La historia de Ruanda se vio trágicamente marcada en 1994, concretamente entre el 7 de abril y el 17 de julio, cuando fueron asesinados más de 800.000 tutsis (el último pueblo de la región de los Grandes Lagos de África que se asentó en Ruanda y Burundi, donde los hutus habían llegado antes y se habían hecho con el dominio de los habitantes nativos -los batwa-) y hutus moderados. Este año se cumplen 30 años de dicho genocidio en el país africano, el cual continúa avanzando en su transformación entre pasos y heridas.

“Hoy nuestros corazones están llenos de duelo y gratitud en igual medida. Recordamos a nuestros muertos y estamos también agradecidos por aquello en lo que Ruanda se ha convertido”, señaló su presidente, Paul Kagame, en su discurso durante el acto celebrado en Kigali, la capital del país, por el trigésimo aniversario del genocidio. “Tenemos una deuda con los supervivientes. Os pedimos hacer lo imposible, llevando sobre vuestros hombros el peso de la unidad y la reconciliación, y seguís haciéndolo”, continuó. Un viaje “largo y duro”, donde “las lecciones que aprendimos están gravadas con sangre” y “esos soldados (en alusión a los cascos azules de la ONU desplegados) “no fallaron a Ruanda. Fue la comunidad internacional quien nos falló a todos ya sea por indiferencia o por cobardía”. Moussa Faki Mahamat, presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), destacó que “en un contexto africano e internacional profundamente conflictivo”, Ruanda “ofrece con toda humildad un modelo cuya resonancia positiva trasciende las fronteras de África”.

“Las lecciones que aprendimos están gravadas con sangre” y “esos soldados (en alusión a los cascos azules de la ONU desplegados) “no fallaron a Ruanda. Fue la comunidad internacional quien nos falló a todos ya sea por indiferencia o por cobardía”, afirma el presidente, Paul Kagame

 

 

mapa de Ruanda

 

Hace algo más de 30 años, el 7 de abril empezó la masacre de la minoría tutsi y de hutus moderados que intentaron protegerles, después de que un día antes fueran asesinados los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvénal Habyarimana y Cyprien Ntaryamira (ambos hutus), respectivamente, al ser derribado el avión en el que viajaban sobre Kigali. Las autoridades culparon a los rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR), fundado por Paul Kagame y su amigo Fred Rwigyema, y formado por expatriados tutsis ruandeses que habían luchado en el Movimiento de Resistencia Nacional (ERN) de Yoweri Museveni en la guerrilla ugandesa, que llevó a este último a derrocar a Milton Obote y a convertirse en presidente de Uganda a finales de julio de 1985. En cien días, el gobierno, el ejército y las milicias juveniles conocidas como Interahamwe y ciudadanos hutus de a pie masacraron, torturaron, violaron y mutilaron a cientos de miles de tutsis y hutus moderados, siendo la peor matanza étnica de la historia reciente de la humanidad y que terminó cuando el FPR tomó el poder en julio de 1994 y provocó un éxodo de cientos de miles de hutus a Zaire (actual República Democrática del Congo). Desde entonces, el FPR gobierna Ruanda, pero aún hay heridas: de hecho, tres décadas después, aún siguen descubriéndose fosas comunes.

En el trigésimo aniversario del inicio del genocidio, como cada 7 de abril, se encendió una llama en el Memorial de Gisozi, en Kigali, donde se cree que están enterradas unas 250.000 personas. En el evento celebrado en el estadio cubierto BK Arena, también participó el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, pues su país dividió a la población por etiquetas éticas durante su dominio colonial, privilegiando a los tutsis frente al 85% de la población y alimentando décadas de odio que acabaron en la masacre de 1994. El Gobierno belga pidió perdón en el año 2000. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, recordó su viaje en mayo de 2021, cuando admitió la “responsabilidad” de su país al haber “ignorado las advertencias” sobre la inminencia del genocidio y negó cualquier complicidad, pese a que dio ayuda militar al gobierno hutu antes de la masacre. Desde la UE, su Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, publicó una declaración, donde entre otros aspectos destacó que “lo que el pueblo de Ruanda ha logrado durante más de 30 años en su proyecto nacional de unidad, reconciliación, justicia y preservación de la memoria del genocidio contra los tutsis es una lección para el resto del mundo. La transformación de Ruanda desde entonces en términos de gobernanza, recuperación económica, cohesión social y desarrollo es un logro notable. La UE seguirá apoyando al pueblo de Ruanda y su proyecto de transformación”.

