Nadie apuesta por el esfuerzo, la inversión o los retos tecnológicos. Sólo son regalos, prebendas y derechos que no lo son. Un pueblo idiotizado que no sabe que cada regalo que le hacen sale de su propio bolsillo
Estamos en el ecuador de la campaña electoral y más allá de la charlatanería política, unos prometiendo decenas de miles de viviendas o entradas baratas de cine para los jubilados, como el PSOE; otros victimizándose como los representantes de Podemos; o los de Bildu, que van más allá, presentando listas electorales con las manos manchadas de sangre; o los de más acá, con ensoñaciones como trabajar cuatro días a la semana o demoler el Arco del Triunfo en Moncloa… En fin, ¡quién da más para seguir hundiendo a España! Nadie apuesta por el esfuerzo, la inversión o los retos tecnológicos. Sólo son regalos, prebendas y derechos que no lo son. Un pueblo idiotizado que no sabe que cada regalo que le hacen sale de su propio bolsillo.
Pero más allá de la dicotomía izquierda-derecha, que en la práctica ya no existe porque todos los partidos apuestan por el globalismo, y en la medida que pierden soberanía, por la gobernanza mundial, me gustaría dejar unas reflexiones para que el voto tenga sentido para usted, no para los intereses partidistas de cada representante político.
Marguerite A. Peeters, experta en la agenda globalista, en su libro La revolución de género, hace una reflexión sobre el discernimiento que tenemos que aplicar (-nos) a la hora de decidir nuestro voto: «El proceso educativo tradicional en Occidente enseñaba que el discernimiento consistía en pasar del conocimiento (ver, comprender, saber) a la voluntad (hacer, fabricar). Esta perspectiva es en realidad binarista (inteligencia-voluntad) y reduccionista, y ha provocado un deseo positivo de volver al proceso completo del discernimiento. Un acto humano completo debe implicar la razón, la conciencia y el corazón, pues una persona libre busca no sólo la verdad, sino también el bien y el amor».
Esta recomendación de esta periodista americana, consejera en el Vaticano, nos pone en la pista de muchas cosas. Por ejemplo, que el acto de voluntad no basta para resolver las cosas, es decir, no basta con ir a votar, si no que debemos ver, comprender y saber qué es lo más conveniente para nosotros y el bien común. España vota al revés, sólo para que no salgan los contrarios a lo que cada uno piensa, y llevamos así más de cuarenta años en el fango. Pero puestos a ver, comprender y saber, cuando en el mapa político apreciamos que un partido como el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular son coincidentes en el 95% de las políticas sociales, casi todas ellas sostenidas en las tesis de la ideología de género, es decir, en la dirección contraria de la antropología natural, que pretende deconstruir al ser humano para instaurar un nuevo concepto de sociedad pobre, ignorante y dependiente del poder hegemónico, nos tiene que llevar a la conclusión de que no son partidos diferentes aunque se tilden unos y otros de izquierda o derecha. En realidad sólo usan diferentes colores en sus logotipos para distinguirse visualmente, pero en la génesis de su ideario son una copia.
Un partido como el PSOE y el PP son coincidentes en el 95% de las políticas sociales, casi todas ellas sostenidas en las tesis de la ideología de género, es decir, en la dirección contraria de la antropología natural, que pretende deconstruir al ser humano para instaurar un nuevo concepto de sociedad pobre, ignorante y dependiente del poder hegemónico
Si las políticas, las que sean, no conducen a mejorar a la sociedad, es decir, al reforzar el bien común, y sólo salen beneficiados los políticos en sus puestos de poder, incluidos los sueldos millonarios y privilegios que ningún otro ciudadano tendrá jamás en su vida social, laboral y fiscal, algo estamos haciendo mal en nuestro conjunto como ciudadanos. Ambas tendencias, que se empeñan en seguir llamando izquierda y derecha, cuentan con un nicho de votantes que podemos clasificar de tontos útiles -sin afán de insultar-, y me explicaré. Podemitas, socialistas y nacionalistas hunden sus estrategias en la historia de España, en Franco y sus consecuencias. El pueblo llano, cuya mayoría no ha vivido nada de aquello como tampoco vivimos nadie las mal llamadas guerras de independencia francesa, pero siguen creyendo en todo eso y ven a Franco pasear por la calle todos los días porque se lo dicen sus líderes, que siempre tienen razón, aunque mientan, roben y consuman meretrices o cocaína.
Por otro lado, los del voto útil, que sólo es útil para los que lo predican. Juegan con el miedo de “¡qué llegan los rojos!” que es la versión de la otra cara de la moneda de los que avisan de la vuelta del franquismo. Estos nichos de votantes, alguien tiene que decírselo, son los culpables de que estemos como estamos. Primarios, timoratos, odiadores… No piensan en el amor en sí mismo, solo en el odio por el contrario. No piensan en sus hijos, sólo en las nuevas generaciones que llegan y les van a quitar todo.
La principal razón del mal es destruir aquello que lleva al bien negándolo o privándonos de él. Todos los errores contienen algo de verdad, porque si no sería insostenible, nadie sería seducido por él. Pero no debemos ser ingenuos, porque esto lo saben quienes provocan el error porque pretenden contemporizar de alguna forma para convertir una mentira en una verdad. Justificar su decisión que el votante consagrará con su papeleta en la urna.
Los del voto útil, que solo es útil para los que lo predican. Juegan con el miedo de “¡qué llegan los rojos!” que es la versión de la otra cara de la moneda de los que avisan de la vuelta del franquismo. Estos nichos de votantes, alguien tiene que decírselo, son los culpables de que estemos como estamos
No seré tan presuntuoso como los políticos y no te diré qué debes votar. Solo dejo la siguiente reflexión: el mal no solo consiste en equivocarse, sobre todo es no comprometerse con el bien. Si crees que un partido político no es bueno para ti y los tuyos -hijos, padres y España-, no le votes, porque un voto incómodo, es un mal voto, y de nada sirve el consuelo del mal menor que se asume con la nariz tapada.
La democracia intrascendente (Galaxia Gutenberg), de José María Ridao. No quiere decir democracia sin valor, sino democracia que no busca refugio en las verdades trascendentes establecidas por la filosofía, la teología o la ciencia experimental. En definitiva, democracia que entronca con una tradición de pensamiento que rechaza recurrir a cualquier instancia no humana para justificar una conducta o reclamar un veredicto.
Persona y democracia (Alianza ed.), de María Zambrano. Un clásico que da lecciones hoy a votantes y votados. «La política -escribe Zambrano- es la actividad más estrictamente humana». Europa, avasallada y al borde de la destrucción, debía erigir de nuevo una sociedad humanizada que construyera, a su vez, instituciones democráticas en las que sus protagonistas, las personas, pudieran desarrollarse plena y libremente.
España del desastre a la utopía (Sekotia), de Julio Barceno. El libro denuncia el pésimo estado de la política en España y en casi todo el mundo. En los últimos años, es grotesca, falsa, incluso ilegítima. Esto no lo esperaban los españoles al votar su Constitución en 1978. En la obra se ofrecen soluciones para reformar las bases democráticas, entre otras, la verdadera representación del pueblo mediante la selección y elección libre y directa de nuestros políticos.