Partamos de un principio: hay que arracimarse alrededor de Francisco, verdadero Papa, sostenerle, ayudarle, sobre todo con la oración y el ayuno, naturalmente. Que nos caiga más o menos simpático no significa nada y menos que nada: ¿qué importa lo que nos parezca el Papa a los católicos? Lo importante es que Francisco es el Papa.

Adivinemos el futuro, algo malísimo porque el futuro no es sino un niño en las rodillas de los dioses, que decían los clásicos y no es sino lo que Dios forja con la oración presente de los hombres. Es decir, que esta predicción, como tantas otras puede resultar fallida si el hombre libre se empeña en que así resulte. Recuerden que las profecías no se han escrito para predecir sino para convertir.

En cualquier caso, juguemos a las adivinanzas. El peligro ahora mismo es que, fallecido Benedicto XVI y sobre todo, convencida la progresía eclesiástica de que Francisco no hace lo que ellos dicen, no es el hiperprogre que esperaban, el cisma consistirá en nombrar a un seudopapa, para 'ayudar' a Francisco.

Es lo que más debemos temer: una retirada de Francisco por razones de salud y de falta de movilidad, combinado con un nombramiento de un ayudante Papa-gobernador, una especie de delfín vaticano. 

El consejo sigue siendo el mismo: arracimarse alrededor de Francisco, rezar por Francisco, nos caiga simpático o antipático: es el verdadero Papa.