El hombre más rico de España es un tipo austero. Le gusta vivir en su pueblo, en La Coruña, le gusta comer huevos fritos con chorizo con sus amigos y por el hecho de ser multimillonario no pontifica sobre lo que debe hacer cada cual para vivir.

Ahora va a cobrar casi 3.000 millones de dividendos sólo por Inditex, de la que posee un 60%, y los progres se rasgan las vestiduras. Pues no sé por qué. La revolución pendiente que tenemos en España consiste en que dejemos de juzgar a la gente por lo que gana y empecemos a juzgarla -suponiendo que nuestra labor sea la de juzgar al prójimo- por lo que gasta. Y no sólo por cuestiones morales sino por una cuestión muy práctica: en una sociedad avanzada el beneficio se convierte, por uno u otro camino en inversión. ¿Que este hombre ha ganado mucho? Pues que gane lo que quiera. Lo importante es en qué lo gasta, no lo que gana.

Me gusta más que se le recuerde a Ortega que debe pagar bien a sus trabajadores, tratar bien a sus clientes, darles un buen servicio, e invertir lo que gana en actividades que mejoren la vida de sus conciudadanos. No tiene por qué conformarse con el imperio Inditex ni con una inversión en inmuebles de su instrumento principal: Pontegadea.

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Empezando por su terreno más cercano, Galicia, siguiendo por España y a partir de ahí, soñad y os quedaréis cortos. ¿Que Amancio Ortega gana una millonada cada año? Como si quiere ganar el doble o el triple. Lo importante es en qué utiliza sus ganancias.

También porque no conviene confundir la justicia con la envidia.