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Estamos en la recta final del año 2024 y debemos mirar al futuro más inminente que es el nuevo año, 2025, en el que nos enfrentamos a diversas capas globalistas, porque ya nada tiene que ver sólo con nosotros. Como una cebolla, el globalismo invade nuestro espacio, el más íntimo, lo social, el financiero y, por supuesto, el político. De hecho, tras el fondo fijo de la cotidianidad, el futuro de Occidente en general, y el de España en particular, en 2025 está pendiente de factores que se encuentran en plena evolución, tanto a nivel político como en lo social.
Desde el punto de vista político, el mundo está pendiente de la nueva toma de posesión de la Presidencia de Donald Trump. Esto quiere decir que Occidente estará marcado por una serie de tendencias que ya están tomando forma en la política, la economía, la sociedad y la tecnología. Y aunque el futuro siempre es el futuro, es decir, no podemos medirlo a nuestro antojo, sí hay algunos aspectos identificables que serán clave en el desarrollo de nuestras sociedades, que, sin duda, también afectarán a España.
Por ejemplo, respecto a política internacional y los movimientos geopolíticos, veremos que el equilibrio de poder entre Occidente, liderado por Estados Unidos y la sumisa Unión Europea, frente a potencias como China y Rusia seguirán siendo el foco de atención, porque las guerras acrecentadas por intereses cruzados, nos afectarán de una forma u otra. Actores casi nuevos, como la inteligencia artificial (IA), y otros no tan novedosos como el comercio internacional, que amenaza con una buena guerra de aranceles, y en alza la seguridad cibernética, cada año más importante, son el nudo gordiano de la actual Guerra Fría de los poderes cibernéticos y jugarán un papel cada vez más relevante y especializado, procurando ciudadanos más dependientes, ya sea como meros usuarios o, sencillamente, bajo el control de quien detente estas herramientas tecnológicas y virtuales.
Nuestras fronteras y lo que se hace dentro de ellas son un insulto para todos los ciudadanos españoles que pagamos impuestos desorbitados para mantener el gasto político y público -que no el del bienestar-, especialmente desde la etapa presidencial de Pedro Sánchez, dado que su debilidad de liderazgo consume su capacidad de decisión sobre España
Parece que, con la aparición de los paradigmas que Trump traerá, Europa tendrá que hacer algo más que leyes para el uso de los tapones de las botellas o la destrucción de sector primario. Tendrá que empeñarse en reforzar su autonomía estratégica, especialmente en defensa y no depender de la OTAN y potenciar sus tecnologías porque China tiene año a año más capacidad y poder. Tendrá que recortar su dependencia entre los bloques citados, Occidente-Oriente, y esto incluye a España de forma especial, dado que su posición geopolítica es estratégica para sí misma y para Europa. A nadie se le escapa que en las últimas décadas, en la medida en que hemos perdido soberanía territorial y política, nuestras fronteras y lo que se hace dentro de ellas son un insulto para todos los ciudadanos españoles que pagamos impuestos desorbitados para mantener el gasto político y público -que no el del bienestar-, especialmente desde la etapa presidencial de Pedro Sánchez, dado que su debilidad de liderazgo consume su capacidad de decisión sobre España y los españoles, que es lo que se espera de eso, de un presidente.
No es difícil entender que en España suframos una polarización social interna agravada por multitud de casos de corrupción en el entorno del gobierno y las instituciones. Pero además temas como la inmigración, el cambio climático y los derechos civiles seguirán siendo motivo de enfrentamiento político y social por dos razones: el gobierno depende de sus socios y la oposición no propone proyectos de solución.
En Europa algunas naciones tendrán elecciones clave para la dirección que tomarán los burócratas europeos, porque los dos pesos pesados, Alemania y posiblemente Francia, tienden hacia el conservadurismo, y que en EE.UU. estrenen nuevo presidente, con las connotaciones ideológicas que todos conocemos, se agitarán los movimientos políticos internacionales, lo que generará cambios significativos en la dirección de las políticas internas y externas de los países relacionados entre sí.
