Lo que asegura esta página; no es más que la doctrina de la Iglesia: el uso de anticonceptivos son pecado mortal porque todas las píldoras hoy en el mercado pueden ser abortivas.
No sólo eso, otra verdad olvidada por muchos católicos que los métodos naturales son permitidos como excepción, cuando puede suponer una dificultad grave el tener nuevos hijos. Es verdad que la sociedad actual está pensada par dificultar la maternidad pero eso no suprime el carácter excepcional del uso de métodos naturales -no abortivos, por supuesto- para evitar la paternidad. Es la excepción, la regla es que uno de los fines insoslayables del matrimonio es la fecundidad.
He aquí lo que cuenta IEVS
a) Es pecado mortal utilizar anticonceptivos. Además, todos los anticonceptivos son abortivos (ver informe médico adjunto): fallan en evitar la ovulación y posterior concepción, y funcionan por abortar al niño recién concebido, una persona única, con sus propios genes distintos a los de la madre y con alma inmortal.
b) Es pecado mortal utilizar métodos naturales (del ritmo, etc.) para evitar la concepción excepto por causas graves.
¿Por qué? porque no es amor hacer el amor sin una entrega total (incluyendo la fecundidad y la fidelidad de por vida).
Es grave falsear el amor porque Dios pensó el sexo humano con el único fin de expresar la plenitud del amor conyugal: fecundo y generoso, sin reservarse nada para sí, de la misma manera que Cristo se entrega por su Iglesia.
Recordar que para que un pecado sea mortal no basta con que objetivamente lo sea, sino también subjetivamente: la persona debe ser consciente de la gravedad del pecado y aún así elegirlo libremente.
Pablo VI en Humanae Vitae:
un amor fecundo, que no se agota en la comunión entre los esposos sino que está destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas.
"El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres".
En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido.
En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios.
Vías ilícitas para la regulación de los nacimientos
Es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda.
La Iglesia siempre ha rechazado los métodos naturales de planificación de la natalidad cuando son elegidos por un motivo egoísta, por ejemplo, por no tener las molestias que lleva la crianza de un hijo más.
Karol Wojtyla, Amor y responsabilidad:
Hablando del método natural se acepta frecuentemente el mismo punto de vista que para los métodos artificiales, reduciéndolos a los principios utilitaristas. Así concebido el método natural acaba por ser sólo uno de los medios destinados a asegurar el máximum de placer distinguiéndose sólo en que lo alcanzaría por un camino diverso al de los métodos artificiales.
El texto es claro, si no hubiera causa grave, utilizar métodos naturales con el mismo fin que los anticonceptivos es tan grave como usar anticonceptivos. Dado que es pecado grave el uso de métodos artificiales, entonces también los es el uso de métodos naturales sin causa grave.
¿Qué causa grave justificaría el uso de métodos naturales?
Algunos ejemplos de causas graves:
Razones económicas graves: no alcanza la comida para la familia actual, falta de empleo de ambos padres, etc.
Problema de salud grave de uno o ambos cónyuges: depresión grave de la madre, riesgo de muerte para la madre en caso de que se quede embarazada, etc.
Algunas excusas que hacen que los métodos naturales sean pecado mortal:
Por la edad de la madre hay más riesgo de tener un hijo Down o con problemas: un hijo no vale por lo que me da, sino porque es un alma inmortal que Dios me ha encomendado para que la ayude a alcanzar el máximo nivel de santidad.
Es mucho trabajo criar a un hijo: para eso Dios nos puso en el mundo, para ser fecundos en hijos físicos (para los matrimonios) y/o espirituales (para los que se hacen eunucos por el Reino de los Cielos).
Si tengo un hijo más no me alcanza el dinero para un buen pasar: TV, el celular, la notebook, viajar en vacaciones, aire acondicionado, cambiar el carro/auto: para esa persona todo eso vale más que un hijo, más que la vida misma, más que el mandato de Dios de multiplicarse.
Ya tengo demasiados hijos: sólo tenemos esta vida para servir a Dios en la fecundidad, un minuto más que no sirvo, es un minuto más que robo a Dios.
Soy demasiado grande para esto: para servir, servir.
Ya tuve suficiente como ama de casa, ahora quiero trabajar: ser madre es el mejor de los trabajos profesionales! La mismísima Virgen María fue Madre y a tiempo completo/full time y miren dónde llegó! Lo que el mundo valora es despreciable para Dios. El que se humilla será ensalzado. ¡Bienaventurados los padres! estaba desnudo y le vestimos, tenía hambre y le dimos de comer, sed y le dimos de beber, sin techo y le dimos un hogar al mismísimo Jesús que inhabita en el corazón de nuestros hijos bautizados.
Con mi trabajo no tengo tiempo como el que merece un hijo a veces se pone al dios dinero o a la soberbia de la profesionalitis por arriba de la vida.
