
Para mitigar la decadencia democrática en la UE agravada con el auge de la Inteligencia Artificial (IA) y el blockchain habría que dejar paso a la democraciadigital permitiendo el voto online. Los europeos deberían poder recurrir al sufragio digital votando cuestiones relevantes de forma asidua y relegar el papel de tantos gobernantes comunitarios y nacionales a lo residual o/y operativo. Europa ha de ser valiente que no siempre lo es, dejar de lado tantas encuestas (trucadas) de opinión y permitir las consultasonline que reflejan de forma más certera la realidad.
Siguiendo el ejemplo de Suiza, los referenda son el pan nuestro de cada día (un promedio de 4 o 5 consultas al año) siendo un país que presume de participación ciudadana y calidad democrática.
El Gobierno federal suizo aprobó testear el voto electrónico para facilitar las consultas regulares en al menos unos cuantos cantones helvéticos. Berna no descarta en un futuro cercano que las elecciones legislativas puedan celebrarse empleando también el voto electrónico. Otros países como Bélgica, Estonia, Bulgaria, Brasil, algunos estados de EEUU o Filipinas tienen alguna experiencia con el voto electrónico, la urna digital o la identificación biométrica en elecciones.
Las deficiencias de seguridad en el voto por correo (como en España), la irrupción de la IA, las redes sociales, los likes y la inmediatez en las plataformas tecnológicas para tomar partido por una causa de forma abierta y sin cortapisas ni censuras, demuestran con bastante claridad que el voto digital debería implantarse muy pronto en Europa si queremos regenerar la democracia y garantizar el espíritu democrático de Occidente tan cuestionado hoy en día.
Existe la impresión generalizada de que votar cada cuatro o cinco años como en la mayoría de los estados de la UE es insuficiente y menos para tomar pulso a los cada vez más controvertidos temas que los políticos tratan de pasar de soslayo sin apenas debate parlamentario o en ocasiones sin mayoría social.
El índice de abstención se rebajaría notablemente gracias a una mayor participación ciudadana a través de internet. Otras de las ventajas del voto electrónico residen en menores costes al contribuyente, recuento mucho más ágil e inmediato, ahorro en propaganda y costes electorales asociados
El voto digital fomenta el empoderamiento del pueblo, la gobernanza, la participación ciudadana y agranda la democracia. En especial facilita computar el voto de todos aquellos europeos residiendo en el extranjero sin un censo siempre actualizado, gente con movilidad reducida o de poblaciones dispersas en la España vacía.
Asimismo el índice de abstención se rebajaría notablemente gracias a una mayor participación ciudadana a través de internet. Otras de las ventajas del voto electrónico residen en menores costes al contribuyente, recuento mucho más ágil e inmediato, ahorro en propaganda y costes electorales asociados así como las facilidades de emitir el voto en una franja más amplia de tiempo que los horarios actuales de los colegios electorales.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha provocado un revulsivo en la UE que lleva décadas dividida y sin aunar criterios en distintos frentes, hasta el punto de ser insignificante en aportar soluciones a las crisis globales que atañen a Europa o de actuar en no pocas ocasiones de espaldas al sentir generalizado de los europeos. Si como él numerosos políticos centran su precampaña, campaña y acción de gobierno en las redes sociales, poco se entiende por la misma razón que los ciudadanos no puedan emitir su voto online aprovechando internet.
Desde la creación de la UE, las instituciones comunitarias no han parado de generar estructuras, reglamentos, normativas y entidades que más que agilizar el proceso democrático lo han obturado pese a sus disfraces. Según la perspectiva de los EEUU, Europa se ha vuelto un ente regulador lleno de grasa e incapaz de hablar con una sola voz. Si a nivel ejecutivo y legislativo existe disparidad de voces, permitir la participación ciudadana a través del voto digital en la UE daría un vuelco al sentir de la gente, a la actuación política y a agilizar la toma de decisiones en tiempo récord que hoy en día puede prolongarse hasta años.
La reciente propuesta del presidente francés, Emmanuel Macron, de acoger una reunión urgente en París de toda la UE para buscar una estrategia común a la crisis en Ucrania tras la amenaza de Trump de no incluir a los europeos en su negociación con Putin para detener la guerra, pone de manifiesto una vez más un hecho patético. Que en Europa no se sabe muy bien quién manda, y Von der Leyen y todo su equipo de gobierno no están a la altura del nuevo orden mundial.
¿Para eso pagamos impuestos? ¿Para eso dedicamos ingentes sumas de dinero en la UE para que ni China, Rusia ni EEUU sepan a quién llamar por teléfono en Europa para negociar cualquier asunto? La democracia europea se resiente y se ahoga en su propia incompetencia, pese a ser muy activa en plataformas tecnológicas que interactúan con los líderes de opinión y resto de públicos objetivos.
La excusa aportada por los detractores del voto digital que puede ser hackeado no es compartido por las autoridades helvéticas que minimizan el riesgo de saboteo electrónico con la tecnología actual. Se trata más bien parece de una decisión política que se niega a perder el control en los procesos electorales
El auge de fuerzas políticas contrarias a los partidos clásicos de centro derecha e izquierda moderada tiene su origen en la impericia demostrada durante años en asuntos que exasperan a los europeos decepcionados por dilatarse en el tiempo mientras fracasamos en nuestros propios deberes caseros: la defensa y seguridad europeas así como la dependencia excesiva de EEUU, de Rusia (gas) y de China (productos y servicios básicos cuyas plantas hemos deslocalizado fuera de suelo europeo).
La excusa aportada por los detractores del voto digital que puede ser hackeado no es compartido por las autoridades helvéticas que minimizan el riesgo de saboteo electrónico con la tecnología actual. Se trata más bien parece de una decisión política que se niega a perder el control en los procesos electorales.
Además si así fuera de peligroso, los pagos por internet, la banca electrónica, la hacienda digital, la firma digital hasta los votos a Eurovisión, etc. correrían el mismo riesgo que el voto online y sin embargo, forman parte de la normalidad en la apremiante digitalización de la sociedad.
Lo que sí parece urgente en la realidad occidental es que Europa tiene que dar la batalla también en el ámbito digital, romper muchos paradigmas analógicos, hacerse adulta, optimizar sus recursos, potenciar la participación ciudadana todo lo posible y regenerar los procesos democráticos aprovechando la tecnología en la era de la IA y el blockchain que todo lo registra, para contribuir a una mayor inmediatez, transparencia, libertad y co-gobernanza.
Llama la atención que casi ninguna formación política en la UE reclame la implantación del voto digital en sus programas como estandarte democrático a medida que digitalizamos la sociedad y descarbonizamos la economía. Y que sean justo los partidos en el gobierno y oposición más clásicos los que se opongan a democratizar el voto digital por temor a perder prebendas, protagonismo y control de la opinión pública. ¿Hasta cuándo seguiremos con los likes (me gusta)?
@ignaciosleon