Esto nos lleva a plantearnos qué sucederá con las economías occidentales, cada vez más dominadas por la digitalización. Estamos ante otro de los factores más influyentes en la actividad de los países que participan en mercados comunes y ajenos. Veremos cómo la manera de invertir, también estará condicionada por la IA, los blockchain (comercio de criptomonedas) y las economías verdes, que de momento han gastado más en recursos que los frutos que han retornado a la sociedad. Claro, afectarán a los tipos de trabajo y de cómo se realizarán, una mayoría seguirán siendo en remoto. Esto quiere decir que la expansión técnica especializada creará más empleos relacionados con la tecnología, y que la política, la ley y la sociedad se enfrentarán a nuevos debates sobre la regulación de estas nuevas formas de trabajo.
Una asignatura pendiente para Europa, sobre todo desde el inicio de la guerra de Ucrania, es que se incrementará la preocupación por el relevo energético y su dependencia de los países, así como el éxito de la sostenibilidad, elemento imprescindible para que los precios sean asequibles y ganemos todos en autonomía o independencia, como quiera llamarlo. Europa está empeñada en este reto, y pretende liderar la transición hacia energías renovables. Los planes como el Pacto Verde Europeo, dicen que es crucial para estos objetivos, pero la realidad es que de momento ha generado más tensiones sociales y fragmentación política que beneficios generales o particulares.
España, con el respaldo de los fondos Next Generation EU, seguirá integrada en la Unión Europea, guste o no, desempeñando un papel tan obediente en cuestiones como la transición ecológica y la economía digital que podríamos definirlo como de sumisión. La percepción social es que llega pasta gratis, y es mentira, es dinero que hay que devolver. Los receptores de hoy, es decir, usted y yo, no nos damos cuenta de lo que recaerá a las próximas generaciones. Es bonito aquello de “dejemos el planeta mejor de cómo lo recibimos”, pero de la deuda multibillonaria que estamos acumulando en estos años por decenas de años pocos o nadie habla. España está embargada por los acreedores y en cualquier momento pueden reclamar su deuda, como sucedió con Simón Bolívar y los ingleses, que endeudó a Venezuela hasta el día de hoy por la libertad, que este sujeto promovió traicionando al Imperio Español. Por cierto, la misma fórmula utilizada con los demás virreinatos españoles en tierras americanas.
Una hormiga contra el sistema (Mascarón de proa) Pablo Cambronero. Aquí tienen información única de las entrañas del Congreso de los Diputados, y lo es porque la relata un diputado llamado que se enfrentó en solitario a los modos y formas de actuar de un parlamento muy alejado de lo que un día fue, y de lo que debería ser. El autor, desnuda desde dentro a la principal Cámara de las Cortes Generales y a un Gobierno autocrático que ha pasado, y sigue pasando, por encima de cualquier control que se le intente hacer.
La debacle de Occidente (Sekotia) Eduardo Olier. El dominio estadounidense, virvirvi que se ha venido asentando progresivamente desde el siglo XX, ha traído nuevas formas culturales. Se trata de la supremacía hegemónica en forma de Nuevo Orden Mundial que se extiende por Occidente gracias al poder financiero y tecnológico de carácter global. Pero China aguardaba su hora, sin ruido y sin pausa. En pocos años ha surgido como el oponente que nadie esperaba, al que se han sumado multitud de países n o alineados.
La economía (Erasmus) Ramón Tamames. Tras años de reflexión y dedicación, este libro reúne las conclusiones más brillantes del gran economista español Ramón Tamames sobre en la economía internacional y sus ciclos económicos, la cooperación internacional, el desarrollo del comercio mundial, o el sistema monetario internacional del FMI y de la Unión Monetaria Europea. Destila y clarifica la estructura económica mundial y define las estrategias y los límites de la economía sostenible.