Gabriel Galdón ha publicado, en Tu Librería, una obra magnífica, titulada "Aquel que se salva, sabe". Acabo de terminarla y merece la pena hablar de ella, cuanto más mejor.

De entrada, siempre me ha sorprendido que uno de los puntales de la comunicación moderna, profesor de periodismo en diversas facultades españolas, con una producción bibliográfica realmente brillante, pase tan inadvertido. Para ser exactos: me cabrea el ninguneo a Gabriel Galdón. 
Un tipo que ha escrito (el título es horrible, lo reconozco) una obra como Desinformación, métodos, aspectos y soluciones (2006) debería haberse convertido en el líder de una escuela de pensamiento en el mundo informativo. Hablo de un académico revolucionario, porque a principios de siglo poner en solfa la objetividad periodística... supone lo mismo que hacerlo hoy en día: ser condenado al ostracismo. O peor: don Pedro Sánchez, con su intelecto profundo, le calificará de ultra, no les digo más.

Luego, su escaso éxito dejó de sorprenderme y pasó a asombrarme, según el viejo distingo de aquel lingüista a quien su señora descubrió magreando a la criada:
-¡Me sorprendes, esposo mío!
-No señora -respondió el pillado-. Sois vos quien nos sorprende a nosotros. En todo caso, lo que yo he hecho es asombrarle -aseguró el lingüista, siempre purista dado que no siempre puro-.

Y esto porque tengo claro desde hace tiempo que si Galdón, catedrático de Documentación Periodística, ya jubilado, no ha tenido un éxito notorio es por su condición de católico coherente. Ya se sabe que, en el mundo académico actual, se te permite ser católico siempre que no hables demasiado. Admitimos que un cristiano se comporte como cristiano siempre que nadie se entere, como el chiste del mafioso, que parezca un accidente. Respetamos democráticamente su fe siempre que la esconda en cuanto salga de casa o del templo. 

Vamos, que tiene derecho a amar a Cristo mientras no lo pregone, mientras no cumpla el mandato del mismo Cristo, aquello de "id y proclamad el Evangelio a todas las gentes... yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo". Ya saben, el principio progresista que con tanta soltura emitiera el fallecido presidente del Parlamento Europeo, el socialista Enrique Barón para justificar la lapidación política del intelectual italiano, y cristiano, Rocco Buttiglione: "Se puede decir de todo pero hay cosas que no se pueden decir". Por ejemplo, no se puede hablar del cristianismo que creó Europa y que ahora no se puede citar en Europa.

Gabriel Galdón es el azote de la objetividad periodística, la gran mentira de nuestra era

Pues buen: resulta que Gabriel Galdón ha escrito un libro que titula con las palabras de la vieja copla: "Aquel que se salva, sabe"... y el que no, no sabe nada, tal y como termina la estrofa. Y le importa un bledo comportarse como lo que es: como cristiano que, por si lo hemos olvidado, no es quien cree en Cristo sino quien ama a Cristo.

Es este uno de esos libros que ofrecen un compendio de cultura cristiana, por tanto, de cosmovisión cristiana de la existencia. Vamos, que da razón y ciencia a aquello que usted siempre ha sospechado, pero le costaba argumentar.

De Gabriel Galdón ya he hablado en Hispanidad por su labor como lo que es, el mejor profesor de documentación, por tanto de filosofía periodística, que yo haya conocido en España. Galdón es el azote de la objetividad periodística, la gran mentira de nuestra era. En mi opinión, su obra cumbre como catedrático fue la dedicada a la verdad y la objetividad -"Desinformación"- y la guinda de su obra académica fue una joyita titulada: "Infoética. Periodismo liberado de lo políticamente correcto".

A ello siguió una obra colectiva, casi de homenaje, pero homenaje útil, por él coordinada, en la que Galdón reclama la sacralidad de los hechos pero también la sacralidad de la verdad, nudo gordiano del periodismo actual, que confunde verdad con rigor y considera irracional todo dogma... por lo que hemos creado una sociedad informativa, capitaneada por periodistas que no creen en nada pero que, justamente por eso, se está disolviendo como un azucarillo en agua caliente.

