Solo, los tramposos de la Ley de Memoria Democrática, pretenden modificar, enrevesar, domesticar a su gusto y placer sirviéndose de la historia para asegurarse el futuro
Otro 12 de octubre que señala orgullosamente de nuevo a España. La España histórica, la España nación... ¡Esta es la cuestión! Y es la cuestión porque, se pongan como se pongan y quien se ponga, no podemos deshacernos del pasado. Desde el presente no podemos interactuar con él. Son hechos reales que ya solo pueden contemplarse. Al contrario sí, el pasado interactúa en nosotros. Así es nuestra España Histórica, la que es pese a quien le pese, ya hablemos del Imperio o de la Guerra Civil. Solo, los tramposos de la Ley de Memoria Democrática, pretenden modificar, enrevesar, domesticar a su gusto y placer sirviéndose de la historia para asegurarse el futuro.
Pero como decimos, el pasado, la Historia, sí nos interpela, nos afecta, incluso condiciona muy a pesar de quién le pese. El Imperio Español, fue la mayor gesta de poder que ha pasado por la historia de la humanidad. Hoy es un imperio caído, que no volverá al menos como lo conocimos, pero que, sin embargo, y aquí llega lo importante, el influjo hispanista es una realidad patente y sigue siendo sin duda un importantísimo rango de influencia en el mundo presente.
«La Grecia conquistada a su fiero vencedor conquistó e introdujo las artes en el agreste Lacio» (Horacio, epístolas II, 1, 156-157), la cita define bien aunque el gran enemigo haya vencido finalmente. No obstante, la victoria no es en balde, dejó un idioma, las costumbres de vida y las tradiciones de conciencia que, excepto el idioma, fueron abolidas cuanto antes por el anglosajonismo protestante y americano.
Por empezar con algo evidente: el idioma. El español que hablamos, tan influyente en el mundo. Una lengua que hablan 580 millones de personas, 483 millones de ellos nativos según el Instituto Cervantes. En la actualidad hay 22 Academias de la Lengua Española repartidas por varios países y por supuesto en Estados Unidos, donde han tenido que instalar la Academia de la lengua Inglesa dado que hasta ahora la prepotencia anglo consideraba innecesaria esta institución, pero sin embargo una pujante población (61 millones) de hispanohablantes les está desbordando. Curiosamente, mientras el mundo real sigue a su paso, la tendencia desquiciada woke pretende que la corriente indigenista haga ajeno el español en sus países (también catalanes, vascos y gallegos). ¡En fin, cosas esperpénticas que no podemos dejar de ver!
España dejó un idioma, las costumbres de vida y las tradiciones de conciencia que, con la excepción de la lengua española, fueron abolidas cuanto antes por el anglosajonismo protestante y americano
Pero el legado español en el mundo, especialmente en el iberoamericano, también es transgredido por la Hispanidad, una influyente concepción de la vida que surge de un proyecto católico y hegemónico que se desarrolló en la España americana e insular. Y eso está bien, tan rematadamente bien que por eso era el enemigo a batir. La rotura de la España americana -troceada en países en busca de no se sabe muy bien qué libertad-, incentivada por los ingleses, y a favor de su hijo natural EE UU, durante los siglos XVII y XVIII fue una magnífica operación de masonería, que incentivó a ciertos españoles infieles a la corona, poseídos más por el tener que por el ser. De hecho, la reducción de la Nueva España, cediendo terreno a favor de los EE UU fue una labor de desgaste en la que las malas negociaciones de la Corona, el jacobinismo del enemigo francés y el liberalismo inglés, desgastaron las costuras del Imperio Español. De hecho, México fue terreno disputado hasta en vísperas de la Primera Guerra Mundial, porque Alemania hizo una oferta de compra de terreno para cercar a los Estados Unidos a través del caso llamado telegrama Zimmermann, donde se planteaba que, caso de que Estados Unidos participara en la Primera Guerra Mundial contra Alemania, les prometían recuperar Texas, Arizona y Nuevo México.Pero aquel secreto comunicado fue interceptado por los ingleses, lo que lógicamente abortó la operación.
Volviendo a la herencia de la Hispanidad, pasados los siglos y las constantes maniobras geopolíticas con las que han pretendido hundir a la América hispánica -aunque la mayoría no lo sabe-, sigue quedando una huella profunda en el corazón de sus habitantes. Tanto es así, que todavía pervive el denominado Camino Español con un recorrido de 4.000 kilómetros, desde San Agustín (La Florida), hasta California. Un recorrido que muchos americanos estadounidenses cumplen al menos una vez en la vida y que influye en todos ellos, como un elemento turístico, sí, pero de clara esencia hispana que habla de la España histórica que hoy todavía no queda otra que reconocer y admirar.
Otra de esas esencias que pervive cada año con más viveza en los EEUU, es la llamada fiesta de la Independencia Hispana que comenzó celebrándose un día, posteriormente una semana y hoy en día se le dedica hasta un mes del calendario norteamericano. Una fiesta en la que todos los presidentes de EEUU dedican un discurso específico y en el que Ronald Reagan llegó a decir «no vinieron ellos a nosotros, fuimos nosotros a ellos". Y así es, señores, así es…
Luces de la Hispanidad (Sekotia) Santiago Cantera. Hispanoamérica vive en el corazón de todos los españoles amantes de la historia patria. España, heredera del sentido universalista romano y católico, se volcó —tras el descubrimiento— en América y hacia América; donde su profunda huella ha quedado impresa de un modo muy singular.
América Hispana (Almuzara) Borja Cardelús. La huella de España en Estados Unidos es profunda, ya que permaneció allí durante tres siglos, con soberanía sobre tres cuartas partes de su territorio, dejando un inmenso legado explorador, material, cultural y humanístico, y logrando a través de las misiones la supervivencia de las razas indias hasta el momento actual.
La América ingenua (Rialp) Mario Fazio. Resulta incuestionable que con el descubrimiento y la conquista de América, nuestra civilización occidental se extendió a aquel continente. Ellos, los americanos, ya “son nosotros”. Descubrimiento y conquista modificaron creencias, usos e instituciones de todo un continente: se creó un nuevo Mundo.