La COP29 se celebró en Bakú (Azerbaiyán) y la del año que viene será en Brasil
En este mes de noviembre en el que ha comenzado la época de mayor consumo de todo el año también se ha celebrado la última Cumbre del Clima -la COP29- en Bakú (Azerbaiyán). Esta cita mundial ha terminado con la promesa de que los países desarrollados pondrán 300.000 millones de dólares al años (unos 284.281 millones de euros) a los países menos desarrollados para ayudarles ante inundaciones, sequías, tormentas y otros fenómenos cada vez más extremos que se están produciendo en el desafío del cambio climático.
“El hecho de haber alcanzado un consenso que no estaba claro es todo un logro. Ha sido un éxito el cambio en el ecosistema de financiación climática”, ha señalado Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora de Teoría Económica en el Centro de Enseñanza Superior Cardenal Cisneros (adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, en una charla organizada por la Fundación Naturgy y el Capítulo Español del Club de Roma. Por su parte, Valvanera Ulargui, directora general de la Oficina Española de Cambio Climático del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, ha referido que “se ha producido una ampliación de la base de donantes tradicionales y, en este contexto, es muy relevante el papel de los bancos multilaterales de desarrollo”. Además, Ulargui ha puesto el foco en que “estos fondos se van a dirigir a aquellos países con necesidades especiales y a las economías medias que necesitan impulsar la inversión privada”.
Está aumentando el interés por la nuclear entre bancos internacionales y sector privado, destacando algunas empresas tecnológicas (Google, Amazon, Microsoft y Nvidia, entre otras), ante el doble desafío del cambio climático y de la creciente demanda de energía
También en la reciente COP29, seis nuevos países (El Salvador, Kazajstán, Kenia, Kosovo, Nigeria y Turquía) se han unido a la Declaración Ministerial que se acordó hace casi un año en la COP28 relacionada con la energía nuclear. De esta forma, ya son 31 países los que abogan por triplicar la potencia nuclear mundial en 2050. Y es que la nuclear contribuye en la lucha contra el cambio climático al generar electricidad sin emitir CO2, por lo que muchos expertos, organismos y países la defienden como el mejor complemento de las renovables y como una gran ayuda para garantizar la seguridad de suministro eléctrico, la estabilidad y la sostenibilidad. Y en paralelo, está aumentando el interés por la nuclear entre bancos internacionales y sector privado, destacando algunas empresas tecnológicas (Google, Amazon, Microsoft y Nvidia, entre otras), ante el doble desafío del cambio climático y de la creciente demanda de energía que suponen la fuerte apuesta por la Inteligencia Artificial (IA) y por los centros de datos.
Claro que la tecnología nuclear tiene otros muchos usos más allá de la producción de electricidad, como su aplicación en la medicina, sobre todo en pruebas diagnósticas y tratamientos, como en resonancias magnéticas y rayos X; así como en la esterilización de material médico. La tecnología nuclear también está jugando un papel en las aplicaciones industriales y la cogeneración, pues se puede usar para la desalación de agua del mar (proceso que requiere de una gran cantidad de energía), la producción de hidrógeno, así como la refrigeración y el suministro de calefacción y calor industrial. Dicha tecnología también tiene aplicaciones en el arte y la agricultura.
Un tercio de los suelos a nivel mundial está deteriorado y cada año se degradan 50.000 kilómetros cuadrados adiciones (superficie equivalente a Costa Rica)... lo que repercute en frutas, verduras y cereales al disminuir sus vitaminas y nutrientes; así como en el agua
Al hilo del uso en la agricultura, conviene recordar que las plantas aportan el 80% de los alimentos y el 98% del oxígeno que necesitamos. Un tercio de los suelos a nivel mundial está deteriorado y cada año se degradan 50.000 kilómetros cuadrados adiciones (superficie equivalente a Costa Rica), según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Una degradación que, en parte, se debe a la contaminación, al cambio climático y a las prácticas agrícolas insostenibles, y que acaba repercutiendo en frutas, verduras y cereales al disminuir sus vitaminas y nutrientes; así como en el agua, dado que el suelo erosionado es arrastrado hacia ríos y lagos; además, genera problemas ambientales como deslizamientos, inundaciones y pérdida de biodiversidad, y afecta a la infraestructura y la seguridad alimentaria. Ante este escenario, aplicar tecnologías nucleares e isotópicas a la producción agrícola ayuda a mejorar la calidad de los suelos, a que los productos cultivados preserven las vitaminas y los nutrientes, a que el agua no se vea afectada, y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como se refiere en un artículo de Foro Nuclear (la asociación que representa a la industria nuclear española).
