Una intolerancia alimentaria tiene lugar ante un déficit enzimático a la hora de digerir ciertos alimentos
Se está convirtiendo en una moda, y además peligrosa, el prescindir de la lactosa en nuestro día a día al presentar malas digestiones. Además, es frecuente entre la población pensar que la lactosa puede llegar a no ser beneficiosa para nuestra salud, y por eso incluso sin tener ningún síntoma se compran productos sin lactosa, simplemente por ese convencimiento. ¿Hasta qué punto estamos equivocados?
“No es conveniente suprimir un alimento por la mera sospecha de que puede causar alergia o intolerancia. Por eso, antes de retirar cualquier alimento de la dieta se debe consultar con el médico, que valorará las pruebas que son oportunas para cada caso”, afirma la doctora Pilar Cots, especialista del Servicio de Alergología del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo de Madrid.
“Es un error pensar que cualquier malestar digestivo está originado por una alergia alimentaria. Es más, existen otras posibles reacciones tras el consumo de ciertos alimentos, como las intolerancias alimentarias y las intoxicaciones”, sostiene esta experta de Quirónsalud.
Las señales de la alergia alimentaria comienzan de forma más inmediata tras el contacto con el alérgeno del alimento
No es lo mismo intolerancia que alergia alimentaria
Con ello, advierte de que “no es lo mismo una alergia que una intolerancia alimentaria”: “Las causas, los síntomas, el diagnóstico y el tratamiento pueden variar, por lo que es importante no confundirlas. Una alergia alimentaria se produce por un mecanismo inmunológico sobre una predisposición del individuo, como la alergia a las frutas en los pacientes alérgicos a los pólenes; mientras, una intolerancia alimentaria tiene lugar ante un déficit enzimático a la hora de digerir ciertos alimentos, siendo las intolerancias más frecuentes al gluten, a la lactosa y a la fructosa”.
¿Cómo diferenciarlas? La doctora Cots destaca que para distinguir cada una es necesario atender al momento en el que surgen los efectos secundarios y los órganos que se ven afectados en el proceso. Menciona que entre los indicios de intolerancia alimentaria es importante saber que no se manifiestan tan rápido como las alergias alimentarias y suelen trascurrir varias horas tras la ingesta del alimento, algo que complica el hecho de localizar cuál es el responsable de los síntomas; solamente ocasionan síntomas digestivos, como dolor en el abdomen, vómitos, náuseas, digestiones pesadas y alteraciones en el ritmo intestinal, si bien en algunos casos también se pueden detectar dolor de cabeza, cambios en el peso, agotamiento y falta de energía.
En cuanto a las señales de la alergia alimentaria, esta alergóloga indica que comienzan de forma más inmediata tras el contacto con el alérgeno del alimento, “se inician al poco tiempo, generalmente en la primera hora”, y pueden afectar a otras partes del cuerpo, clasificándose sus síntomas en:
- Cutáneos, con la aparición de picores, enrojecimiento, urticaria, dermatitis atópica e inflamación de los párpados y la lengua.
- Digestivos, provocando ganas de vomitar, vómitos, dolor en el abdomen y diarrea.
- Respiratorios, entre los que destacan el asma y la rinitis.
- Oftalmológicos, como la conjuntivitis.
- Síndrome de alergia oral, que es un conjunto de efectos secundarios localizados en la boca y la faringe.
- Shock anafiláctico, que es el efecto más grave, ya que puede ser causa de fallecimiento, por lo que se considera una emergencia médica en la que se requiere una actuación urgente e inmediata.
Alergias a la leche: qué debes saber
Por otro lado, la doctora Pilar Cots Marfil recuerda que la alergia a la lactosa no existe y, en cambio, sí la hay a la proteína de la leche de vaca, así como intolerancia a la lactosa de la leche. “Aunque las dos son problemas que puede producir la leche, se diferencian tanto en su origen como en sus síntomas, siendo mucho más grave la reacción alérgica a la proteína de la leche.
No es conveniente suprimir un alimento por la mera sospecha de que puede causar alergia o intolerancia
Por eso es fundamental obtener un diagnóstico que nos ayuda a recibir las pautas más adecuadas para su control”, asegura la especialista de Quirónsalud.
Sobre la alergia a la proteína de la leche advierte de que es “la más grave”, aparte de “habitual en los niños más pequeños”: “Existe una alteración del sistema inmunológico, de manera que reacciona de forma equivocada contra las proteínas que componen este alimento.
Esta alergia puede provocar multitud de síntomas, afectando a diferentes órganos, como digestivos, cutáneos y respiratorios. En el peor de los casos, se puede producir un shock anafiláctico, que puede ser causa de fallecimiento si no se recibe el tratamiento de emergencia”.
Dice que hay que tener en cuenta que esta reacción alérgica puede originarse tras el consumo de proteína láctea en cualquier cantidad, y tan solo una mínima ingesta, aunque sea de trazas, ya puede desencadenar una reacción muy grave; de ahí la importancia de una dieta estricta exenta de cualquier tipo de producto lácteo, insiste.
La intolerancia a la lactosa no causa anafilaxia
Por otro lado, llama la atención sobre la creencia de que la intolerancia a la lactosa no causa anafilaxia, una afección que suele detectarse a edades más adultas y que es debida a un trastorno en la digestión de la lactosa, que es el azucar de la leche. "Existe una disminución de la enzima que tiene que digerir este azúcar y eso hace que la lactosa pase al resto del intestino, produciendo una serie de síntomas muy característicos entre los que se encuentran la diarrea, el dolor o la distensión abdominal, las náuseas y la defecación explosiva”, sostiene.
Se puede tener alergía a la proteína de la leche de vaca, así como intolerancia a la lactosa de la leche
En comparación con la alergia a la proteína de la leche, las personas con intolerancias a la lactosa no presentan síntomas en otros órganos y tampoco tienen el riesgo de sufrir anafilaxia, y sí se recomienda evitar en estos casos el consumo de productos con lactosa, aunque en según qué casos se pueden consumir pequeñas cantidades de lactosa de forma habitual sin llegar a notar síntomas, tolerando algunos derivados lácteos, como los yogures y los quesos.
Contenido patrocinado por: Quironsalud