En su día, publicábamos en Hispanidad que Satán ha logrado su gran victoria sobre el hombre moderno, al conseguir que la mayoría niegue su existencia. Es más, cada día hay menos gente que cree en Satán y más que creen en quirománticos, brujos, adivinos, etc. Es cierto que algunas de esas manifestaciones de lo luminoso son supercherías para crédulos pero otras, cada vez más numerosas, no. La magia blanca no existe, sólo existe la gracia de Dios o la magia negra.

Gabriel Amorth, el exorcista romano, quizás el más conocido del mundo, un tipo con mucho sentido del humor y una claridad casi tenebrosa, denunciaba que, en Italia, el 26% de los jóvenes universitarios ha participado en güijas, una de las puertas de entrada favoritas de Satán, y que los 'exorcistas' no tienen tiempo para atender a todos los infestados, endemoniados, poseídos etc., que solicitan ayuda.

Y hablando de güijas eso es precisamente lo que es el juego 'Invoquemos demonios', de Gen X Games, vendido en España por Amazon y Fnac (El Corte Inglés lo retiró cuando se dio cuenta de que le habían 'colado un gol'). Su descripción dice así: "Empezando solo con sus fiables Velas, cada jugador debe recolectar Almas - y luego gastarlas - para recibir ayuda en forma de Chicas, Chicos y Animales de EL BLOQUE. Pero no te encariñes demasiado con tus nuevos amigos: una vez que hayan recolectado más Almas para ti, tendrás que empezar a “sacrificarlos” (descartarlos) para ¡INVOCAR DEMONIOS!"

Así es que, ojo con 'Invoquemos demonio', distribuido para niños porque, a través de lo que puede considerarse una ouija de juguete -que nunca es un juguete-, niños, adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes son introducidos en las prácticas ocultistas. En cualquier caso, otro conocido exorcista, el padre José Antonio Fortea recordaba que a muchos de sus encuentros de exorcismo de jóvenes, se llegó a esa situación después de una divertida tarde de amigos y amigas «donde no pasaba nada».

Ojo, con el demonio caben dos errores: negar su existencia  y obsesionarse con ella. Como decía Tomás Moro, lo que menos soporta el espíritu orgulloso es que pases de él. Ahora bien, ignorarle sería una necedad.

No, esto no es inocente.