Fernando Ocáriz, actual prelado de la Obra y, María Iraburu, rectora de la Universidad de Navarra
Dice el cardenal Robert Sarah que vivimos tiempo de ateísmo fluido. Que debe ser algo parecido a lo del sexo fluido. Pero el ateísmo fluido no me preocupa. A mí lo que me ocupa es lo del sexo fluido. Vamos que los católicos de hoy somos creyentes y tal, incluso alguno continúa yendo a misa los domingos, pero que ni creemos ni hacemos... fluidos.
Y todo esto viene a cuenta de que el Opus Dei, gran realización de la Iglesia durante el siglo XX, está sufriendo el mayor ataque de su casi centenaria historia. Y mira que ha sufrido ataques. Se trata de una tarascada combinada y global, en diversos países, al mismo tiempo, algo tan sospechoso como un incendio que se inicie en cuatro puntos diferentes y al mismo tiempo.
Todo ello, mientras en el Vaticano se decide si el castigo a la Obra se queda en la actual humillación del ‘motu proppio’ sobre prelaturas personales o si le dan el golpe de gracia: que los curas numerarios de la Obra pasen a depender de los obispos diocesanos. Naturalmente, al fondo de la maniobra están los jesuitas, que se sienten crecidos con un pontífice jesuita y que se han empeñado en cargarse a la Obra.
Descripción del ataque: en España, el amigo Gore -sí, es persona, no condición, ni género cinematográfico- se presenta, con todos los gastos pagados, para realizar un libro sobre el Banco Popular y sobre su histórico presidente, el miembro numerario del Opus Dei, Luis Valls. Gareth Gore tiene un sueño en la vida: ser como Dan Brown y escribir El Código da Vinci.
Ahora bien, a Brown se le perdonó aquel delirio porque nunca pretendió escribir una crónica sino un relato de ficción. Mentía como un poseso, ciertamente, pero siempre podía alegar que lo suyo era novela, no ensayo.
Por contra, Gareth Gore se dice periodista de investigación, un cronista, aunque su obra resulte casi tan delirante como la de Brown.
En círculos vaticanos se insiste en que es inminente la resolución y no parece que será buena, sobre el cambio de Estatutos de la Obra. El mayor enemigo de la Obra en este punto son... los jesuitas. Recuerden Torreciudad: separar a la Obra de sus sacerdotes
No me entretendré en contarles el argumento: sólo diré que servidor habló, no una sino muchas veces, con Luis Valls. Por tanto, sé que Luis era, ante todo, un cachondo mental, uno de los personajes más serviciales y humildes que yo he conocido. Es decir, lo más opuesto a un conspirador o a una marioneta. Un tipo que no necesitaba nada ergo no pedía nada. Austero en dinero y poder, presidía el Banco Popular con el espíritu que le espetó en su día a su CEO, Termes:
-Desengáñate, Rafael, esta profesión no admite gente brillante.
Segundo ataque a la Obra. En Argentina, también con libro de otra listilla y, lo que es más importante, con juicio anexo, varias ex numerarias auxiliares -en la jerga interna, la Administración- denuncian a la institución por explotación y trata de personas. El delito es grave: trabajaban como domésticas en pisos de la Obra sin contrato.
Pues es lo más lógico del mundo, cuando uno toma libremente una vocación cristiana, entra en vida de familia y a los parientes no se les formalizan contratos en el hogar. Yo no firmo un contrato laboral a mi madre o a mi hija porque me hagan la comida. Y no por ello hago con ellos trata de personas ni explotación laboral.
