El obispo José Ignacio Munilla lo ha explicado tan bien como siempre, en Religión en Libertad. ¿Por qué hay que aclarar lo que ya estaba aclarado? ¿Para confundir? 

Se puede bendecir a un homosexual o a un millón de homosexuales. Lo que no se puede bendecir es a la pareja, a una unión homosexual, que según el catecismo de la Iglesia católica y según la inmensísima mayoría de todas las culturas y civilizaciones que han existido, es algo antinatural. 

Ergo, si yo bendigo a una pareja gay que acude como tal pareja -y como tal acuden al templo- lo que estoy haciendo es bendecir la sodomía.

Hablo, naturalmente, de la decisión del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que lleva el inefable Víctor Manuel 'Tucho' Fernández, el amigo del Papa Francisco, sobre bendiciones a las parejas gays.                     

¿División en la Iglesia? Por supuesto. Ahora mismo, el caos es total. Conferencias episcopales que renuncian a aceptar la norma y otras, en dirección opuesta que aseguran lo siguiente: lo que no está prohibido es obligatorio. Así, ya he visto un obispo austriaco afirmar que, a partir de ahora, ningún cura puede negarse a bendecir gays. Esta irónica interpretación podría servirle de respuesta.

Sí, es peligroso dividir a la Iglesia y aún más desde arriba, desde el Vaticano. Ahora bien, lo más preocupante del Papado de Francisco es eso de seguir acudiendo con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios. En un momento en el que la ideología de género y el universo ‘woke’ son capaces de repetir las mayores estupideces, entonces hay que bendecir a las parejas gays. Mejor sería ratificar y repetir hasta el agotamiento que el ser humano nace hombre o mujer y que el sexo tiene vocación de procreación, es decir, la forma más precisa de colaborar con la obra del Creador.

Además, ¿alguien cree que el lobby gay se va a conformar con las bendiciones? Naturalmente que no: luego querrán exhibir sus comuniones, y asegurarán que esa bendición sirve como matrimonio, aunque ellos ya vivan juntos. En cualquier caso, al lobby homosexual le importa un pimiento la Iglesia, no cree en las bendiciones y no le importa el sacrilegio. Lo que quiere es imponer.

Dejemos de correr con barcazas a los incendios.