Desde la UE, Josep Borrell destacó que “lo que el pueblo de Ruanda ha logrado durante más de 30 años en su proyecto nacional de unidad, reconciliación, justicia y preservación de la memoria del genocidio contra los tutsis es una lección para el resto del mundo”

mercado en Ruanda

 

Dicho país se encuentra en la zona de África central, en la región de los Grandes Lagos; tiene una superficie de 26.338 kilómetros cuadrados; y limita con República Democrática del Congo, Burundi y Uganda. Cuenta con unos 13,78 millones de habitantes, según los últimos datos de 2022, y su composición étnica es muy similar a la de 1994: mayoría hutu, los tutsis suponen el 14% de la población y los twa apenas el 1%. Hay tres idiomas oficiales (kinyarwanda, francés e inglés) y también se habla swahili y watusi. La religión católica es la mayoritaria (56,5%), frente a los protestantes (26%), adventistas -grupo cristiano protestante que cree en el pronto regreso de Cristo- (11,1%), musulmanes (4,6%), de creencias indígenas (0,1%) y sin religión (1,7%).

La mayor parte del territorio está formado por altiplanos de entre 1.200 y 2.000 metros, pero el país está atravesado por la fractura geológica del Gran Valle del Rift (que también se extiende por otros países - Eritrea, Etiopía, Yibuti, Sudán del Sur, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo, Ruanda, Burundi, Tanzania, Malaui, Mozambique, Zambia y Zimbabue-). También tiene una cadena montañosa de una altitud media de 3.500 metros, que se une al macizo de Virunga que está formado por una serie de volcanes y la cima más alta es Karisimbi (4.507 metros) y una vasta región de tierras bajas lacustres y pantanosas. Su clima es templado, con temperaturas medias de entre 20 y 25ºC, y lluvias concentradas de marzo a mayo y de octubre a diciembre. El manto vegetal originario ha sido modificado profundamente por la actividad agrícola y cabe destacar que abunda la selva tropical en el macizo de Virunga, los papiros en las zonas pantanosas y la sabana herbácea en el resto del país. El Nilo también discurre por Ruanda y otros nueve países hasta desembocar en el mar Mediterráneo, y entre el resto de ríos ruandeses, destaca el Kagera, que delimita la frontera con Tanzania; y entre los lagos, destaca el lago Kivu, situado en la frontera con RD del Congo.

El país se encuentra en la zona de África central, en la región de los Grandes Lagos; tiene una superficie de 26.338 kilómetros cuadrados; y limita con República Democrática del Congo, Burundi y Uganda. Cuenta con unos 13,78 millones de habitantes

café en Ruanda

 

Es un país de rentas bajas, donde la mayoría de la población trabaja en la agricultura, también hay extracción y producción mineral, y procesamiento de algunos productos agrícolas. En minerales, cabe referir que es el principal productor de wolframio en África, el segundo en estaño y coltán, y el noveno del mundo en tantalio, además tener algunas piedras preciosas. Una extracción de minerales que en más de una ocasión se ha interrumpido por problemas medioambientales y en cuanto a combustibles fósiles, se sigue extrayendo una pequeña cantidad de petróleo y en 2006 se dejó de extraer gas natural del lago Kivu.

La economía ruandesa ha vivido una transformación y el turismo se ha convertido en su principal fuente de ingresos. De hecho, el sector Servicios es el que más aporta al PIB (52,1%), frente al primario (27,83% y el secundario (20,6%). Entre sus exportaciones, sobresalen las de té, café, coltán y casiterita (la cual se mezcla con carbón para extraer estaño); y entre las importaciones, las de bienes de equipo, bienes intermedios y bienes de consumo. Los principales clientes de Ruanda son RD Congo (32%) y Emiratos Árabes Unidos (30%); y su gran proveedor es China (19,8%). En el caso de España, el país africano se identificó como prioritario en el ámbito económico en el Foco África 2023 -programa de acción del III Plan África-, por el empuje de su economía en la región del África subsahariana y la buena gestión macroeconómica. Los intercambios comerciales entre nuestro país y Ruanda países son inferiores a los que hay con otros países de África Oriental, pese a que se han disparado un 185% entre 2010 y 2020, pero aún pueden mejorar: España envía aparatos y material eléctricos, prendas de vestir, máquinas y aparatos mecánicos, bebidas, aceites esenciales, perfumería, cosmética; mientras que importa café, té, mate y especias, principalmente, así como algo de grasas y aceites, y níquel. A pesar de que Ruanda no es país prioritario para la cooperación española, nuestro país firmó en mayo de 2023 un acuerdo de financiación por 28 millones de dólares para el proyecto de riego y gestión integrada de cuencas hidrográficas de Kayonza; y en 2021 le donó dosis de vacunas contra la Covid-19.

