Como teólogo, San Juan Pablo II puede apuntarse, al menos, tres grandes logros:

1.La verdad existe y puede encontrarse. Sus dos encíclicas, Veritatis Splendor (1993) y Fides et Ratio (1998), son dos piezas maestras de esta cuestión eterna, pero que se cebó con especial intensidad con la explosiva sociedad del siglo XX: el hombre puede alcanzar la verdad y está seguro de haberla encontrado. Es uno de los talentos que el Creador ha concedido a la creatura: el conocimiento es posible, el sentido de la vida, también. 

2.Laborem Exercens (1981), sobre el mundo del trabajo, aquello que hizo exclamar al socialista Alejandro Cercas lo de "el Papa nos ha dejado a la derecha".

El polaco, capellán de Solidaridad, el sindicato que derribó el comunismo soviético, certificó, con León XIII, el derecho a la propiedad privada pero aseguró que, sobre ese derecho inalienable, pesa una "hipoteca social". Eres dueño de tu propiedad y tienes todo el derecho a poseerla y a que no te la arrebaten, pero sobre esa propiedad pesa una "hipoteca social". En plata: no olvides que Dios te exige compartir. 

El pontífice que tumbó el socialismo se las tuvo tiesas con el capitalismo, tanto capitalismo de mercado -todo es del más fuerte- como capitalismo de Estado -todo es del Gobierno-.

3.La llamada Teología del amor humano, la catequesis que Wojtyla impartió durante los primeros 15 años de su pontificado sobre el amor entre hombre y mujer, así como sobre el sentido de la familia y de la maternidad, la contracepción y, sobre todo, en qué consiste el amor entre hombre y mujer. 

Imposible resumir en una frase esta teología del cuerpo, enseñanza que ha dado lugar a multitud de métodos, de enseñanzas e incluso de instituciones. Es lógico: si hay algo en crisis en el mundo actual es la familia y con ella la antropología misma del ser humano. Y como la familia es "una célula de resistencia a la opresión" (Chesterton dixit), la única institución libre del mundo, si la familia marcha mal no es la sociedad, que no es nada, la que marcha mal, sino la persona... que lo es todo. 

Me centraré en la alternativa del Papa polaco al feminismo.

Wojtyla resumió todo el amor humano, el amor erótico, en dos palabras: "Sumisión recíproca". Sí, ni el esposo ni la esposa son libres: son esclavos: él de ella y ella de él. Y si no, pues no hay amor. ¿Sumisión liberadora? Sin duda, pero sumisión libre, voluntaria, comprometida y, una vez que se ha dado la palabra, eterna. 

Dos palabras que desmontan toda la necedad feminista, una doctrina especialmente homicida. Sí, hablo del aborto.