La verdad, ni Sergey Brin ni Larry Page, los fundadores de Google, llegan ni a la centésima parte de la altura intelectual de un Bernard Shaw
Ya lo decía Chesterton respecto a su adversario intelectual y, sin embargo, amigo, George Bernard Shaw: “Es como la Venus de Milo: todo lo que de él nos queda es admirable”. Y era caritativo en su juicio, porque a Venus Afrodita sólo le faltaban los brazos. El resto lo tiene bien colocado en su sitio. Pero Shaw...
El vanidoso de George Bernard se sentiría más dolido con la otra definición preferida de Chesterton: “Shaw tiene un gran corazón, un corazón generoso y heroico, pero no tiene el corazón en su sitio”.
Ambas sentencias podrían aplicarse a Google, que no es una persona sino un algoritmo, una ecuación... por lo que resulta más castrante tratar con él que con el dramaturgo Shaw.
Al revés que el ser humano, por muy mala leche que tenga, la máquina no se cansa de hacer el mal... el mal que le ha imbuido un alma humana, perdón, una inteligencia racional. Pero la verdad, ni Sergey Brin ni Larry Page llegan ni a la centésima parte de la altura intelectual de un Bernard Shaw.
Eso sí, hacen mucho daño a la libertad de prensa. El buscador se ha convertido en un monopolio mundial que destroza los medios, en su triple faceta de ladrón y, desde el 4 de diciembre de 2020, censor global. El pensamiento único, el Nuevo Orden Mundial, lo políticamente correcto, el gran reseteo, y todo lo que ustedes quieran añadir, se llama Google.
Acabamos de cumplir un año del famoso cambio de Google, la noche del 4 de diciembre de 2020. Fue el año de la pandemia cuando los chicos de Google dieron un paso adelante. Ellos son muy objetivos así que le cambian los criterios al algoritmo, y este los aplica. Naturalmente, dependiendo del criterio humano la máquina, las matemáticas, hacen una cosa y no otra. la máquina, en sí misma, es idiota. Lo de inteligencia artificial no es más que una imagen.
El único mandamiento digital: 'my money, my life'... y una toba al cristiano, también
Pues bien, la noche del 4 al 5 de diciembre, el Gran Hermano Google cambió la forma de valoración de las noticias. Lo único que se sabe, porque el Gran Hermano nunca rebela sus cartas, desde luego no a sus víctimas, la principal de ellas, la prensa, es que el mandamiento Google es “my money, my life”.
¿Que por qué no reacciona la prensa? Porque sufre síndrome de Estocolmo respecto a su secuestrado, el Gran Hermano Google. Con la crisis que atraviesa no puede enfrentarse a Google. Como mucho, conseguir que el Gran Hermano les done unas migajas de la publicidad que les ha robado.
Por cierto, Google es el inventor de la publicidad programática. Dicho de otra forma: es el gran enemigo de la intimidad y la vida privada de la humanidad.
Conclusión: Google debe ser destruido. Cuando menos, hay que romper el monopolio Google.
El Covid constituyó una oportunidad única para que Google añadiera a sus funciones de parásito y ladrón de la prensa, la de censor de la misma.
Google dice quién sabe sobre el Covid y quién no, quién puede hablar sobre el dinero y quién no. En definitiva, lo que se puede decir y lo que hay que callar. Y lo mismo ocurre con el dinero. Los periódicos económicos son los que más han sufrido la marginación de Google. Sobre todo, los medios independientes, aquellos que se atreven a discrepar de la política económica o de las grandes multinacionales. Me recuerda lo que me dijo un archifamoso CEO de medios españoles: Nada de críticas a los empresarios, gestores y poderes económicos en general, “los empresarios no son ni buenos ni malos: son creadores de riqueza”. ¿Comprenden?
Google dice quién sabe sobre el Covid y quién no, quien sabe sobre el dinero y quién no. En definitiva, lo que se puede decir y lo que hay que callar
Pues Google lo mismo, pero más.
Pero no sólo es my money sino el conjunto de lo políticamente correcto, los principios básicos del Nuevo Orden Mundial (NOM). Y no necesito recordarle que vivimos en la era de la Blasfemia contra el Espíritu, allá donde lo bueno es malo y lo malo es bueno.
Total: la noche del 4 al 5 de diciembre de 2020, la prensa española -otros países no tengo datos- perdió entre un 40 y un 80% de sus lectores. No es broma. La conmoción fue tremenda pero la reacción fue lamentable. En lugar de levantarse en armas contra el tirano, y dado que la prensa sufre síndrome de Estocolmo respecto a Google, los medios se plegaron ante el Gran Hermano y, como me dijo un informático, “pasaron por el tubo”. La frase de moda es “hazte amigo de Google”. Desindexaron -horrible palabro- aquello que no le gustaba a Google, esto es, escondieron las noticias que no le gustaban al tirano y, tras pasar por el tubo, recuperaron posiciones, aunque rara vez todo lo que antes tenían. Google ya les ha doblado el pulso de forma definitiva. A partir de ahora, lo hará siempre que le plazca.
El pensamiento único se llama Google. Y aquí todos los diarios mirando a Gibraltar. Hay que ser amigo de nuestro muy amado secuestrador.
2021: el año del Gran Hermano Google, a quien el diablo confunda... aún más. ‘Delenda est’ Google. Cobardes son los medios.