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Bajo la capa asfáltica de la corrupción política y el desnorte generalizado de Occidente, especialmente en Europa, que ya no sabemos ni de dónde venimos ni a dónde vamos, lo que obliga constantemente a los burócratas de Bruselas a reinventarse como ente, existe una realidad que afecta a muchos millones de personas: la Iglesia Católica, se sea o no creyente.
El tema no rellena titulares ni tertulias radiofónicas, pero la realidad es que la crisis de la Iglesia Católica en Alemania sigue, y continúa girando en torno al que se ha convertido en el peliagudo "Camino Sinodal". Un proceso de reforma que tomó cuerpo a partir de los escándalos de abusos sexuales, que pretenden solucionar rediseñando ciertas cuestiones estructurales y doctrinales en el seno de la Iglesia. Como es sabido, porque el tema no es nuevo, ha generado tensiones internas y mucha preocupación en el Vaticano, debido a que las propuestas se perciben más como rupturistas con la doctrina de la Iglesia que como soluciones reales.
Los puntos clave más conflictivos de las propuestas son: el acceso de las mujeres al diaconato, la revisión del celibato sacerdotal y un enfoque más inclusivo hacia la sexualidad. Lógicamente, como no puede ser de otra forma, todas las ideas planteadas han suscitado críticas dentro y fuera de Alemania, y el papa Francisco las ha vetado en diferentes momentos y distintos tonos según las circunstancias, haciendo hincapié en que cualquiera de las exposiciones del sínodo alemán provoca la fractura de la unidad eclesial y la alteración de la doctrina oficial.
Otra de las iniciativas que también han generado polémica es la creación de un Consejo Sinodal con poderes consultivos y ejecutivos, que incluye a obispos y laicos. No se ha hecho esperar la respuesta desde el Vaticano, denunciando que acometer ese cambio supondría socavar la autoridad de los obispos individuales y de la Conferencia Episcopal Alemana, contradiciendo el Derecho Canónico, protestanizando a la Iglesia y atomizando la unidad de criterio doctrinal.
Los puntos clave más conflictivos de las propuestas son: el acceso de las mujeres al diaconato, la revisión del celibato sacerdotal y un enfoque más inclusivo hacia la sexualidad. O sea, las tonterías de siempre
El papa Francisco ha expresado la lógica preocupación por el modelo alemán, porque lejos de buscar un reencuentro, en cada paso que da, parece retroceder, alejándose de la cordura en favor de los cristianos y sus feligreses. Lejos de asegurar una sana y docta doctrina, es sustituida por decisiones de ámbito social y político, es decir, cada día más cerca del mundo desde el punto de vista de los enemigos del alma y, por lo tanto, cada vez más lejos de Dios. Dicho en palabras del Papa: «No necesitamos dos Iglesias evangélicas en Alemania», resaltando el riesgo de una fragmentación doctrinal. Lógicamente, algunos obispos alemanes se unen al Papa y cierran filas, como el cardenal Rainer Maria Woelki, argumentando que los temas centrales propuestos no abordan directamente la realidad de los problemas, como los abusos, y que las decisiones tomadas carecen de base espiritual sólida, que sólo ponen parches para que el problema siga existiendo. Las dificultades hay que solucionarlas, no adaptarse a ellas para que de esa forma ya no exista el problema.
Está claro que la Iglesia de Alemania no tiene pinta de contemplar una postura que provoque cierta cercanía, procurando a los católicos alemanes con esta forma de proceder un presente y un futuro más que incierto. Las posturas están enconadas, porque como hemos dicho más arriba, algunos obispos se alinean con las reformas llegadas desde el Sínodo de la Sinodalidad del Vaticano, otros mantienen el empeño de los cambios estructurales profundos, tan profundos que ya no son católicos, sino otra cosa a la que todavía no se le ha dado nombre. Sólo me gustaría recordar que, Martín Lutero también denunciaba y quería cambios para mejorar la Iglesia, lo que llevó a equivocarlo de manera confusa como de una “reforma”, que terminó siendo la “rotura” definitiva, por lo que el papa León X terminó dictando la bula Decet Romanum Pontificem con la que excomulgó al fraile y a todos sus seguidores. ¿Se repite la historia? No lo sé. Pero sí sé que la Iglesia, como madre, lucha y aspira a la salvación de todos sus hijos y dará oportunidades para que recapaciten, pero que nunca admitirá la perversión de un depósito de la fe del que es administrador, no propietario.
Martín Lutero también denunciaba y quería cambios para mejorar la Iglesia, lo que llevó a equivocarlo de manera confusa como de una “reforma”, que terminó siendo la “rotura” definitiva, por lo que el papa León X terminó dictando la bula Decet Romanum Pontificem con la que excomulgó al fraile y a todos sus seguidores
Sin embargo, la Iglesia muestra que no es un monolito inamovible y está proponiendo un movimiento sinodal dentro de la Iglesia Católica impulsando un debate sereno sobre la descentralización y la adaptación de las diócesis a las realidades locales a través de los denominados Concilios particulares, especialmente en el contexto de la crisis provocada por la secularización en alza de la sociedad, y siempre dentro del marco general de la fe y moral de la Iglesia, porque de lo contario la Iglesia perdería, o disolvería, uno de los elementos que le hace fuerte ante el mundo y sus modas cambiantes, que es la unidad universal bajo la jerarquía con el Papa a la cabeza y, de su doctrina. La propuesta busca incentivar una mayor inculturación de la fe, promoviendo soluciones específicas a nivel local y fomentando la participación de los laicos en las decisiones eclesiásticas. Esto sí es una reforma, como la que iniciaron Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola o Juan de la Cruz, mientras que Martín Lutero y sus patrocinadores, los príncipes alemanes, trataban de llevarse bajo el brazo lo que más les interesaba, no la santidad del pueblo, sino el patrimonio con que se quedaron y enriquecieron, sometiendo a los campesinos bávaros alemanes.
Noticias, y algo más, sobre la Iglesia (Palabra), de José Francisco Serrano Oceja. No pocas veces nos hemos preguntado, ante la avalancha de informaciones y opiniones sobre la vida de la Iglesia y sobre el pontificado del papa Francisco, si los enfoques de las noticias son adecuados y sin sesgos, si la atribución de las declaraciones se ha hecho correctamente, o si la información religiosa es distinta a la de la política, la salud o la cultura. Es hora de formarnos un criterio sobre las noticias, las opiniones y los medios que hablan de la Iglesia.
Lutero, Calvino y Trento (Sekotia), de Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín García. ¿Cuáles fueron los verdaderos motivos que desataron la furia de Lutero? ¿Cuál fue la auténtica primera reforma de la Iglesia? ¿Qué supuso la mal llamada «contrarreforma» en nuestra historia? Los autores cuestionan, en una profunda y lúcida conversación sin filtros, nuestras certezas sobre la mal llamada Reforma luterana de comienzos del siglo XVI y nos descubren cuáles fueron los primeros y auténticos procesos reformistas. Libro que cuenta ya con su 3ª edición.
Iglesia católica (Sígueme), de Walter Kasper. El cardenal Kasper combina en esta eclesiología su riguroso trabajo científico y su experiencia pastoral y ecuménica. Es la culminación de su proyecto teológico, del que ha llegado a escribir que «espero que este libro, que desea unir el trabajo científico con la experiencia tanto pastoral como ecuménica, aporte orientación teológica en la actual crisis de la Iglesia y sobre todo alegría por la Iglesia y en la Iglesia».