Relacionado

Pues bien, ahora Galdón, ya jubilado, nos sorprende con una obra no académica, es decir, más divertida: "Aquel que se salva, sabe". Recoge en ella unas palabras de Benedicto XVI que vienen como de molde: "Ya hacia 1967, un tal Josep Ratzinger vaticinó que los católicos fieles seríamos, de nuevo, en el siglo XXI, una minoría perseguida". El muy truhán, hablo de Benedicto XVI, acertó en ambas predicciones -lamentabílísimas por otro lado-: los cristianos ya somos minorías y ya somos perseguidos.

Ya jubilado. Galdón se ha convertido en un revolucionario que ha academizado la fe de esa minoría del siglo XXI llamada Cristianismo

Vuelvo un momento a la producción académica del profesor: como ya dije en Hispanidad, Gabriel Galdón tiene algo que decirles: la verdad existe. Justo y oportuno, porque ese ha sido el motivo por el que, lo contaba días atrás, el abajo firmante, o sea, yo, se ha dado de baja en la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) tras más de 30 años como socio. Razón: la actitud de la APM y de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), que han renunciado a la verdad de la que habla Galdón, han renunciado a enfrentarse, e incluso aplauden, la vergonzosa, humillante y embustera nueva censura que pretende aplicar el gobierno de Pedro Sánchez a la prensa independiente. Se trata de una alianza repugnante entre Moncloa y los Señores de la Prensa (más bien señores de la tele, hoy en día), en nombre del bulo y de la desinformación. El poder del Sanchismo se propone acabar con toda voz crítica sobre sí mismo, no sólo con la prensa independiente de Internet sino incluso con el periodismo ciudadano de las redes sociales.

Sin duda esto sería el fin del periodismo. Ahora bien, la nueva obra maestra del ninguneado Gabriel Galdón, Aquel que se salva, sabe, es mucho más que la lucha contra "el bulo del bulo", la gran mentira de Pedro Sánchez.

Aquel que se salva, sabe es, repito, el planteamiento de toda una cosmovisión cristiana. No es un libro para leer de corrido, porque podríamos dejarnos parte, o todo, en el tintero. Los libros buenos se leen de un tirón, los mejores conviene tomarlos con clama. Servidor se dedica a leer y escribir y lee de todo, pero les aseguro que Aquel que se salva, sabe lo he leído despacio, por etapas: merecía la pena.

Gabriel Galdón ha publicado, en Tu Librería, una obra magnífica, titulada "Aquel que se salva, sabe". Acabo de terminarla y merece la pena hablar de ella, cuanto más mejor

Sencillamente, Galdón ha dado razón de sus convicciones cristianas, es decir, es un libro que justifica una fe y, con ello, justifica una vida. Algo que no se crean que son muchos los autores que lo han logrado a lo largo de la historia. Ha justificado su fe, no a partir de la Biblia, sino a partir de la actualidad, que por algo es periodista. Recuerden, el periodismo no consiste en ser objetivo, el periodista consiste en desarrollar la verdad eterna a partir de lo que ha ocurrido ayer. Eso es lo que hace Galdón en "Aquel que se salva, sabe". Debería ser un libro de lectura obligada por precepto constitucional, porque lo que necesita el hombre para vivir es un sentido para su vida: aquí lo tiene. Necesita a Víctor Frankl, no a Sigmund Freud.

Relacionado

Porque al final, el que se Salva, sabe y el que no, no sabe nada... por muchos títulos académicos o pedigrí científico que posea. Recuerden la historia de aquel ignorante barquero que traspasaba en un barco de orilla a orilla de un gran río, a un científico pedantón que se empeñaba en demostrar la ignorancia profunda del remador. De pronto, la barca hace aguas y ambos se hunden. El barquero pregunta al sabio:
-¿Usted sabe nadar?
-No.
-Pues entonces no sabe nada.
El que se salva, sabe...