El primer testimonio lo narra Operation Rescue, una organización provida estadounidense, que ha destapado la historia de Alexis Argüello, una joven de 18 que murió por culpa del gigante abortero.

El 6 de febrero falleció porque Planned Parenthood retrasó su traslado al hospital tras practicarle un aborto. Según informó Sarah Neely, directora de operaciones de Operation Rescue, y recogió Action For Life, su equipo ha estado recopilando minuciosamente información de lo ocurrido, pero los hechos se esclarecieron cuando una fuente durante la audiencia del Comité de Salud y Servicios Humanos de Colorado, de donde era la joven, confirmó todo lo ocurrido.

Lexi, como la llamaban los más cercanos, acudió el 6 de febrero a la clínica de Planned Parenthood en Fort Collins, ya estaba en su segundo trimestre de embarazo, en la semana 20. Sin embargo, en la audiencia, la doctora Keri Kasun en la audiencia del HHS, aseguró, según miembros de la familia, que en realidad estaba de 22 semanas.

La joven se dirigió a la clínica para abortar y evitar así que su familia supiera de su embarazo, pero a mayor tiempo de gestación, mayor es el riesgo de que la madre también sufra daños. Y así fue, Lexi sufrió una embolia de líquido amniótico, es decir, parte del líquido amniótico, que contiene células o tejido del feto, penetró en el torrente sanguíneo de la joven y provocó una grave reacción que dañó los pulmones y el corazón. La clínica no estaba preparada para atender un caso así, es más, según confirmó la doctora Kasun: "empeoraron la situación de Lexi", protegiendo "su clínica en lugar de salvar la vida de esta joven", puesto que fue trasladada a urgencias "demasiado tarde". 

El siguiente caso lo recoge Live Action, en 2005, Dana se estaba divorciando y durante este proceso se quedó embarazada. Al principio la noticia no le supuso una alegría, pero fue al enterarse de que esperaba trillizos cuando todo comenzó a torcerse. A esa revelación se le sumó una llamada en la que se le informaba de que el padre de los bebés estaba inyectándose drogas, lo que hizo que Dana pensara que sus hijos nacerian con discapacidades, afectados por las drogas o que murieran. El pánico, el miedo y su delicada situación hicieron que decidiera abortar.

Llamó a Planned Parenthood, que programó su aborto para el día siguiente. Dana estaba embarazada de cuatro meses y medio (unas 18 semanas) de embarazo. “Recuerdo ese día cuando entré. Recuerdo lo que llevaba puesto. Recuerdo cómo temblaba y lloraba”. “Recuerdo ese momento y pienso que si me hubieran rechazado y me hubieran dicho que no parecía algo que quisiera hacer, si me hubieran dicho que lo pensara un poco más, ¿por qué no me dijeron simplemente que me fuera a casa? Nunca habría regresado. Pero no lo hicieron”.

Tras el aborto por desmembramiento y dilatación que duró dos horas, Dana fue enviada a casa. Una semana después, seguía sangrando y regresó a Planned Parenthood, donde se enteró de que el aborto no se había completado. La obligaron a someterse a un segundo procedimiento.

“Sobreviví a lo que muchas mujeres no sobreviven”, dijo. “Aún tenía partes de bebé en mi cuerpo. Así que tuve dos abortos. No tuve uno. Porque sus partes de bebé aún estaban dentro de mí. Y eso te hace sentir como si ese último pedazo de ellos intentara aferrarse a ti”.

Desafortunadamente, Dana no es la única mujer que ha sufrido un trauma similar a manos de Planned Parenthood. María Mayela había acudido a Planned Parenthood para obtener anticonceptivos, pero tras empezar a tomarlos, enfermó gravemente. Regresó a Planned Parenthood, donde se enteró de que estaba embarazada.

“Tenía mucho miedo" y el personal de Planned Parenthood le dijo que había una solución fácil: un aborto. Sin embargo, María Mayela decidió no presentarse a la cita para el aborto. Pero no se libró del personal, que la llamó para reprogramarla, y ella accedió. Llegó a la cita y la sedaron para el aborto. Recuerda que se quedó en blanco.

"Sentía como si estuviera atada a una silla, sentada en una habitación oscura. La madre que llevo dentro se activó y grité para que pararan, pero no sabía si me oían. Me sentí impotente para evitar que destrozaran a mi bebé dentro de mí. Estaba viviendo el horror del aborto". Después, la enviaron a casa con una hemorragia, y finalmente la llevaron a urgencias. Allí, los médicos detectaron una infección y le recetaron antibióticos.

“Más tarde, empecé a tener cólicos y fui al baño”, dijo. “Fue entonces cuando vi los restos de mi bebé salir corriendo. Lo único que pude hacer fue tirar de la cadena”.

Live Action también recoge el testimonio de una mujer que acudió a un centro de Planned Parenthood en St. Paul, Minnesota, para un aborto tardío a las 22 semanas de gestación. Aseguró que le admitieron en la clínica que, si su bebé nacía vivo, le "romperían el cuello" para matarlo. La mujer afirma que sintió miedo al entrar a la clínica, sin embargo, ningún miembro del personal la consoló y no le permitieron entrar con nadie a la habitación.

A la mujer le informaron que el aborto por dilatación y evacuación duraría dos días. Sin embargo, el personal de la clínica no le explicó los detalles del procedimiento, en concreto que requeriría la inserción de una aguja en el corazón del bebé para detenerlo. 

“Antes de esa inyección, no tenía ni idea de que le hicieran eso al bebé”, explica la clienta de Planned Parenthood. “Creo que saber que el bebé tenía que recibir esa inyección basta para cambiar de opinión, así que quizá no me avisaron de antemano que iba a pasar”. Tras forcejear para insertar la aguja en el corazón del bebé, el personal afirmó haberlo encontrado y haber completado esa parte del aborto. Sin embargo, la madre descubrió más tarde que había fallado.

Debía regresar al día siguiente para terminar el procedimiento, pero durante la noche decidió que ya no quería seguir adelante. Regresó a la clínica para decirles que no quería abortar. “Les dije que quiero que me saquen los dilatadores y que me voy a casa”, explica la mujer. “No voy a abortar. Les dije: 'Déjenme hacerme una ecografía. Si la ecografía dice que el bebé está bien y tiene un ritmo cardíaco fuerte, entonces no quiero abortar'”.

Afortunadamente, la ecografía mostró que su bebé aún estaba vivo, por lo que la mujer les preguntó: "Como sigue vivo y activo, si lo sacaran ahora mismo, mientras aún tiene latidos cardíacos, ¿qué harían? Ella lo miró [al otro abortista], me miró a mí y se quedó callada un momento […]. Y me dijo: 'No les decimos esto a las mujeres […] pero si procediéramos con el aborto y el bebé saliera vivo y activo, lo más probable es que le rompiéramos el cuello'".

La madre les pidió que le quitaran los dilatadores. El personal le dijo que existía la posibilidad de que el corazón de su bebé se detuviera de todas formas, y la instaron a que se sometiera al aborto. La mujer afirma que fue como si intentaran venderle el aborto como un vendedor insistente vendería un producto.

Estos testimonios surgen en plena campaña en Estados Unidos contra Planned Parenthood, la Administración Trump congelará las subvenciones al gigante abortero que no pasa por su mejor momento: dinero derrochado en financiar objetivos políticos y candidatos aborteros, sumado a las numerosas denuncias por fraude que acumula la red de abortorios. El cierre obligado de muchas clínicas gracias a las medidas provida y el corte de financiación de Medicaid con la llegada de Trump, suponen un panorama económico que se presenta muy negro.