Colegio Gaztelueta. Pablo Ferrer tituló en Hispanidad la historia de José María Martínez, miembro numerario de la Obra y profesor del colegio Gaztelueta de Bilbao, como El calvario de un inocente. Acusado de pederastia, lo que nadie podía prever es que el propio papa Francisco, suponemos por contentar a un católico de pro, como el periodista sincero Jordi Évole, iniciara un segundo proceso canónico (el primero le declaró inocente) y colocara al frente del tribunal a un obispo de lo más especial, como José Antonio Satué, que antes de iniciar el proceso ya exigió a Martínez que pidiera perdón a su presunta víctima, que, les aseguro, tiene más de presunta que de víctima. Insisto: antes de empezar las investigaciones, nuestro magistrado ya había decidido la sentencia. Vamos, que si yo fuera él preferiría que me juzgara Cándido Conde-Pumpido o Álvaro García Ortiz.
Mientras, experimento en Torreciudad. El obispo de Barbastro dice que él manda en el Santuario que construyera la Obra. Esto me recuerda lo de las inmatriculaciones de los podemitas, quienes pretendían hacerse con la catedral de Zaragoza porque la Iglesia no poseía título de propiedad. Un juez les dijo que cabía la posibilidad de que la catedral de Zaragoza perteneciera a la Iglesia, y no al Ayuntamiento.
Pues lo mismo con Torreciudad. La construyó el Opus Dei y la utiliza pastoralmente el Opus Dei desde hace décadas pero ahora resulta que la reclama el obispo de Barbastro.
La rectora de la Universidad de Navarra, María Iraburu, amenaza a los alumnos que llamaron “maricón” y “corrupto” al ministro Marlaska... pues les pueden caer cuatro años de cárcel por delitos de odio, señora rectora
Cuidado con Torreciudad porque, como ya he dicho, prefigura lo que puede hacer con toda la Obra el Motu Proppio Ad Charisma Tuendum que envía a la Obra a la Congregación del Clero.
Ahora bien, como se destroza al Opus Dei es con la precitada separación entre sacerdotes de la Prelatura y la Prelatura misma. Si esos sacerdotes pasan a depender del obispo del lugar... pues un obispo podría desuncir a ese clero y colocar a otros sin el espíritu laical de la Prelatura. Eso es, precisamente, lo que se está intentando en Torreciudad.
Un ataque combinado en vísperas de que la Santa Sede apruebe el nuevo borrador de Estatutos enviado por Fernando Ocáriz, el actual prelado de la Obra, al Vaticano para su aprobación. Naturalmente, los Estatutos tratan de salvar lo salvable.
¿El papa Francisco podría para todo esto? Sí, podría, e incluso creo que debería. Ahora bien, pese a que el peligro tiene enjundia, el único enemigo que puede terminar con la Obra es la propia Obra, si dejara de ser Obra de Dios. Si sus miembros permanecen fieles a su aspiración de santidad en medio del mundo, nadie derruirá a la Obra. Si el Opus es Dei no habrá quien lo destruya.
Dos guindas. En círculos vaticanos se insiste en que es inminente la resolución y no parece que será buena, sobre el cambio de Estatutos de la Obra. El mayor enemigo de la Obra en este punto son... los jesuitas.
Algo más que una anécdota: la rectora de la Universidad de Navarra, María Iraburu, amenaza a los alumnos que llamaron “maricón” y “corrupto” al ministro Marlaska... Desde luego, no es para felicitar a un grosero que protagoniza esa gamberrada pero colaborar con tanto entusiasmo en el rasgado de vestiduras de unos gamberros cuando les pueden caer cuatro años de cárcel por delitos de odio, uno de los puntos más injustos de nuestro ordenamiento jurídico... Es uno de los ejemplos típicos de la actitud de ciertos miembros de la Obra a la hora de dialogar con el mundo. Y aquí empleo el término ‘mundo’ en el sentido bíblico. Ya saben, los tres enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne.
Lo digo porque he podido comprobar cómo esta actitud servil ante el poder sólo sirve para que, a la postre, el poder se crezca. Insisto, una gamberrada no puede ser alentada, pero tampoco hay que exagerar. Doña María tiempo tendrá para arrepentirse de ello.
En resumen, en estos tiempos de ateísmo fluido, o de catolicismo fluido, la situación del Opus Dei es desesperada, pero no grave.