La tasa de alfabetización es de un 73%, pero sólo el 17,8% de la población activa ruandesa ha finalizado los estudios secundarios

Manos Unidas en Ruanda

 

Es cierto que el genocidio de 1994 destruyó la frágil base de la economía ruandesa, elevó la pobreza y dificultó la atracción de inversiones extranjeras, pero al finalizar la masacre se empezaron a dar pasos para la reconciliación, la transformación (en la que contribuyeron las grandes inversiones en la infraestructura de transporte con ayuda de la Unión Europea, China y Japón, entre otros países) y la recuperación económica, y esta última llegó a superar los niveles previos a 1994 y desde 2006 registra un fuerte crecimiento. De hecho, se convirtió en una de las economías de más rápido desarrollo en África. Es cierto que la tasa de alfabetización es de un 73%, pero sólo el 17,8% de la población activa ruandesa ha finalizado los estudios secundarios.

En el país aún trabajan distintas ONGs . Por ejemplo, Manos Unidas lo hace desde 1972, en aspectos relacionados con la salud y la educación; dedicándose especialmente a niños, jóvenes y poblaciones rurales. Entre sus proyectos, está la creación de un centro preescolar en Kabgayi para 90 niños porque durante la edad preescolar no existen centros suficientes que acojan a los niños cuando sus padres no pueden ocuparse de ellos, antes de pasar a la enseñanza primaria, que es obligatoria; y la Escuela Primaria de la parroquia de ZAZA creada en 2012 y que cuenta con 117 alumnos y continuas peticiones de ingreso que no puede atender, por lo que será ampliada.

La recuperación económica ha llegado a superar los niveles previos a 1994 y desde 2006 registra un fuerte crecimiento, y se ha convertido en una de las economías de más rápido desarrollo en África

Ruanda 'ProFuturo'

 

Otro ejemplo es el programa de educación digital ‘ProFuturo’, impulsado por Fundación Telefónica y Fundación “la Caixa”, que contribuye desde 2016 a reducir la brecha educativa en el mundo mejorando su calidad educativa. 27 de millones de niños que viven en entornos vulnerables de 45 países de América, Caribe, África y Asia se benefician de la iniciativa, que también ha formado a 1,3 millones de docentes. En concreto, en la Inspectoría salesiana de África Grandes Lagos, 50 escuelas salesianas de Ruanda y 11 de Uganda participan en este programa y desde el año pasado se está reflexionando sobre los grandes beneficios y el acompañamiento para cuando acabe la fase de apoyo logístico, pues el objetivo no sólo es mejorar la educación de millones de niños a través de la tecnología, sino crear una cultura dentro de las aulas para la promoción de la educación digital y que se preparen para apropiarse del programa y que continúe sin apoyo.

Junto a socios locales, la ONG belga Association for Cultural, Technical and Educational Cooperation (ACTEC) se centra en invertir en centros de formación profesional llamados -TVET (Technical and Vocational Education and Training) y TSS (Technical Secondary School)-, una palanca de desarrollo apoyada por el Gobierno ruandés para superar la grave escasez de mano de obra cualificada. Para ello se invierte en capacidades organizativas, así como en las competencias técnicas y pedagógicas de los profesores, en infraestructuras y material didáctico adecuado; y los principales beneficiarios de la labor de ACTEC son jóvenes y adultos más vulnerables que necesitan formación cualificada. Hasta ahora tiene tres proyectos y tres socios: Don Bosco Muhazi TVET School, en las afueras de Kigali, que ha pasado de centro comunitario salesiano que organizaba actividades deportivas y culturales a ofrecer cursos de alfabetización, y desde 2010 da formación profesional durante dos años en tres oficios (costura, artes culinarias y albañilería); Maison Shalon International está en Kigali desde 2015 y en Mahama, aunque se fundó en Burundi en 1993 para responder a las necesidades del conflicto interétnico entre Burundi y Ruanda, trabajando por la integración social y profesional de jóvenes refugiados y ruandeses más vulnerables a través del aprendizaje de un oficio y la promoción de actividades generadoras de ingresos; St. Mary Dominique Mazzarello TSS School, una escuela dirigida por las salesianas que empezó en 2007 acogiendo a madres solteras para transmitirles conocimientos base (salud, higiene y costura), y después pasó a ser una escuela de educación secundaria técnica que forma durante tres años en tres oficios a jóvenes graduados del primer ciclo de secundaria, y también ofrece a madres jóvenes y adultos sin o con poca formación algunas formaciones profesionales intensivas (de 3 a 12 meses).