Si tengo un hijo más no podré darle a los otros la mejor educación: la mejor educación es la educación para la santidad y para eso basta ser buenos padres que formen a sus hijos en el amor a Dios con el propio ejemplo, el rezo del Rosario en familia, la lectura de la Palabra en familia, facilitar el acceso a los sacramentos lo más frecuentemente posible, etc.
Si tengo un hijo más no podré dedicarle a los demás el tiempo que necesitan: Dios multiplica el tiempo y ensancha el corazón de quienes le aman y buscan hacer su voluntad. Cuanto menos hijos se quiera tener, más egoísta y diminuto será el corazón y al final el amor que recibirá un hijo único será muchísimo menor que el de una madre abierta a tener todos los hijos que Dios le mande, incluso si fuesen 12 o más. Hay miles de ejemplos de familias que han tenido más de 10 hijos y se las ingeniaron, con la ayuda de Dios, a que salgan espléndidos. Y esos padres eran tan normales como tú, sólo que se entregaron totalmente a Dios. De hecho, la gran mayoría de santos vienen de familias numerosas o que hubieran querido serlo.
¿Quién debe determinar si la causa es grave?
Ambos cónyuges deben determinarlo en base a los documentos de la Iglesia. Sería bueno por lo menos leer el Catecismo y a la Encíclica Humanae Vitae. Si no los entienden sería bueno que consigan a alguien que pueda explicarlos claramente y sin falsear el mensaje y las siguientes premisas:
Es pecado mortal toda relación sexual no abierta a la vida sin causa grave.
Es pecado mortal el uso de métodos naturales de planificación familiar para restringir la fecundidad, sin causa grave.
Es pecado grave quitar a la relación sexual el fin de la procreación fecunda y generosa, sin causa grave.
Siempre se debe consultar al confesor para ayudarles a determinar si la causa es grave o no. Por dos razones: a) es difícil mantener la objetividad siendo juez y parte y b) si el director espiritual busca la santidad, ayudará a determinar más objetivamente.
Un principio básico: ante la duda sobre si hay causa grave o no, siempre hay que favorecer la fecundidad y la generosidad, confiando en la Divina Providencia. In dubio pro fecunditas.
Si hay duda, otro principio aún mejor: siempre es bueno ofrecer la continencia sexual (no tener relación sexual alguna) como un sacrificio para Dios sumándolo a la Cruz por la reparación de los pecados propios y ajenos:
1 Corintios 7
1 En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer.
5 No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.
6 Lo que os digo es una concesión, no un mandato.
28 Mas, si te casas, no pecas. Y, si la joven se casa, no peca. Pero todos ellos tendrán su tribulación en la carne, que yo quisiera evitaros.
35 Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división.
Pero la continencia sexual es para darse a la oración: si se la utiliza sólo para evitar las cargas de tener que criar un nuevo hijo, es pecado.
Obviamente no es pecado alguno aprovechar los ciclos para lograr la concepción. Todo lo que es placer del cuerpo lleva al enfriamiento del alma: no hay que buscar la concupiscencia, es mejor ofrecer placer resignado como sacrificio a Dios, sumándolo a la Cruzo en reparación de los pecados.
Colosenses 1
24 Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia.
Lo ideal es evitar en lo posible las relaciones sexuales para darse a la oración hasta que la mujer esté fértil y se quiera y pueda tener un hijo más.
Conclusión:
En cierta forma tiene razón una política que, ante la crítica de que había votado a favor de una ley que obliga al Estado a repartir anticonceptivos: decía que son hipócritas proviniendo de mujeres católicas que no tenían más de 3 hijos
Una familia puede tener un problema grave por un tiempo o en forma permanente, pero llama la atención que la gran mayoría de las mujeres de clase media, supuestamente católicas, todas tengan causa grave para no tener más hijos
¿Qué es pecado mortal?
"Es la transgresión deliberada y voluntaria de la ley moral en materia grave".
El pecado mortal implica la muerte del alma porque destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
Para vivir espiritualmente, el hombre debe permanecer en comunión con el supremo principio de vida, que es Dios, en cuanto es el último fin de todo su ser y obrar. Ahora bien, el pecado es un desorden perpetrado por el hombre contra ese principio vital. Y cuando por medio del pecado el alma comete una acción desordenada que llega hasta la separación del fin último Dios al que esta unida por la caridad, entonces se da el pecado mortal (Exh. Ap. "Reconciliación y Penitencia", n. 17, del 2-XII-84).
El pecado mortal en relación a Dios y en relación al hombre
En relación a Dios el pecado mortal supone:
a) gravísima injusticia contra su supremo dominio al sustraerse de su ley;
b) desprecio de la amistad divina, manifestando enorme ingratitud para quien nos ha colmado de tantos y tan excelentes beneficios;
c) renovación de la causa de la muerte de Cristo;
d) violación del cuerpo del cristiano como templo del Espíritu Santo.
