.

Si es un bocio multinodular no siempre es necesario un tratamiento, sino más bien realizar un seguimiento en el tiempo

Al mismo tiempo, esta institución científica señala que pueden provocar dolor, por ejemplo, en el caso de las inflamaciones (tiroiditis) o bien de las hemorragias dentro de un nódulo (por distensión de la pared del mismo); aunque también pueden ser asintomáticos.

¿Qué pruebas debería hacerme si creo que tengo bocio?

Un bocio o glándula tiroides aumentada de tamaño suele detectarse mediante un examen físico, a través de la palpación. Tras verificarse que puede existir un problema en ese sentido, la especialista del Hospital La Luz señala que debe encontrarse cuál es el origen de este agrandamiento de la glándula y realizarse, entre otras, las siguientes pruebas:

  • Hormonas tiroideas: TSH y T4 libre.
  • Anticuerpos antitiroideos y anticuerpos antirreceptor TSH para descartar procesos autoinmunes en fase de eutiroidismo, ya que anatómicamente los bocios difusos no tóxicos pueden ser similares a la enfermedad de Graves y Hashimoto; están elevados a títulos bajos en el 10-15% de la población en algunas áreas endémicas.
  • Ecografía cervical: valora el tamaño y la presencia de nódulos y sus características ecográficas para valorar si precisan biopsia.
  • Tomografía axial computarizada (TAC) y resonancia magnética nuclear (RNM) para bocios endotorácicos con objeto de evaluar la relación del bocio con las estructuras vecinas especialmente de cara a cirugía.

¿Qué tratamiento seguir?

Sobre el tratamiento a seguir en estos casos, la experta mantiene que todo dependerá de la causa que ha originado el agrandamiento de la glándula, y en el caso de que se deba a una deficiencia de yodo, causa más habitual de bocio, apunta una indicación de suplementos orales de yodo, por ejemplo.

Hay que encontrar el origen del agrandamiento de la glándula tiroides mediante la realizacion de varias pruebas diagnósticas

Si es un bocio multinodular dice que no siempre es necesario un tratamiento, sino más bien realizar un seguimiento en el tiempo, puesto que se puede estar en riesgo de desarrollar patologías del tiroides como el hipertiroidismo o el hipotiroidismo.

Ahora bien, si ejerce presión por ejemplo sobre la vía aérea ve recomendable la endocrinóloga la extirpación del bocio a través de la cirugía aunque, según insiste, siempre se individualizará cada caso. Por otro lado, y sin importar la causa que haya originado el bocio, la especialista del Hospital La Luz de Madrid remarca que es conveniente revisar anualmente el tiroides.