Los suelos tienen la capacidad de almacenar, transformar y reciclar los nutrientes que necesitamos para vivir: de hecho, de los 18 nutrientes que son esenciales para las plantas, tres provienen de la atmósfera y los absorben durante la fotosíntesis y otros 15 los proporciona el propio suelo… si está sano. Por ello, la degradación de este último no es baladí y para mejorar su calidad los científicos están usando técnicas nucleares e isotópicas que ofrecen información sobre la salud del terreno: a través del análisis de los isótopos del carbono, el nitrógeno, el fósforo y otros elementos químicos, los científicos pueden calcular la cantidad exacta de fertilizante que las plantas necesitan, lo que repercute positivamente en el rendimiento de los cultivos y en su valor nutricional, así como en la reducción de emisiones. Asimismo, otros isótopos se depositan en el suelo a través de la lluvia y ayudan a medir las tasas de erosión con un análisis práctico y menos costoso que otros; y otros permiten rastrear los focos de erosión y el movimiento del suelo. Con el trabajo de los expertos se está mejorando la conservación de suelos y la producción agrícola; y contribuyendo a la lucha contra el hambre y la malnutrición en todo el mundo, en particular en regiones donde hay escasez de alimentos.
A través del análisis de los isótopos del carbono, el nitrógeno, el fósforo y otros elementos químicos, los científicos pueden calcular la cantidad exacta de fertilizante; otros isótopos se depositan en el suelo a través de la lluvia y ayudan a medir las tasas de erosión con un análisis práctico y menos costoso; y otros permiten rastrear los focos de erosión y el movimiento del suelo
Desde hace seis décadas, el Centro Conjunto de la FAO y de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura trabaja para aplicarlas en la agricultura y está teniendo positivos resultados. Entre otros ejemplos, en Laos se ha aumentado un 60% el rendimiento del arroz a través de la gestión del suelo y los nutrientes; en Kenia se ha mejorado la gestión del agua y los nutrientes; y en Costa Rica se han reducido las emisiones y se han mejorado los cultivos de arroz con un uso más preciso de fertilizantes.
En paralelo, en el contexto de desafíos y de transición energética, hay una iniciativa que es fácil y está al alcance de todos: plantar árboles. De hecho, las formaciones vegetales, es decir, las plantas -entre las que se incluyen los árboles- funcionan como sumideros naturales del CO2 proveniente de la atmósfera o del agua debido a la principal función que desempeñan: la fotosíntesis. En el mundo hay alrededor de 3 billones de árboles, según la revista Nature, y se calcula que cada año se talan 15.000 millones por actividades humanas, a las que hay que sumar la superficie forestal que se ve afectada por los incendios forestales y otras causas. Ante estas cifras, la reforestación no es baladí, pues los bosques protegen el suelo, revitalizan la biodiversidad, generan trabajo y arraigo, alimentan los sistemas hídricos y absorben el 24% de las emisiones.
La Comisión Europea no es ajena a todo esto y en la Estrategia de la UE sobre biodiversidad a 2030, publicada en mayo de 2020, se incluyó la propuesta de plantar 3.000 millones de árboles en el conjunto de sus 27 Estados miembros; y el año pasado se añadieron otros 3.000 millones. En estos momentos ya se han plantado más de 22,67 millones de árboles (de estos, más de 3 millones en España), como se puede haber en la aplicación web MapMyTree -creada por Tracasa Global, una empresa pública del Gobierno de Navarra-, con la que cualquier persona o entidad puede reportar y registrar los árboles que planta.
Dentro de la Estrategia de la UE sobre biodiversidad 2030 ya se han plantado más de 22,67 millones de árboles en la UE (de estos, más de 3 millones en España)
Otra iniciativa es la que ha puesto en marcha el fabricante de equipos informáticos EET, pues desde 2021 se asoció con Ecologi, una empresa dedicada a encontrar las mejores soluciones contra la crisis climática. Desde entonces, planta un árbol por cada cinco envíos que salen de sus almacenes y cuenta con el apoyo de más de 40 proveedores. El año pasado alcanzó la marca de un millón de árboles plantados, este año llegará a 1,5 millones y se ha comprometido a lograr 2 millones en 2025. Asimismo, este mes ha continuado con la iniciativa Green Friday (viernes verde), bajo el lema “Nos unimos por un mañana más verde”: ha sumado un récord de 22 socios entre sus proveedores (Sony, Lexmark, Epson y Sandberg, entre otros) para contribuir con 110.000 árboles al bosque EET.
Este fabricante de equipos informáticos no es la única empresa que celebra la iniciativa del Green Friday, que surgió en 2015, coincidiendo con la Cumbre del Clima que se celebró en París (la COP21), y el término lo acuñó la Unión Europea para fomentar la eficiencia energética, la sostenibilidad y el consumo responsable. Asimismo, otras compañías lanzan acciones ligadas al Blue Friday (viernes azul), iniciativa que promueve la Comisión Oceanográfico Intergubernamental (COI) de la Unesco para concienciar sobre el impacto ambiental de las compras masivas y para preservar los océanos, impulsando un consumo crítico y consciente. Por ejemplo, en España, por quinto año consecutivo, Fresco y del Mar, una pescadería online de Muros (La Coruña), se ha sumado al viernes azul, bajo el lema “El cielo celeste, el mar azul y la pesca sostenible. Nunca Black, siempre Blue” para proteger los recursos naturales y defender una pesca artesanal y sostenible,… y en esta ocasión también apostando por la solidaridad. De hecho, Fresco y del Mar cerrará su tienda online el viernes 29 y destinará el 10% de las ventas realizadas entre los días 25 y 28 a donaciones para ayudar a los damnificados por la trágica DANA en la Comunidad Valenciana a través de Cáritas Muros.
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