Por todo ello, teniendo en cuenta la distancia infinita entre el Creador y la criatura, el pecado mortal encierra una maldad en cierto modo infinita. Además, como el orden moral tiene carácter eterno ley eterna, destino eterno del hombre, su negación consciente rebasa el tiempo y llega hasta la eternidad.
En relación al hombre
El pecado mortal supone la negación del primer y más fundamental valor ontológico: la dependencia de Dios. La consecuencia primera ser la aversión habitual de Dios, de la que se siguen:
a) La pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Con ello se pierden las virtudes infusas, los dones del Espíritu Santo y la presencia de inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma.
b) La pérdida de los méritos adquiridos durante la vida.
c) El oscurecimiento de la inteligencia que la misma ceguedad de la culpa lleva consigo.
d) La pérdida del derecho a la gloria eterna. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno (Catecismo, n. 1861).
e) El pecado atenta también contra la solidaridad humana, ya que el pecador no sólo se perjudica a sí mismo sino que, en virtud del dogma de la Comunión de los Santos, daña además a la Iglesia y aun a la totalidad de los hombres.
f) El reato de pena y esclavitud de Satanás; de hijo de Dios el hombre pasa a ser enemigo de Dios. El concilio de Trento (ses. 14, cap. 5) señala que "todos los pecados mortales, aun los de pensamiento, hacen a los hombres hijos de la ira y enemigos de Dios".
Aunque el pecador no quiera el alejamiento de Dios, sabe muy bien que independientemente de sus deseos subjetivos, el orden moral objetivo establecido por Dios prohíbe o manda esta acción, castigando con la pena eterna el hacerla u omitirla y, a pesar de saber todo eso, la realiza o la omite. Por un instante de gozo, fugaz y pasajero, acepta quedarse sin su fin sobrenatural eterno.
Condiciones para que haya pecado mortal
Para que haya pecado mortal se requiere que la acción reúna tres condiciones: materia grave, plena advertencia y perfecto consentimiento.
Materia grave
No todos los pecados son igualmente graves, puesto que caben distintos grados de desorden objetivo en los actos malos, así como distintos grados de maldad subjetiva al cometerlos. Para que se de el pecado mortal se requiere materia grave, en sí misma (porque el objeto de aquel acto es en sí mismo grave, p. ej., el aborto) o en sus circunstancias (p. ej., por el escándalo que puede causar).
Para reconocer si la materia es grave, habrá que decir que todo aquello que sea incompatible con el amor a Dios supone materia grave (es claro, por ejemplo, que la blasfemia o la idolatría no admiten consorcio alguno con el amor a Dios).
b) Los que no siempre son mortales (llamados pecados graves, ex genere suo), ya que aunque se refieran a materia gravemente prohibida (p. ej., el hurto), admiten parvedad de materia, de modo que si sólo hay materia leve no pasan de pecado venial (p. ej., robar una cosa insignificante).
Plena advertencia
En primer lugar la advertencia se refiere a dos cosas:
1) advertencia del acto mismo: es necesario darse cuenta de lo que se esté haciendo (p. ej., no advierte totalmente la acción el que está semidormido);
2) advertencia de la malicia del acto: es necesario advertir aunque sea confusamente que se está haciendo un pecado, un acto malo (p. ej., el que come car- ne en vigilia, pero ignora absolutamente que lo es, advierte la acción comer carne, pero no su ilicitud).
Cabe también decir que la advertencia moral no comienza sino cuando el hombre se da cuenta de la malicia del acto: mientras no se advierta esta malicia no hay pecado.
Sin embargo, también es preciso señalar que para que haya pecado no es necesario advertir que se esta ofendiendo a Dios; basta darse cuenta aunque sea confusamente que se realiza un acto malo.
Perfecto consentimiento
Como el consentimiento sigue naturalmente a la advertencia, resulta claro que sólo es posible hablar de consentimiento pleno cuando ha habido plena advertencia del acto.
Si no hubo advertencia plena del acto o de su malicia, puede también decirse que falla el perfecto consentimiento para la realización de ese acto o para su imputabilidad moral.
Es importante distinguir entre `sentir" una tentación y `consentirla". En el primer caso se trata de un fenómeno puramente sensitivo de la parte animal del hombre, mientras en el segundo es ya un acto plenamente humano, pues supone la intervención positiva de la voluntad.
No es siempre fácil saber si hubo consentimiento pleno. En el caso de duda sirve fijarse en lo que pasa ordinariamente: quien ordinariamente consiente debe juzgar que consintió, y al contrario. Igualmente es importante recordar que es ilícito proceder con duda: debe salirse de ella antes de actuar.
No debe confundirse el consentimiento semi-pleno o la falta de consentimiento con una acción voluntaria que alguien realiza bajo coacción física o moral superable.
Por ejemplo, aquel que, amenazado de muerte, inciensa un ídolo, hace un acto perfectamente consentido: ha aceptado positivamente en su voluntad el ser idólatra, aunque lo hiciera bajo coacción.
IESVS
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