ACTEC es una de las ONG que ayuda e invierte en centros de formación profesional, una palanca de desarrollo apoyada por el Gobierno ruandés para superar la grave escasez de mano de obra cualificada

 

 

escuela en Ruanda

 

Cáritas Española también está presente en el país africano y de hecho, toda su red internacional se puso a disposición de la Cáritas de Ruanda y, junto con otras Cáritas europeas y estadounidense se creó un grupo de trabajo bajo el paraguas de Caritas Internationales cuando sucedió el genocidio en 1994 para coordinar toda su acción y que ninguna diócesis estuviera desatendida. Cáritas Española empezó a trabajar con las Cáritas Diocesanas de Kabgayi y Butare, donde ha permanecido durante muchos años y también estuvo presente en los campos de refugiados de RD del Congo, donde huyeron muchos ruandeses, y en Burundi, uno de los países a los que se extendió el conflicto. Treinta años después, el país está en paz, pero la reconciliación total todavía queda lejos. Ya no se habla de tutsis y hutus; todos los ciudadanos son ruandeses. Sin embargo, la desigualdad social, económica y política, aún está viva y condiciona el presente y el futuro de un país que todavía no ha cerrado todas sus heridas.

Entre la labor de Cáritas, hay un proyecto dirigido por la organización sin ánimo de lucro ICLI denominado Cowasak, financiado por Ferrovial y ejecutado por Cáritas Kabgayi, bajo la supervisión y coordinación de un amplio equipo de trabajo. Su objetivo es mejorar las condiciones higiénicas y sanitarias de la población rural del norte del distrito de Kamonyi, una provincia del sur de Ruanda, mediante suministro de agua potable y saneamiento. Y lo hará con la construcción de unas 300 letrinas para las familias más vulnerables.

Al preguntar al padre Ngoboka si cree que el proceso de reconciliación sería posible sin la ayuda de Dios, el responde rotundo: “¡No! El perdón es un milagro, un don de Dios… cuando oyes todas las atrocidades que se cometieron… el perdón es una fuerza que nos otorga Dios”

escuela de oficios en Ruhengeri (Ruanda)

 

Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), que acaba de presentar su memoria de actividades de 2023, también colabora con Ruanda y lo hace desde los inicios del siglo XXI, cuando empezó a atender a víctimas de los conflictos de este país, así como de Sudán, RD del Congo y otros países. Ahora, por ejemplo, tiene abierta una recogida de fondos para colaborar con un proyecto de asistencia a religiosas en Ruanda. También ayudó al padre Théogène Ngoboka, director de la Comisión Diocesana de Justicia y Paz de Cyangugu, que ofrece atención pastoral en la prisión de Rusizi, donde hay 3.850 reclusos (entre ellos 1.300 hombres encarcelados por genocidio). Al preguntarle al padre Ngoboka si cree que el proceso de reconciliación sería posible sin la ayuda de Dios, el responde rotundo: “¡No! El perdón es un milagro, un don de Dios… cuando oyes todas las atrocidades que se cometieron… el perdón es una fuerza que nos otorga Dios”.

ACNUR, la agencia de Naciones Unidas dedicada a los refugiados, también está presente en Ruanda. A finales de 2021, el país acogía a poco más de 127.000 refugiados, principalmente de RD del Congo y Burundi. De esta cifra, el 76% son mujeres, niñas y niños. El trabajo de ACNUR se centra en la protección, la preparación para emergencias y la prestación de servicios, como agua potable, alojamiento y salud, y sus proyectos a largo plazo incluyen iniciativas para la inclusión económica y la educación de la población refugiada.

Es cierto que Ruanda se ha transformado mucho en los últimos 30 años, incluso económicamente, pero aún hay consecuencias del genocidio. Por ejemplo, más de una cuarta parte de los jóvenes padece algún tipo de trastorno psicológico debido a la masacre, como apuntan informes del gobierno ruandés y de Unicef.