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Hemos asistido recientemente al 40º Congreso Federal del PSOE, que se sigue llamado así para que no se despiste nadie, pero realmente era el 1er. Congreso Pedro Sánchez. Un congreso con las hechuras a su medida, tallas estrechas y largas de sisa, donde el discurso general era de autobombo, cero autocrítica y “sigamos haciendo lo mismo”. Exceptuando la arenga de Felipe González, que alguno ha tachado de fascista, como lo cuenta Marcos de Quinto en su Twitter: «Para la izquierda actual, Felipe González es un aburguesado fascista», y si lo dice Marcos, alguna razón o información tendrá. Y si eso dicen de Felipe, imagínense de Alfonso Guerra que ni estaba ni se le esperaba.
Pero de los discursos y los gestos hay algunos detalles reseñables que me gustaría traer aquí. Por ejemplo, el cierre discursivo al concepto de socialdemocracia, “somos la socialdemocracia”, quizá fue la frase más repetida en boca de todos, especialmente a Chimo Puig, -aunque le encantan que lo escriban con X, así, Ximo. Y es que no puede remediar la cursilería-. Lo cierto es que se le ensalivaba la boca cada vez que lo decía y sacaba pecho de lo importante que es su comunidad porque se celebrara allí su congreso de partido, al tiempo que arremetía contra el centralismo y trataba de meter el dedo en la Comunidad de Madrid, no por lo que haga Isabel Díaz Ayuso, sino porque a él le encantaría hacerlo y no puede, o no sabe, que es peor.
Con Felipe González, el PSOE abandonó el marxismo para ser sólo socialistas. Con Pedro Sánchez dejan de ser socialistas para convertirse en socialdemócratas. Por cierto, un paso muy bien dado ya que ven cómo Pablo Casado se estaba apropiando de esa significación porque el Partido Popular tiene claro que desea, quiere, aspira a ocupar ese lugar, el del PSOE, dejando a ese partido acunetado entre la nada y Podemos. Al final, el PSOE será solo Pedro Sánchez, porque la izquierda más progresista, más feminista y más auto-vendida por el poder, desaparecerá más pronto que tarde.
Con Felipe González, el PSOE abandonó el marxismo para ser sólo socialistas. Con Pedro Sánchez dejan de ser socialistas para convertirse en socialdemócratas
Y digo que desaparecerá porque bajo la alfombra roja del congreso se empieza a mover el pos-sanchismo. Un movimiento lento, cada vez más caliente, de voces todavía acalladas que no tendrán eco en los medios de comunicación pero que están ahí entreverados, como la grasa que presta la gracia al jabugo. Hay quien habla ya del hartazgo, del ego apisonador, de las políticas erráticas trufadas de mentiras, de los dimes y diretes, y de cómo Yolanda Díaz le pisa los talones en la política económica dejando al Gobierno en evidencia ante la falta de ideas socioeconómicas y falta de control, dejándose llevar por no perder el sillón monclovita.
Sánchez cerró el Congreso reivindicando a un PSOE «fuerte y unido». Lógico, cada vez hay menos PSOE, es menos fuerte y está más cuarteado por las tensiones internas que siempre ha configurado a este partido que se dice ser demócrata, pero que como dijo Alfonso Guerra, «quien se mueve no sale en la foto», y esto Pedro no lo dice pero lo hace.
Y junto al cierre de Sánchez, también llegó el cierre del Congreso con la Internacional, esa canción trasnochada -y luego dicen del “Cara al sol”-, que no tiene ningún sentido para las últimas cinco generaciones y que vive de la nostalgia de un comunismo de pana y boina. Pero curiosamente, mientras todos coreaban con el puño en alto esta especie de canción de cuna para soñadores, don Pedro Sánchez lo hacía con la manita gacha mientras que el año 2017 lo hacía más contento que unas castañuelas. Hablan de renovación y sin embargo siguen los tic y los símbolos de hace un siglo, pero luego se atreven a autodenominarse progresistas y tildar de cavernarios a los que hablan de Franco, la Falange o la historia de España.
El bipartidsimo ha convertido la democracia en un negocio de poder
Al final, el bipartidismo ha hecho de la democracia un negocio de poder. Se han olvidado de aquella vocación de servicio por la mejora del bien común. La lucha por el consenso, cuyo objetivo trataba de ser el adalid que evitara las injusticias sociales. Hoy la democracia es la caza y captura del poder donde apalancarse. Apremiar a los votantes sin que importe el coste moral, ni el económico, ni tan siquiera el intelecto y dignidad de las futuras generaciones. El poder es el poder y no entiende de justicia ni de libertad, y todo se somete a él. En esto los partidos españoles con cierta carrera en el desarrollo democrático lo saben y actúan en consecuencia. Igual que Saturno, están dispuestos a devorar sus hijos porque ahora tienen hambre y mañana ya se verá.
El estado servil (El Buey Mudo) de Hilaire Belloc. Aunque esta obra imprescindible habla más bien de las clases sociales propiciadas por el liberalismo capitalista de su época, el lector podrá desempeñar un ejercicio de adaptación y distinguir con claridad que aquellas clases que generaban castas sociales, han sido transformadas en dos castas: una minoritaria y poderosa, la casta política, y otra abundante y empobrecida dependiente de los primeros, la sociedad de las clases medias.
El Maquiavelo de León (La Esfera) de José García Abad. Sí, lo sé, este libro habla de Zapatero y tiene ya sus años… ¡Precisamente por eso lo traigo a colación! Porque es la prueba palpable que el PSOE no se renueva, no evoluciona, aunque se diga progresista, siguen haciendo las mismas mañas, las mismas mentiras y los mismos trucos políticos para apalancarse en el poder, y cuando lo dejan, lo hacen dejando un mundo empobrecido y desesperado. Lean, lean y donde diga Zapatero pongan Sánchez.
El PSOE y la República: crímenes, pucherazos y golpes de estado (SND Editores) de Antonio Robles Nicolás. Esta otra obra trae a colación los usos y costumbres que la izquierda en general y el PSOE en particular, con la complacencia de la derecha moderada de la II República, hicieron para destruir un país hasta llevarle a una guerra civil de la que siguen viviendo políticamente. No lo dejen pasar porque verán que como en la anterior recomendación el PSOE no se renueva, no evoluciona aunque se diga progresista.