El Nuevo Orden Mundial no es ni Nuevo ni Orden: representa la insensata ambición de Satanás de derrocar el plan providencial de Dios, de anular la verdadera Religión que conduce a la salvación eterna y, finalmente, de sustituir el “ordo christianus” (“el orden cristiano”) por el caos infernal. En este desorden, la mentira sustituye a la Verdad, la injusticia y el abuso de poder sustituyen a la justicia, el capricho en lugar de la obediencia a la ley de Dios, la muerte en lugar de la vida, la enfermedad en lugar de la salud, la legitimación del Mal y la condena del Bien, la persecución a las personas buenas y la glorificación de los malvados, la ignorancia en lugar de la cultura y la sabiduría, la fealdad y el horror en lugar de la belleza, la división y el odio en lugar de la armonía y el amor. Satanás no quiere ser adorado adoptando las cualidades de Dios, sino exigiendo ser objeto de adoración a través de todo lo que es malo, obsceno, falso, absurdo y monstruoso. Busca la subversión total, una subversión ontológicamente diabólica y anticristiana: un “Nuevo Orden” obtenido mediante un golpe de Estado global impuesto bajo la apariencia de una emergencia planificada”. Así habla Carlos María Viganó, al que el Vaticano está juzgando.

En efecto, habla de la inversión suprema de principios, conceptos y actitudes, el bien convertido en mal y el mal en bien, la verdad en mentira y la mentira en verdad, lo bello en feo y lo feo en bello y allá, al fondo, muy al fondo pero también en primer plano, el deseo de Satán de ser adorado como a Dios. Por eso, en Hispanidad siempre hemos insistido que el punto final del actual desastre eclesial, llegará si alguien, a lo peor desde el Vaticano, esperemos que no, trata de suprimir la Santa Misa y sustituirla por una nueva ceremonia, presuntamente litúrgica, una nueva misa.

No me gusta Viganó. Sus palabras respecto al Papa Francisco son muy duras y, le guste o no, Francisco es el Papa, el Vicario de Cristo en la tierra… pero su definición del NOM es brillante

Por eso, llama la atención los líos de ahora mismo sobre la Misa tradicional y la misa nueva, entre la tridentina y la del Concilio Vaticano II. Por el momento es poco, sí, pero persiste ese proceso infernal de desacralización de la Eucaristía, en ocasiones en meras costumbres pero siempre reflejo de que alguien no cree que en la forma consagrada esté Dios, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. No arrodillarse durante la consagración, no hacer una genuflexión ante el sagrario, no comulgar de rodillas y en la boca… ¿cuestiones menores? a lo mejor no tanto.  

Vivimos en la era de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Cualquier persona que reflexione un pelín se da cuenta de ello. No me gusta Carlo María Viganó. Sus palabras respeto al Papa Francisco son muy duras y, le guste o no, Francisco es el Papa, el Vicario de Cristo en la tierra… pero su definición del NOM es brillante.